El mercader de las algarrobas de la Romanilla
Personajes de barrio ·
José Antonio expone cada mañana sus productos a granel en una tienda casi al aire libre fundada en 1925 y donde ha comprado hasta la exmujer de PutinCuatro cochazos oscuros pasaron hace algunos años junto a las cajas colmadas de verduras y cestos de legumbres de José Antonio Rodríguez López. Parecían vehículos oficiales. La intriga se apoderó de él y de sus empleadas. Era ya la hora de recoger la tienda, situada en la esquina que marca el límite entre la Plaza de la Romanilla y la calle Pescadería, en el Centro de la ciudad. El vendedor, cuyo establecimiento está prácticamente al aire libre y casi toda su mercancía a la vista para robar la atención del que pasa, se quedó mirando con descaro aquel séquito a motor. Sospechó que alguien importante avanzaba hacia su negocio. Y no se equivocó. En uno de aquellos automóviles de alta gama viajaba una primera dama: la que fuera esposa de Vladímir Putin, presidente ruso y exagente del KGB.
Los coches se detuvieron frente a su humilde puesto, fundado en 1925 por su anterior propietario: el ya desaparecido José Vargas Pérez, apodado 'El caramelo' porque era eso lo que vendía antaño a los críos que correteaban por el barrio. El negocio se llama, de hecho, Frutería El caramelo. «Lo coches pararon y empezaron a bajarse 'armarios' trajeados y con pinganillo. Casi todos de la misma estatura. Era las dos o dos menos cuarto e iban a almorzar al Cunini», rememora el empresario. La entonces señora de Putin se acercó al puesto y compró unas jugosas cerezas que parecían dibujadas. «Se enamoró de las cerezas y nos las compró. No hablaba nada de español... ni papa. Las probó, se las pusimos en un cartucho y se las llevó».
José Antonio narra esta anécdota a IDEAL en plena faena, aunque funcionando a medio gas por culpa de la pandemia y las nuevas limitaciones. Viste una clásica bata de tendero, abotonada y en color azul oscuro. Cuando describe su mercancía sabe venderla bien; de repente le envuelve un halo de persuasivo mercader. «¿Ve estos garbanzos lechosos?, dice a la informadora señalando un cesto con garbanzos de pequeño tamaño. «Pues luego se ponen así de gordos», añade exagerando con sus manos la potencial dimensión que alcanzarían tras las horas de rigor en remojo para ablandarlos.
Otra visita insigne que recibió en otra ocasión esta tienda fue la de «los Maradona cuando estuvieron jugando en el 'Graná'». Iban con las dos primeras niñas del astro del fútbol, que se acercaron al rincón de José Antonio atraídas por el colorido y variedad de sus productos. «Les di un puñado de trigo para que se lo echaran a las palomas de la plaza», revela el hombre, que no llegó a pedir a Diego Armando su autógrafo.
Mientras José Antonio recuerda para este diario las 'batallitas' de su tienda, Inma Pérez y Pilar Carilla, empleadas desde hace unas dos décadas, pelan con maestría cebollas en el otro extremo del negocio, donde el producto se pesa en balanza electrónica y se envuelve en papel gris perla. Las van a poner «en vinagre y sal». Es uno de los encurtidos que se pueden adquirir en este rincón para los exigentes de la calidad en la cocina. Porque en los mil y un ingredientes que ofrecen en este lugar la hay. Por eso los precios son un pelín más altos que en otros sitios (lo bueno hay que pagarlo). «Ahora viene menos gente, porque no hay mucho turismo», explican las dos empleadas sin quitar la vista del cuchillo ni perder el ritmo. Loli, otra trabajadora, lo confirma.
«Puede probar si quiere», indica el comerciante a un espigado señor que se ha acercado a la zona donde se exhiben unas almendras fritas con una pinta... «Usted también, ¿eh?», dice a continuación a la informadora. «Son almendras de la abuela con aceite de oliva». En el paladar no defraudan.
«Yo entré aquí con 14 años. Estaba en la escuela, pero como no me gustaba estudiar y en la casa éramos siete hermanos, entré hecho un 'chavea', de aprendiz, con pantalones cortos: lo que se llevaba hace 43 años», cuenta el vendedor, que al principio trabajaba sólo los fines de semana y vísperas de fiesta. Su cometido era «llevar las notas y presentar el puesto». Cuando su fundador dejó la tienda, otro empleado y él se quedaron el negocio.
Hoy Rodríguez lo dirige solo, después de jubilarse su socio, que era, por cierto, un conocido futbolista local. «Es Antonio Pérez, pero lo apodan 'Tantán', que es de Churriana y fue un extremo muy bueno», desvela.
Aunque a José Antonio también le llaman 'El caramelo', vende de todo menos golosinas. Bueno, tiene regaliz del rojo y del negro. «Tenemos dátiles frescos, pasas moscateles de Málaga, pistachos, piñones, higos alpujarreños, unas aceitunas que nos las trae un hombre mayor que las prepara con aceite de oliva...», enumera Rodríguez como el que recita del tirón un soneto para impresionar.
En su oferta, además de la fruta fresca y verdura del día, también hay pan de higo, anís estrellado, tomate aliñado las finas hierbas, cortezas de bacalao, níscalos, pipas de calabaza para la próstata, fideos sin conservantes y salazones varios. «Son productos muy típicos, ¡tengo mucha variedad!», se vanagloria. Por tener tiene hasta cerezas secas. Pero esas no las probó en 2007 la ya 'ex' de Putin, Lyudmila. «También tengo algarrobas», añade ufano. ¿Que no sabe lo que son? Allí las encontrará.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión