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Uno de los jardineros, dando instrucciones al grupo granadino en el polideportivo de Algemesí. J. E. C.
Epílogo de un voluntario en Valencia

Los jardineros granadinos de Valencia no eran jardineros

La expedición solidaria por la cruel DANA no hubiera sido posible sin las personas que, voluntariamente, cuidaron de todos en Algemesí. No, no eran jardineros

Martes, 12 de noviembre 2024, 11:11

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El viernes por la tarde, doscientos voluntarios granadinos se reunieron en La Zubia para viajar hasta Algemesí, uno de los pueblos más afectados por la DANA. Todos los ojos estaban puestos en una persona, Gabri, líder e impulsor de la expedición solidaria. Antes de arrancar motores, una periodista le preguntó a qué se dedicaba y él respondió «jardinero». No era verdad. Ni tampoco una mentira despiadada. Tan solo quería evitar confusiones, ahorrar una explicación innecesaria sobre lo que él hace para ganarse el pan cada día. Él estaba allí como un voluntario más y prefirió, simplemente, no decir su profesión. Y eso es algo que hay que respetar.

A Valencia viajaron siete jardineros granadinos. Siete personas de espaldas labradas, sonrisa acogedora, piernas de roca y manos siempre abiertas. Siete almas generosas, voluntarias, sin las que sería imposible obrar milagro alguno. Siete miradas capaces de liderar hombro con hombro, desde el ejemplo, desde la poderosa idea de que hay buenas personas en el mundo dispuestas a ayudarnos a llegar donde haga falta.

Fueron protectores. Cuidaron de la tropa granadina durante todo el viaje sin que nadie se lo pidiera. Trajeron fogones para cocinar un caldo caliente y tortillas de patatas para alimentar a media Esparta. Organizaron el espacio en el polideportivo de Algemesí para que todos pudieran dormir con tranquilidad. Todos menos ellos, los jardineros, que se turnaron -con voluntarios granadinos- para hacer luminarias durante la noche.

Llegada por la noche. J. E. c.

Fueron responsables. En teoría, a las 7.00 horas del sábado alguien del Ayuntamiento vendría al polideportivo para indicar dónde exactamente necesitaban ayuda en el pueblo. Como no vino nadie, los jardineros tomaron la iniciativa. No solo para la gente de Granada, para cualquiera que pasara a su lado con la brújula rota. Porque eso es algo que pasa con el liderazgo real: no hace falta llevar ninguna medalla para saber quién manda. O, mejor dicho, quién quieres que mande.

Fueron organizados. Los jardineros repartieron a los granadinos en siete grupos: uno de sanitarios, uno de especialistas, dos de reparto y tres de limpieza. Durante la agotadora jornada de trabajo, indicaron cuándo parar, cuándo comer, cuándo moverse... y, además, investigaban los barrios para localizar los lugares donde más ayuda necesitaban. Granada no perdió ni un minuto.

Los granadinos, en el Raval. J. E. C.

Fueron cautos. De las miles y miles de personas de toda España que viajaron a Valencia durante el fin de semana, pocos habían tomado precauciones necesarias. Como la limpieza, por ejemplo. Los jardineros pensaron que sería buena idea preparar una muda de ropa limpia y una bolsa de basura por cabeza en la entrada del polideportivo, para cuando terminara la jornada. Cuando los granadinos regresaron, destrozados, ellos habían ideado un ciclo de desinfección para limpiar botas, quitarse la ropa manchada, meterla en la bolsa de basura y ducharse después. Así evitaron que alguna posible infección entrara en el pabellón donde durmieron 300 personas.

Pabellón dormitorio, entrada del polideportivo y limpieza. J. E. C.
Imagen principal - Pabellón dormitorio, entrada del polideportivo y limpieza.
Imagen secundaria 1 - Pabellón dormitorio, entrada del polideportivo y limpieza.
Imagen secundaria 2 - Pabellón dormitorio, entrada del polideportivo y limpieza.

Y fueron hogar. En la madrugada del sábado, nada más llegar, colgaron tres banderas: España, Andalucía y Granada, para que la gente se sintiera en casa. Los jardineros lograron crear un clima de campamento, de compromiso, de hermandad. Sus abrazos, sus risas y su escucha estuvieron tan disponibles como sus brazos o sus piernas para quitar escombros y barrer agua.

Lo cierto es que los jardineros granadinos plantaron semillas preciosas en una tierra devastada. Semillas que algún día, seguro, florecerán con fuerza. Qué injusto sería no reconocer la labor, el esfuerzo, la voluntad, la fe y el ejemplo que dieron estas siete personas en Algemesí. Ellas son una pequeña muestra de lo que tenemos a nuestro alrededor. Si los héroes existen, probablemente sean jardineros.

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Los jardineros granadinos de Valencia no eran jardineros