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En 2013, de los 166.609 granadinos que tenían entre 15 y 29 años, había 25.964 que se definían como 'ninis', es decir, que ni estudian ni trabajan. Para que se hagan una idea de lo que suponía, uno de cada cinco jóvenes no hacía nada con su vida o estaba completamente perdido. Ese fue el registro más alto en la historia reciente de la provincia, según la base de datos de la Encuesta de Población Activa (EPA). Un resultado similar al que se vivía en Andalucía, donde el porcentaje de ninis era del 28,06%. Una década después, en 2024, la situación ha cambiado drásticamente y la cifra se ha reducido al 14,55%, es decir, prácticamente la mitad.
Línea del tiempo ‘nini’
2024
Saturación de títulos,
‘burnout’ generalizado
Boom del
emprendimiento forzado
2022
2020
Pandemia y encierro
2012
Tasa récord de paro juvenil
2008
Crisis
Línea del tiempo ‘nini’
2024
Saturación de títulos,
‘burnout’ generalizado
Boom del
emprendimiento forzado
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Pandemia y encierro
2012
Tasa récord de paro juvenil
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Crisis
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Boom del
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Pandemia y encierro
2012
Tasa récord de paro juvenil
2008
Crisis
Línea del tiempo ‘nini’
2024
Saturación de títulos,
‘burnout’ generalizado
Boom del
emprendimiento forzado
2022
2020
Pandemia y encierro
2012
Tasa récord de paro juvenil
2008
Crisis
¿Qué supone eso para Granada? Nada más y nada menos que 6.000 jóvenes que ya no se consideran ninis. Aunque los datos arrojados por la EPA sugieren una desaceleración en la bajada de ninis en 2024, es innegable cómo la crisis del ladrillo y la pandemia han afectado a esa parte de la sociedad que, por distintas razones, optaba por cruzarse de brazos. Este mínimo histórico de ninis viene acompañado de otro dato que termina de resolver el puzzle: las matriculaciones en Formación Profesional (FP).
Fíjense, en el curso 2013–2014, es decir, el mismo en el que Granada batía récord de ninis, la provincia sumaba 14.616 alumnos matriculados en FP. En el curso 2023–2024 la cifra es de 22.379, un incremento del 53,11% que supone exactamente 7.763 alumnos más. No es matemáticamente exacto, pero la bajada de ninis en números absolutos equivale prácticamente a la subida de matriculaciones en FP en estos diez años. ¿Casualidad?
«¿Que por qué hay menos 'ninis'? Aquí hemos visto ese fenómeno. No es que tengamos menos abandono escolar, es que no lo hay». Rafael Pérez Milena es el director del IES Albayzín y, además, orientador escolar. Pérez observa tres razones para comprender la bajada del porcentaje de 'ninis' en Granada: las herramientas para derivar a niños que no se adaptan al sistema educativo ordinario; los programas de diversificación curricular; y, por supuesto, la proliferación de la Formación Profesional Básica, cada vez con más oferta.
«También influye el cambio social. Hace años era muy fácil entrar en la construcción sin haberse formado y con muy buenos sueldos. Ya no. Creo que ahí la FP está abriendo muchas puertas a los jóvenes». Pérez considera que hay todo tipo de alumnos, los muy inquietos, con muchas ganas de aprender, y los que les cuesta más. «Desde la pandemia hay más problemas emocionales. Tienen menos resistencia a la frustración y menos autonomía. Pero son chavales que salen muy bien preparados para el mercado laboral», destaca el director del único centro público de Granada que ofrece FP de Imagen y Sonido.
Archipiélago del pensamiento ‘nini’
Archipiélago del pensamiento ‘nini’
Archipiélago del pensamiento ‘nini’
Archipiélago del pensamiento ‘nini’
Pérez, en su papel de orientador, suele sentarse en el despacho con familias de niños que no quieren estudiar. «Me dicen que van a poner a sus hijos a trabajar y yo les digo que irse sin el título de la ESO es kamikaze. Antes no era necesario el título, ahora se pide para todo. Eso también hace que los chavales descubran otras vías que les resultan más atractivas, como la FP, claro». De todas formas, aunque el director del IES Albayzín celebra todas las herramientas educativas de las que disponen los centros, echa en falta más itinerarios formativos. «Comparado con otros países de Europa, hay pocas opciones. Habría que ofrecer más vías de manera más temprana, para que no abandonen».
Miguel López Armenteros es el director del IES Hermenegildo Lanz, centro con 1.676 alumnos de los que 1.550 cursan algún ciclo de Formación Profesional. López Armenteros cree que habrá otros motivos, «pero, sin duda, el auge de la FP ha hecho que se reduzca el número de 'ninis'». «Hemos recogido a mucho alumnado que no tenía claro que quisiera cursar Bachillerato, pero que no se veían preparados para el mundo laboral. La FP les ha dado una vía de calidad profesional más rápida». En los últimos años, las matriculaciones en otras enseñanzas han bajado en detrimento de la Formación Profesional. «Este éxito también tiene su doble cara –continúa López–, porque antes el alumnado venía porque quería hacer algo concreto. Ahora hay muchos que vienen sin saber bien en qué consisten los ciclos formativos, les falta una buena orientación profesional previa».
Hay ciclos formativos como los relacionados con la Informática o el Deporte tienen una demanda altísima, tanta que, según indica el director del centro, a veces cuesta conseguir empresas para las prácticas. Sin embargo, hay otros ciclos técnicos con nombres que atraen menos, pero con una tasa de inserción laboral cercana al 100%. «A los de fontanería, electricidad, construcción... se los rifan». El caso de la construcción es curioso: después de la crisis del ladrillo en 2008, muchos afectados se cambiaron a otras áreas como la hostelería o el turismo. «No hay relevo generacional, así que ahora faltan capataces de obra y otros oficios relacionados con la construcción. En el H. Lanz tenemos convenios con Ferrovial, Grupo Aconser y otros grandes grupos constructores».
El perfil del ‘nini’
Va al gimnasio (es un gymbro)
Desde un fracaso escolar
hasta tener varias maestrías
No aceptaría cualquier trabajo,
tiene un caché
Vive en casa de sus padres,
o de sus abuelos
Le piden experiencia
para trabajos con un sueldo
de becario
Creció con un ‘puedes ser
lo que quieras’
y se toparon con un ‘aquí no hay sitio’
Hace scroll en Linkedin
Carácter
despreocupado
Piensa que no
le hace falta
un trabajo
La meritocracia
le da risa
Sabe inglés,
pero con eso
no paga el alquiler
El perfil del ‘nini’
Va al gimnasio (es un gymbro)
Desde un fracaso escolar
hasta tener varias maestrías
No aceptaría cualquier trabajo,
tiene un caché
Vive en casa de sus padres,
o de sus abuelos
Le piden experiencia
para trabajos con un sueldo
de becario
Creció con un ‘puedes ser
lo que quieras’
y se toparon con un ‘aquí no hay sitio’
Hace scroll en Linkedin
Carácter
despreocupado
Piensa que no
le hace falta
un trabajo
La meritocracia
le da risa
Sabe inglés,
pero con eso
no paga el alquiler
El perfil del ‘nini’
Va al gimnasio (es un gymbro)
Desde un fracaso escolar
hasta tener varias maestrías
Hace scroll en Linkedin
Carácter
despreocupado
No aceptaría cualquier trabajo,
tiene un caché
Piensa que no
le hace falta
un trabajo
Vive en casa de sus padres,
o de sus abuelos
La meritocracia
le da risa
Sabe inglés,
pero con eso
no paga el alquiler
Le piden experiencia
para trabajos con un sueldo
de becario
Creció con un ‘puedes ser
lo que quieras’
y se toparon con un ‘aquí no hay sitio’
El perfil del ‘nini’
Va al gimnasio (es un gymbro)
Desde un fracaso escolar
hasta tener varias maestrías
Hace scroll en Linkedin
Carácter
despreocupado
No aceptaría cualquier trabajo,
tiene un caché
Piensa que no
le hace falta
un trabajo
Vive en casa de sus padres,
o de sus abuelos
La meritocracia
le da risa
Sabe inglés,
pero con eso
no paga el alquiler
Le piden experiencia
para trabajos con un sueldo
de becario
Creció con un ‘puedes ser
lo que quieras’
y se toparon con un ‘aquí no hay sitio’
Pese a que la cifra ninis (ya saben, jóvenes de 15 a 29 años que ni estudian ni trabajan) se haya reducido a casi la mitad en Granada, todavía quedan. Ni trabajan, ni estudian, ni quieren darse a conocer. Es el caso de Fran, Fabio y Antonio (nombres falsos), tres jóvenes de 24 años de un pueblo de Granada. «Nunca me gustó estudiar. Y trabajo no hay, así que para qué preocuparse», explica Fran mientras los otros dos asienten.
