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Juan enrolla una de las alfombras del palacio, donde cada día limpia sus tres patios. Ismael Rodríguez

El limpiador de la Real Chancillería de Granada

Personajes granadinos de barrio ·

Si hay alguien que se conozca como la palma de su mano el magno edificio que alberga la sede del TSJA ese es Juan, que lleva 28 años levantando sus alfombras

Yenalia Huertas

Granada

Sábado, 13 de marzo 2021, 00:26

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Palacio de la Real Chancillería de Granada, que alberga la sede del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía, Ceuta y Melilla (TSJA), puede tener, aparte de cinco siglos, unos 2.600 metros cuadrados, según calcula Juan Juárez Salvador, limpiador del edificio desde hace 28 años y, probablemente, la persona que mejor conozca cada uno de sus rincones.

Juan admite que se conoce el palacio como la palma de su mano y es tan preciso al hablar que sorprende. «El primer patio tiene 4.000 cristales y el segundo, 2.700», explica.

Nacido hace 60 años en el Barranco del Abogado, «a 20 metros da la tapia del cementerio», fue bautizado en San Cecilio y se casó en la Virgen de las Angustia Angustias. Más granadino, imposible. Juan, padre de dos hijas (una con 30 y otra con 25), es personal fijo y presta ahora sus servicios para la empresa Clece. Es el único hombre de la decena de profesionales que se encarga de la limpieza de este emblemático inmueble, que está declarado Bien de Interés Cultural.

Juan limpia todos los días los miles de cristales de las galerías del palacio. Ismael Rodríguez

«Trabajo aquí desde 1993», detalla orgulloso, para puntualizar que los 28 años los hizo «el día 2 de marzo». Como agrega, la actual es la empresa «número once» con la que ya ha trabajado. Su jornada es de mañana y tarde. Su horario, de 09.00 a 13.00 y de 16.30 a 20.00 horas, «porque me quitaron 24 minutos y ahora tengo el 95% de la jornada».

Lo primero que hace Juan, que suele llegar una media hora antes de su hora, es meter los cubos de basura que la tarde antes saca. «Los meto, me cambio y ya me pongo a barrer siempre la entrada, las escaleras principales, las escaleras de entrada y hago los tres patios. Y ya cuando acabo me pongo a hacer cristales, aparte de regar las macetas cuando les toca», detalla. Ese es su cometido por las mañanas y, por las tardes, continúa con sus labores para que los espacios del palacio estén flamantes al día siguiente y bien desinfectados para prevenir contagios por covid.

Dos veces al año Juan abrillanata el suelo y esa misión la lleva acabo tanto en la Real Chancillería como en el edifico de los juzgados civiles que hay frente a él. Su ámbito de actuación se extiende al edificio que la Junta de Andalucía tiene alquilado en la plaza de Luis Rosales (por detrás de la estatua de Colón e Isabel la Católica), donde se halla la Presidencia de la Audiencia Provincial de Granada. Antes hacía hasta los cristales del edificio de los Juzgados de Menores, pero ya no. «Me han sacado vértigos y no puedo subirme en escaleras», indica, para rememorar con cierta nostalgia su etapa de paracaidista durante el servicio militar. Oficialmente dio 23 saltos. Juan lo tiene todo contado y medido, hasta el número de alfombras que hay en el palacio, de cuya limpieza asimismo se ocupa. «¡Hay 46!», resalta.

A lo largo de sus años como limpiador, ha conocido a tres presidentes del alto tribunal andaluz: «don Manuel Rodríguez, don Augusto Méndez de Lugo y al actual, don Lorenzo del Río». A todos ellos se refiere con gran respeto, mientras recuerda a otros jueces y fiscales que ya no están y sobre los que solo le brotan elogios. Le sucede con los magistrados Jerónimo Garvín, Eduardo Rodríguez Cano o Antonio Angulo, que eran «fenómenos» y, por supuesto, con Luis Portero, el fiscal jefe del TSJA asesinado por ETA, a quien define como «un auténtico caballero».

El verdugo

Y hablando de caballeros, en el anecdotario de los servicios de limpieza del edificio, como indica, hay uno que da escalofríos. Se trata «del verdugo», un supuesto fantasma, «con capa y sombrero», cuya inquietante silueta dicen dos de sus compañeras haber visto por las galerías del palacio. «Yo, no», advierte entre risas ante la cara de estupor de la informadora.

Con un recogedor en una mano y un cepillo en la otra, Juan ha sido sin querer testigo de escenas desagradables en alguno de los juicios que se han celebrado en los últimos años, puesto que el inmueble también acoge las salas de vistas de las dos secciones penales de la Audiencia de Granada. «Una vez, un preso jovencillo le pegó un bocado a un policía y le arrancó media oreja», rememora. También ha asistido a reacciones violentas de familiares de víctimas de crímenes. «En otra ocasión, una familia apedreó un coche».

Puñetas

Aunque reconoce que algún juez alguna vez le ha mirado por encima del hombro por ser limpiador y no llevar puñetas, lo cierto es que Juan es muy querido por todo el personal que trabaja en el edificio.

Revela que pese al tiempo transcurrido y poder haberlo hecho, nunca ha asistido como público a una vista. En este punto, recuerda a un señor mayor que acudía «todos los días y entraba a todos los juicios». Era su entretenimiento tras su jubilación. «Hace tiempo que no lo veo y se le echa de menos», expresa.

Aunque haya quien piense que la justicia sigue anclada en costumbres rancias, lo cierto es que Juan no lo cree así. Él ha comprobado la evolución del colectivo para bien y da fe de que las nuevas generaciones de jueces son menos herméticas. «La gente más joven te trata casi de tú a tú; no tienen en cuenta que tú eres limpiador y ellos magistrados. Aunque yo sigo usando el don, porque el respeto va siempre por delante».

En la Real Chancillería se genera mucha suciedad, porque las puertas permanecen siempre abiertas y acceden muchas personas. «Me siento un privilegiado por trabajar aquí, porque es un lugar precioso», admite Juan, que aún se queda encandilado subiendo las escalinatas y contemplando la bóveda. «Las escalinatas tienen una buena historia», advierte. Según relata, se construyeron con «una multa de 4.000 reales» que se le impuso al marqués de Salar, que «era íntimo amigo del rey». El motivo: negarse a quitarse el sombrero en un juicio.

En el segundo patio, como desvela Juan, existen inscripciones y fechas de presos en las columnas «porque era la zona de ejecución». Ese patio, antaño, daba a la calle, y por lo visto se ataba allí a los reos. Ya en la segunda planta se halla el garrote vil con el que se cree que «se ajustició a Mariana Pineda» en el siglo XIX. Se recuperó el garrote y se exhibe en una urna, «aunque le falta el pincho, que se perdió».

Este veterano limpiador se encarga de la limpieza anual de las alfombras y de sacar brillo al suelo. Ismael Rodríguez

De la limpieza rutinaria de esa urna también se encarga este granadino, para quien las cristaleras entrañan el trabajo más difícil. «Son cristales individuales y acaba uno con el hombro destrozado». Pues es de justicia darle las gracias, Juan, por hacer que todo reluzca en un sitio que brilla por su historia.

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