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La ingeniera que quiere acabar con la brecha tecnológicaEsther García creó Eneso, una empresa que fabrica herramientas asequibles para hacer la vida más fácil a las personas con discapacidad y sus cuidadoras
La ingeniera de Telecomunicaciones, Esther García Araluz (Motril, 1982) fue considerada a sus 35 años como uno de los 10 mejores innovadores de España. Y no es para menos. También es profeta en su tierra, donde ha recibido algún que otro reconocimiento del Ayuntamiento. Echar un cable a quien más le hace falta ha sido su cometido y el de su equipo desde 2010, año en el que cofundó Eneso, una empresa con sede en Málaga que tiene la misión de hacer la vida más fácil y atractiva a personas con discapacidad y que por extensión también ayuda a todas aquellas mujeres que están detrás de los cuidados. La compañía favorece la comunicación, accesibilidad tecnológica y estimulación multisensorial a personas a las que el mercado había dejado completamente fuera. Esther y sus compañeros, a los que conoció en su etapa universitaria en la provincia vecina, democratizan la tecnología, crean nuevos productos fáciles de emplear y los venden a precios asequibles.
«Trabajaba para la Universidad de Málaga y una amiga que estaba metida en el mundo de la discapacidad nos hizo ver que había muchas carencias, las herramientas y sistemas disponibles para ellos estaban obsoletas. La tecnología era cada vez más asequible para todos, pero había gente que estaba fuera de todo, olvidadas. Disponían de unas soluciones muy rudimentarias», explica. «Queríamos que nuestro trabajo sirviera para algo, hacer nuestra aportación. Elaboramos un estudio y casi una de cada siete personas padece algún tipo de discapacidad. Y se estaban discriminando. Me quise realizar, tenía inquietudes sociales. Así empezó todo», reflexiona.
Estrenaron la empresa creando un dispositivo que permite controlar un ordenador sin necesidad de usar un ratón convencional. Es un artilugio apto para usuarios con movilidad reducida o nula en las extremidades superiores, un ratón de cabeza o adaptado a otra parte del cuerpo. Más tarde lanzaron un software para usuarios con dificultades del habla, personas que han sufrido, por ejemplo, una parálisis cerebral, padecen ELA o Trastorno de Espectro Autista y les resulta difícil comunicarse. Es una especie de teclado que se adapta a las necesidades del cliente, tiene pictogramas, números, letras o signos que emplea individualmente esa persona para comunicarse. Hace unos años se embarcaron también en el diseño de salas y espacio de estimulación multisensorial, zonas con luces, sonidos y objetos de diferente tacto que sirven también como una herramienta de terapia en residencias de ancianos o centros de atención infantil temprana.
Todas estas herramientas suelen ser muy costosas, no están al alcance de todos los bolsillos, pero la empresa logra que dispositivos que cuestan miles de euros se queden en menos de 300.
«Cada vez que visitamos algún centro para instalar por ejemplo una sala multisensorial es evidente en muchos casos la presencia de las cuidadoras, terapeutas, fisioterapeutas, madres e hijas que juegan un papel importantísimo y fundamental. Nos alegra que nuestro trabajo les ayude también en su día a día», destaca.
La ingeniera trabaja en un campo en el que la presencia femenina es menor. «Muchas veces he sentido que tenía que demostrar lo que sabía y valía, mientras que a los hombres se les presupone», cuenta. García anima a las futuras generaciones de mujeres a embarcarse en las ciencias. «He dado charlas en centros educativos y sé que a las niñas les surge también el mismo conflicto que tuve yo, ese pensamiento de que las ingenierías son algo frío. Es un problema real, muchas piensan que no van a poder, que es muy difícil. Hay que potenciar más estas aptitudes en las jóvenes. Estas profesiones se pierden a la mitad de la población y todo lo que pueden aportar. He tenido la suerte de que mi entorno siempre me ha ayudado a desarrollarme profesionalmente», dice. «Hay capacidad de sobra. A mi me encantaría que mis sobrinas estudiaran alguna ingeniera», sentencia.
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