Los tres se describen como «pésimos alumnos» y hasta piden disculpas «a los maestros» por «los malos ratos». ¿Y qué hacen con su día a día? «Vamos al gimnasio, entrenamos mucho. Para cuidarnos y eso y estar bien», apunta Fabio. «Y no somos los únicos. Te digo yo que los gimnasios están llenos de gente como nosotros», remata Antonio. Son conscientes de que esto no durará para siempre y que en algún momento tendrán que hacer algo. «Pero todavía no».
Trinidad (nombre falso) es 'nini', tiene 29 años y, en un acto de sinceridad, se explica así: «Mi realidad es que no quiero trabajar y tengo dinero. No hay más». Ella también hace deporte asiduamente y juega en un equipo de baloncesto. Como Juan de Dios, 26 años, que entrena todas las mañanas en el gimnasio desde que terminó sus estudios, hace cuatro años. «Aplico a algunos trabajos en Linkedin, pero no pienso aceptar cualquier cosa, aunque tenga que seguir así otros cuatro años». Nunca ha cotizado y, por lo que parece, tampoco le preocupa nada de nada.
Juan José Ortega nació en Loja, hace 22 años. «Repetí 2º de la ESO. Se me daban bastante mal los estudios por aquel entonces», explica sentando en un banco del Parque de los Pajaritos, en el barrio de la Juventud. «Las asignaturas no me gustaban, pensaba que no le iba a dar uso a nada... no estaba motivado», continúa. Un profesor le habló de la Formación Profesional Básica, que era otra forma de sacarse la ESO y le guió a través del proceso. El cambio no pudo ser mejor: «Mis notas mejoraron muchísimo. Luego hice el Grado Medio y el Superior de Informática y, bueno, terminé allí como el mejor expediente académico de mi promoción», sonríe conforme señala la entrada del IES Hermenegildo Lanz, al otro lado de la calle.
Ortega hizo el Grado Superior de Desarrollo de Aplicaciones Multiplataformas, entró de prácticas en una empresa y allí se quedó, contratado. «Trabajo en Aircury. Hacemos web y sistemas para todo tipo de clientes, en especial par el ámbito escolar del Reino Unidos». Así que Juanjo no ha parado nunca, vaya, que nade de nini. Sin embargo, es consciente de que su vida podría haber sido otra: «Sin la FP, a ver, no me hubiera quedado en casa sin hacer nada, pero seguro que no habría llegado donde he llegado. Cuando yo entré en la FP Básica, hace 10 años, mucha gente te decía 'eso no tiene salidas, te has metido ahí porque eres tonto'... Me hicieron sentir mal, preguntarme si esto no servía para nada. Y cuando conocía a gente nueva decía que había hecho la FP Básica con la boca pequeño, por el qué dirán... Hoy lo digo con orgullo, yo hice la FP Básica y gracias a eso estoy donde estoy».
El joven observa de nuevo la fachada del centro y mira un poco más allá. «Soy joven. Todavía me queda mucho por aprender. Mucho por crecer».
Rubén Pérez de la Blanca dice que nunca se sintió 'nini'. «Tampoco soy joven, que ya tengo 43 años», bromea. Pero, aunque el término 'nini' tenga connotaciones peyorativas, lo cierto es que también hay gente que se ha visto obligada a no trabajar ni estudiar por cómo le ha venido la vida.
«He trabajado muy poco en mi vida», dice. «Antes de estar aquí, apenas tenía dos años cotizados». Estamos en las oficinas de Vértigo Apps, una empresa ubicada en el Polígono de Asegra. «Ahora me dedico a programar, que tiene poco que ver con lo que estudié». Licenciado en Bellas Artes, Rubén tuvo que convertirse en cuidador de un familiar durante un largo periodo, algo que le alejó por completo del mercado laboral. «Hace tres años, cuando terminó la situación complicada, tenía miedo porque no creía que fuera a encontrar ningún empleo. Llevaba tiempo sin un trabajo remunerado ni estudiar. Entonces, unos amigos me recomendaron que hiciera FP de Informática, porque había muchas salidas. Hice Desarrollo Web y aquí estoy, feliz y agradecido a todos los profesores que me enseñaron».
Rubén nunca buscó ni quiso ser 'nini', «pero a veces la vida te lleva por otros caminos». «Si pudiera hablar con mi yo más joven, le diría que buscara una formación más práctica... Cuando iba a terminar la carrera, recuerdo sentir que no iba a haber un trabajo para mí, que solo había ruina, que es lo que pasó por aquel entonces... Si volviera atrás, hubiera empezado primero por ganarme la vida y luego por cubrir mi curiosidad». «Cuidado con las etiquetas –termina Rubén–, nunca sabes lo que está pasando el otro».
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