En 1869 Santa Ana no estaba sola, pero se derribó la parroquia de San Gil, junto a la Real Chancillería | La ampliación de este céntrico espacio que une el Centro con el Albaicín y el Realejo fue posible tras embovedar el río Darro y tirar abajo el templo
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Viernes, 3 de mayo 2019, 00:50
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El hierro de las campanas de la iglesia de San Gil de Plaza Nueva permanece dentro de los cuerpos de los enemigos de España. Derribada en 1868, fueron fundidas para fabricar munición para la infantería del Ejército español. Campanadas de sangre y fuego. Plaza Nueva se quedó en aquella fecha sin su iglesia de San Gil y se vio ampliada como centro neurálgico que enlazaba los tres grandes barrios de la ciudad: Centro, Albaicín y Realejo.
El puente de Cuchilleros que iba desde Elvira a la plaza del mismo nombre se pudo extender hasta cubrir prácticamente toda la extensión de la plaza. Otro tanto ocurrió en la otra punta, donde una vez desaparecido el pilar de las Ninfas, frente a la iglesia de Santa Ana, se hizo lo propio con el puente del Cadí. El Darro quedó enterrado por debajo y con el derribo de la iglesia de San Gil el espacio creció hasta prácticamente como ha llegado al siglo XXI. Pero hasta este momento, hay mucho que contar.
Sin ir más lejos, el mes pasado el edificio número 1 de la plaza de Santa Ana, junto a Plaza Nueva, tuvo que ser demolido por «riesgo de derrumbe». Situado a la derecha de la Real Chancillería, la empresa compradora de la finca, que se ha hecho cargo de la reconstrucción del bloque, logrará ofrecer una bella imagen de este lugar tan emblemático.
El nuevo inmueble, de acuerdo con la conservación de Patrimonio Histórico, mantendrá la estética y toda la configuración externa de su antecesor, con la reutilización incluso de algunos materiales, como las tejas. La vivienda contaba 131 años de vida, es decir, se levantó veinte años después de que la iglesia de San Gil fuera derribada. Esta vez, la estética queda salvaguardada. No siempre ha sido así.
La desaparición y al falta de protección del patrimonio es un tema acostumbradamente candente en Granada. Hace unas semanas, Jesús María García Calderón, director de la Real Academia de Bellas Artes de Granada, comenzó su conferencia titulada 'Granada y el hábito de destruir. La necesidad de restituir los grandes espacios históricos', con la siguiente frase: «Pocas ciudades en el mundo ha sufrido tanta destrucción como tiene Granada».
El miembro de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación de Granada expuso con fotografías y documentos de gran valor histórico de algunos edificios de nuestra ciudad que son un ejemplo de buen hacer, como la casa nazarí del Cobertizo de Santa Inés; pero documentó otros errores que se han cometido en edificios emblemáticos de Granada como la restauración del puente de la Cuesta de los Chinos, las pinturas de la Alhambra, la pérdida del Pilar de las Ninfas en Plaza Nueva o la Iglesia de San Gil que se destruyó totalmente.
«Esta ciudad está llena de ejemplos que no se pueden recuperar como la Iglesia de San Gil». También habló de la restitución del Pilar de las Ninfas en Santa Ana. La legendaria Fuente de las Ninfas (1593) es destruida tras las intensas lluvias que sufre Granada el 28 de junio de 1835. Mostró una recreación de Javier Canales López y una imagen del Pilar, «documento que nos dice que el Pilar de Plaza Nueva está enterrado en su ubicación. En la literatura de Granada se ha seguido hablando de las ninfas del Darro, que estaban relacionadas con la fertilidad y había mujeres que iban a beber agua».
El 'best seller' de 1892
El historiador local César Girón recuerda por su parte a Manuel Gómez-Moreno González, autor de la 'Guía de Granada' (1892), un 'best seller' con el que fue capaz de documentar todo el patrimonio de Granada, el desaparecido y el que permanece. Girón contextualiza que «en 1868 Manuel Gómez-Moreno es un estudiante de arte que ve que están tirando la iglesia de San Gil y trata de pararlo. Se mete dentro de la iglesia y lo detienen». De hecho, en su guía de 1892 deja escrito: «Como ya vimos, la parte de talla y escultura de ambas portadas subsiste en nuestro museo y además fotografías de la principal y el plano del templo, que nos arriesgamos a hacer durante su derribo».
Respecto al derribo de la iglesia, César Girón explica que «se tiró por el capricho de tirarla. Durante la 'revolución Gloriosa' de 1868 hubo una especial intención de eliminar a la Iglesia. En 1869, el gobierno cantonalista de la ciudad y el comité de salud pública aprueban la demolición final de la iglesia». Esta iglesia ocupaba una manzana entera limitada por las actual calle Elvira, Pan, Imprenta y Plaza Nueva. La manzana, además de la iglesia, contaba con muchas viviendas.
«El Gobierno de entonces decide tirar la iglesia, continúa César Girón, para liberar espacios y construir viviendas. Con esta decisión, la arquitectura de la iglesia que forma parte de la panorámica de la ciudad desaparece de la visión». Hay que tener en cuenta el contexto histórico del siglo XIX, añade Girón. «La idea alojada en la sociedad del momento era que 'la salud pública es la suprema ley'. Yen Granada se reconsidera todo el tema del cubrimiento del río más el ensanche de la ciudad y ampliar Plaza Nueva por este motivo. Pero la iglesia no estaba en ruina».
Respecto a lo que fue de la iglesia, «lo más gracioso es que los revolucionarios de 1869 disponen que las campanas de San Gil sean fundidas para hacer balas de fusilería». Es lamentable que «las portadas se pierden. Los sillares desaparecen, las tejas se venden a un maestro, los alfanjes y artesonados se desmontan y se venden por piezas y leña. Tan solo el artesonado de las capillas laterales van a parar al Museo Arqueológico. Yel patrimonio religioso, que pasa a Santa Ana que se convierte en iglesia de San Gil y Santa Ana. Las esculturas más representativas de San Gil en Santa Ana son la Soledad de Mora y el Santo Sepulcro».
Todo es posible en Granada, resume el viejo adagio que convierte a la capital ganadina en la ciudad de la Alhambra, de Sierra Nevada y la Universidad en la tierra de la malafollá que mata a sus poetas, entierra sus ríos y derriba sus iglesias.
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