La odisea de Alba atrapada en Perú para volver a La Chana
Esta joven, casada con un peruano y madre de un hijo, ha logrado volver a Granada tras quedarse atrapada durante meses en el país andino
La frase es del premio Nobel Mario Vargas Llosa:¿En qué momento se había jodido el Perú? Así comienza su tercera novela 'Conversación en la catedral', de 1969: «Desde la puerta de La Crónica Santiago mira la avenida Tacna, sin amor: automóviles, edificios desiguales y descoloridos, esqueletos de avisos luminosos flotando en la neblina, el mediodía gris. ¿En qué momento se había jodido el Perú?». Las respuestas a la pregunta en el país andino son múltiples, pero la de Alba es muy sencilla. El momento en que se le jodió el Perú a Alba fue el sábado 18 de abril. Fue el último avión que salía del Perú con destino a España y ellos se quedaron en tierra. Desde ese momento hasta el viernes 5 de junio padecieron un viaje interminable para regresar a Granada que ahora ya en verano recuerdan en la tranquilidad de su casa en la Chana.
Las cancelaciones de vuelos y la suspensión del transporte en el país decretada por el presidente del país, les dificultó el regreso a casa. Las compañías aéreas les cancelaron dos veces sus billetes, la Embajada «no dio soluciones» y estaban desesperados. De acuerdo con la versión de la familia, el último vuelo de repatriación previsto por la legación diplomática de España en Lima partió el sábado día 18 de abril. Alba y su familia –su marido Jorge y un bebé que le han llamado Ares Yaku–, se quedaron fuera.
La última hora de Granada
Se había jodido el Perú y ahora tenían que afrontar una situación muy delicada. Estaban atrapados en Cajamarca, una ciudad del tamaño de Granada rodeada de montañas. También es historia viva ya que allí fue donde los españoles toparon por primera vez con el imperio inca. Todo muy bonito, salvo que se encuentra a cerca de mil kilómetros de Lima, donde estaba el aeropuerto para poder volver a España. «Nos avisaban de la Embajada que había vuelos de repatriación con dos o tres días de antelación. Y no teníamos margen de tiempo para organizar el desplazamiento desde tan lejos y con un bebé. Necesitábamos buscar a alguien que nos llevara a Lima, que son casi mil kilómetros, entre montañas. Luego que nos hicieran el visado y que nos lo hicieran bien. Todo muy complicado». Se da la circunstancia de que el marido de Alba, Jorge, es peruano y todavía no tiene pasaporte español, tan solo el permiso de residencia, lo que hace que el vericueto sea más complicado. «El salvaconducto se lo tenía que hacer el Gobierno peruano».
Al final lograron organizarlo todo. Pero también les ha costado muy caro. «La vuelta fue organizada por dos personas, dos mujeres varadas en Perú, Ana y Cecilia. En todo momento hablaron con la Embajada y con la aerolínea. Cuando decidieron que había fecha, todos pagamos sin saber si iba a salir el avión o no. Tuvimos que dar nuestro voto de confianza».
«Cuando supimos entonces la fecha exacta, organizamos el viaje hasta Lima». Una odisea. Contratamos un taxi que nos llevó de Cajamarca a Pacasmayo. Tardamos casi cuatro horas y nos cobraron muchísimo. Todo han sido precios desmesurados. Se han aprovechado muchísimo de la gente que quería volver a casa».
Alba hace cuentas rápidamente, ya en casa de sus padres en el barrio de la Chana. La suma del taxi, de los autobuses, de los billetes de avión más el AVEa Granada suponen 910 euros por persona para llegar desde Cajamarca hasta aquí. Un pastón.
En cuarentena
El viaje continuaba. «Por la noche pasó un bus a recogernos por Pacasmayo, ya en la costa. Venía recogiendo a personas. En Lima fuimos a un hotel y no había habitaciones suficientes. Nos cambiamos de hotel a un apartamento con cocina. Todo carísimo, insiste. Un único plato al día te ofertaban y costaba 20 soles. Era lomito salteado aquel día (20 soles son 5 euros, mucho dinero para Perú por un solo plato).
Y más retrasos. Se suponía que el avión iba a salir el día 2. Pero los permisos se retrasaron. Y no despegó hasta el día 5. Hubo muchos nervios. «La Embajada no me hizo el salvoconducto hasta el viernes a las 19 h. Y no pude confirmar nada del viaje hasta ese momento, con todo pagado por adelantado».
El día de la partida la aerolínea mandó un autobús a buscarles. «Nos llevaron a una base militar y no nos dejaron bajar del bus. Bajamos solo para que miraran los de Emigración los pasaportes, maletas y billetes. Volvimos al bus. Tres horas estuvimos en dentro esperando a que todos pasaran el proceso de documentación. Por fin, subimos al avión y volamos a Madrid».
No habían acabado ni las colas ni las esperas. «En Barajas hicimos cola para que nos tomaran los datos y la temperatura». También les dieron un papelito en el que se les informaba que tenían que guardar cuarentena en el domicilio durante catorce días.
Quedaba llegar a Granada. «Nos fuimos en taxi a la estación de tren, a Atocha. Y vinimos en AVE a Granada. Habíamos tardado 26 horas. Mucho más del doble de lo que se tarda en condiciones normales».
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