El misterioso artista de la cafetería del Hospital Clínico
El paduleño Paco Molina crea bailarines con servilletas mientras espera su tratamiento de quimioterapia, generando expectación entre el personal sanitario y los pacientes
Paco se sienta cada 21 días a las 10.30 en la cafetería del Hospital Clínico Universitario San Cecilio. Pide un café y coge una servilleta. Es la hora de la creatividad. Con rapidez y sin tener que mirarse las manos comienza a darle forma a unos peculiares bailarines que extienden sus brazos. Los coloca justo al lado de la ventana y se va a la séptima planta del hospital, donde recibe durante tres horas su tratamiento de quimioterapia. Y ahí se quedan los bailarines, generando expectación entre el personal sanitario y los pacientes que acuden a consumir. Él es el misterioso artista que embellece con sus figuras esa cafetería cada 21 días.
Francisco Molina, más conocido como Paco, tiene 81 años y es natural de Padul. Allí lo conocen como Paquito el del gasoil, debido a que su padre tuvo un surtidor y, como sucede en los pueblos, el mote perduró. Acude al centro hospitalario a tratarse por el cáncer de colon que padece. Llega a las 9.00 y lo atiende su oncóloga, Beatriz González. Si la analítica es correcta, encarga el tratamiento. Mientras los profesionales lo preparan, Paco baja a la cafetería junto a su mujer, Lola Almendros, y comienzan las manualidades con servilletas del establecimiento o con otras más grandes y resistentes que lleva él. «A veces me como un caramelo para quitarme el mal sabor de boca que me deja la 'quimio' y con el envoltorio hago las figuras. En los bares donde me conocían me quitaban el servilletero porque hago de todo: gorros, aviones, pájaros… Pero los bailarines son los que más le llama la atención a la gente», asegura.
Aprendió él mismo a hacerlos, probando y probando. Dice que le ayuda a controlar los nervios y le entretiene. «Me acuesto a las 2.00 o 3.00 horas porque tengo el sueño cambiado y esa es mi distracción», admite. Cuando lo hace en los bares, nota como la clientela le mira de reojo. Muchas veces se acercan y le preguntan qué va a hacer con ellos. «Les digo que acabo tirándolos y me piden que se los regale. Les encantan», añade.
En la cafetería del Clínico ocurre lo mismo. Este lunes dejó unos figurantes extra en la mesa: varios penitentes. Médicos/as y enfermeros/as se los llevaron a casa con el beneplácito de Paco. Porque la Semana Santa es otra de las grandes pasiones del paduleño. Recreó las 11 cofradías de su pueblo en miniatura con todo lujo de detalles y las tiene en su casa. Dos de estos pasos están desde este lunes en el Hospital de Día de Oncología.
Y es que Paco es un ávido coleccionista: llaves, hachas, motocicletas… De todo. Su especialidad son los vehículos clásicos. De hecho, atesora un rolls royce blindado que perteneció a la Reina Isabel II de Inglaterra. «Lo adquirí en una subasta. El vehículo estaba roto porque había sufrido un accidente», contó a IDEAL en su día.
Paco ha estado siempre íntimamente ligado a los coches. Fue mecánico durante 50 años, aunque más que un taller, lo suyo era una escuela. «Enseñé el oficio a gente de Padul, Durcal, Dílar, Otura, Cozbíjar…», explica. Un desgraciado accidente laboral marcó su vida a los 32 años. Mientras reparaba un Land Rover, el aspa del ventilador saltó y le destrozó la cara. Tuvieron que reconstruirle varias zonas y perdió el ojo y el párpado. No tiene nada de visión en el izquierdo, pero asegura que el derecho ve «por los dos».
Aquella experiencia fue dura, pero más difícil fueron los 17 días que pasó encamado tras ser operado del cáncer de colon. «Esos días estuve muriéndome», asegura. El diagnóstico lo recibió en septiembre del pasado año. Su entrada en quirófano fue en una fecha peculiar: el día 11 del 11 (noviembre) a las 11.00 horas. «Fue una casualidad», agrega. En la operación le analizaron unas manchas en el hígado que resultaron ser malignas, por lo que tendrá que volver a ser intervenido. Mientras, la quimioterapia le acompaña cada 21 días. «Hay veces que tengo las manos dormidas y no puedo hacer nada, pero conforme pasa el tiempo voy recuperándome», señala.
Lleva solo cuatro sesiones, pero ya le ha dado tiempo a hacerse querer en la unidad de Oncología. Afirma que todos son estupendos, pero siente predilección por la enfermera María Martínez. «Es un ángel en la tierra», asegura. Cuando escucha esa frase, ella sonríe y añade: «Paco es súper especial, además de un artista y una gran persona». Porque para María los enfermos de cáncer a los que atiende son «especiales y diferentes». Desde luego, Paco, el artista que alegra la cafetería con sus bailarines, lo es.
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