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La Nochebuena brilla en la Zona Norte
IDEAL pasa la noche en las calles del distrito, en las que hizo acto de presencia la alegría y la música
ENCARNA XIMÉNEZ DE CISNEROS
Miércoles, 25 de diciembre 2019
Se unieron dos libretas. La mía, imprescindible en el trabajo, y la de Elisabeth donde apunta metódicamente día y hora de todos los cortes de luz que tienen que soportar. En Nochebuena la suya no fue necesaria, afortunadamente. La mía, sí, y mucho. Porque he vivido esta fiesta no con la familia, sino con las familias; las que me permitieron entrar en sus hogares y en sus corazones, gracias también a la inestimable colaboración de Mario Picazo –y de Manuel Martín, nuestro Defensor–, luchador incansable contra las injusticias.
De momento, dejen que les diga que la Zona Norte no es la Zona Cero; es decir, no es un lugar destruido y sin vida, a pesar de los problemas de suministros eléctricos o de que algunos eviten decir donde viven a la hora de pedir trabajo. Ni mucho menos.
Que se lo digan a José, que esperaba a unas sesenta y cinco personas a la mesa donde ya se preparaban los platos que iban a degustar. Laureana, su mujer, contemplaba desde su silla de ruedas el ajetreo propio de los preparativos en los que ella misma –¿quién dijo limitaciones?– había contribuido de forma directa, sobre todo en la cocina. Once hijos «más uno que he criado» se iban a encontrar, junto a nietos, bisnietos y otros familiares. Con la música siempre como compañía, con la risa, con el orgullo de estar juntos.
Y feliz de otra manera, Ángeles, de 73 años, que no quiso abandonar su casa porque donde estaba invitada no podía llevar al cachorro que le hace compañía. Pero nos mostró el recipiente preparado para encender la lumbre en el almuerzo de Navidad, en el que sí iba a estar rodeada de los suyos. Ángeles, con sus escasos trescientos euros mensuales, come, se ocupa de una hija y una nieta, y paga la luz. La que a veces no puede disfrutar, y eso que le han echado una buena mano para mejorar la instalación.
Porque aquí lo de tener las cosas en regla y abonar las facturas no es sinónimo de no tener problemas. Me lo contaron casi todas las personas –y fueron muchas–. A Encarna Muriel, que es electrodependiente, la casa se le echa encima cuando llega la oscuridad, algo a lo que no quiere acostumbrase. «Esto es inimaginable» me contaba ella, y su hija Encarna Martínez, que es religiosa. Tal es la obsesión que al ver funcionar el flash de la cámara, se asustó pensando que de nuevo llegaba el apagón. Para estos momentos, tienen preparado un alargador que les ha permitido conectarse con el vecino (las luces se van por fases) para los momentos de emergencias. Su hija Inma y su yerno Pepe Jiménez la recogieron para cenar. A Ana le costó un ataque de ansiedad pasar tres jornadas sin suministro; pero a ella y a su marido Francisco, les preocupan también otras cosas. 'La Colorá' –así la llaman por su padre, cantaor– opina que «pagan justos por pecadores» y se preocupa por sus hijos, algunos presentes, caso de Francisco, y de Anabel y Amina, que se colocaron sus vestidos de Papá Noel.
Les dejamos en la casa, preparando la cena. Cerca de la cocina, un rudimentario hornillo y una bombona estaban preparados por si acaso el guiso se quedaba a medias. Pero no fue así, me tocó una cierta calma chicha, sólo con pequeños cortes muy localizados, según me contó luego el padre Mario; así que la alegría se dejó notar en la calle con las lumbres. En torno a una, Encarna, a la que llaman Chita, estaba sentada con parte de su gran familia y me hablaba con todo el cariño de su marido, Juan Pío al que llamaban 'Pionono'. Un patriarca «que quería más a la Iglesia que a su casa», algo que recuerda una foto enmarcada que guardan con celo y que Encarna nos enseñó con su pequeña lágrima pero con mucho orgullo.
¿Qué más les puedo contar de una noche tan especial? La noche de la Misa del Gallo, a las siete de la tarde, concelebrada por Manuel Mingorance, Antonio Hernández-Carrillo y el propio Mario Picazo. Una misa con violines, guitarras, y las voces de los novicios claretianos, la pastoral gitana, y con preciosas palabras de ánimo cristiano, pero también social. «Si Jesús volviera a nacer lo hará aquí», decía convencida María Ruiz-Clavijo, de la Compañía de María, a la que saludé junto al delegado provincial Gustavo Rodríguez que, en esta ocasión, acudió a título particular. Compartimos parte de la noche y una charla interesante. Como la mantenida con Elisabeth Tovar y Miguel Ramos, que también nos abrieron sus puertas –y la libreta que antes les contaba– con sus hijos Marta, Miguel y Elisabeth, con Juan Carlos Morilla; la tita Encarnita Tovar, su hija Verónica, su yerno Manuel Esteban y su nieto Manuel. Me dejó muchos titulares, desde lo más divertidos: «ni de novios hemos cenado tanto con velas»; hasta los reivindicativos: «tenemos la caseta de la luz al lado y cuando llamamos y nos dicen que lo están arreglando, sabemos que no es verdad». De titulares iba la noche cargada. «Mañana será otro día», era una especie de lema general.
Pasan las fiestas entre canciones que acallan los problemas y platos llenos de amor para compartir, pero nadie olvida la dejadez de la zona, las muchas promesas que aun esperan solución;y que, aunque alguien piense que es un tema «ya pesadito», la falta de luz pone en peligro vidas y que las necesidades pueden llevar a opciones inadecuadas .
«Yo podría montar un 'cuarto' –una plantación– pero no lo hago por mis hijos». Me lo dijo alguien que para disfrutar de la Nochebuena tuvo que pedir un dinerillo a su madre «que no sé cuando se lo voy a devolver». Se oyó decir que sólo con cambiar una coma en los presupuestos que hacen los gobiernos, muchas cosas se resolverían. Lo malo es que esa coma, a veces, se coloca en partidas, «no tan importantes, pero que brillan mucho». Hay quien no puede hacerlo –brillar- simplemente porque el interruptor no funciona. Pero la Nochebuena, brilló en el distrito entre la música y la alegría.
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