El granadino que salva vidas por partida doble
Manuel MIngorance logra un perfecto equilibrio de sus responsabilidades como médico, sacerdote y director-presidente de Proyecto Hombre Granada, cimentado por la incondicional colaboración de su equipo, sus compañeros y sus feligreses. En su día a día, ha logrado que cada persona que trabaja a su lado sienta que forman parte del mismo equipo
Álvaro de la Torre Araus
Granada
Sábado, 16 de agosto 2025, 23:37
Cuando se habla de alegría y felicidad, hay instantes que sobrepasan las emociones cotidianas, momentos únicos que se viven cuando hay un Alta Terapéutica de Proyecto Hombre Granada. Para quienes han tenido el privilegio de ser testigos de las ceremonias que allí se celebran, saben que la dicha que se respira es incomparable, y en todas esas escenas está presente un hombre especial: Manuel Mingorance, un verdadero pescador de hombres. Su misión es clara: fortalecer, querer, reponer y, sobre todo, ver a los demás felices. El camino hacia la felicidad, según los antiguos padres del desierto, comienza en un acto de desprendimiento del egoísmo. La tristeza, solían decir, es un eco del egocentrismo que se apodera de nuestra vida interior, cerrándose a la experiencia de lo sublime En este contexto, la búsqueda del bienestar ajeno se revela como el verdadero sentido de la existencia. Esto es lo que impulsa a Manuel Mingorance, médico, sacerdote y director-presidente de Proyecto Hombre Granada, cuya vida es un constante homenaje a la entrega generosa.
La gente suele preguntarse cómo logra atender con maestría todas sus responsabilidades. El éxito de Manolo reside en un perfecto equilibrio, cimentado por la incondicional colaboración de su equipo, sus compañeros y sus feligreses. En su día a día, ha logrado que cada persona que trabaja a su lado sienta que forman parte del mismo equipo, una sinfonía donde cada nota resuena en perfecta armonía. Esta unidad se traduce en una agenda que cobra forma y fluidez. Así, las guardias se establecen los sábados, -día que le encanta trabajar como médico-, las reuniones de equipo se programan por la mañana, el trabajo de despacho se acomoda al mediodía... En este complicado entramado, su móvil se convierte en una oficina portátil que hace posible lo imposible. Manolo siempre está disponible.
Licenciado en Medicina y Cirugía por la Facultad de Medicina de la Universidad de Granada, Manolo ha recorrido un extenso camino en el sistema de salud. Su trayectoria en el Servicio Andaluz de Salud (SAS) como médico de familia le ha permitido conectar con diferentes realidades a lo largo y ancho de la provincia de Granada. Sin embargo, su verdadera pasión lo ha llevado a trabajar como médico de urgencias en el Servicio de Urgencias de Atención Primaria (SUAP) de Granada, tanto en La Chana como en Pradollano, durante la temporada de invierno en la estación de esquí. La célebre frase de San Ireneo —«la gloria de Dios es que el hombre viva»— ilumina su camino y resuena en su labor diaria. Mingorance no solo ejerce como médico, sino que acompaña a sus pacientes. Su travesía profesional es un testimonio de su profunda conexión con la labor asistencial. Desde sus inicios, sintió una callada pero poderosa llamada que lo llevó a elegir la medicina como su camino. Sin embargo, esta vocación no fue suficiente. A medida que profundizaba en su práctica, comprendió que su deseo de servir al prójimo iba más allá de lo terrenal; era una llamada espiritual. Así, decidió convertirse también en sacerdote, entendiendo que su misión en la vida sería la de combatir las heridas del cuerpo y del alma.
Manuel Mingorance es un ejemplo resplandeciente de lo que significa ser un verdadero artesano de las relaciones. En un mundo herido por viejas y nuevas heridas, como señala el Papa Francisco, su vocación brilla con luz propia, ofreciendo no sólo consuelo y esperanza, sino también dignidad. Desde que se graduó en la facultad de Teología de Granada y fue ordenado por el cardenal Antonio Cañizares, mientras estaba destinado como diácono en la parroquia de Pinos Puente. Ha sido párroco de Nevada (Laroles, Mairena, Picena y Jubar), párroco de San Antonio de Motril y capellán del hospital de Santa Ana de Motril, adscrito a la parroquia de Nivar cuando asumió la dirección de Proyecto Hombre Granada. Su influencia no se limita a las paredes de la iglesia, como capellán del hospital de Santa Ana y director de Proyecto Hombre Granada, ha tejido redes de apoyo para quienes más lo necesitan. Mingorance es todo un ejemplo del sentido de la Nueva Evangelización y de lo necesario que resulta llevar la esperanza a las periferias del alma pues la gente necesita, más que nunca, a un pastor que escuche con el corazón.
Actualmente, su labor como párroco in solidum de la parroquia de la Sagrada Familia, -templo jubilar durante este año en el Jubileo de la Esperanza; en Granada norte junto con Antonio Hernández es continua pues como nos dice «es un lugar donde la presencia importa y la cercanía se siente en cada acción». Manolo no solo se dedica al cuidado espiritual de su feligresía, sino que también extiende su mano hacia los migrantes, especialmente aquellos provenientes del Magreb. Su compromiso se manifiesta en cada visita a enfermos, en la acogida y la atención en los distintos programas de Cáritas parroquiales, junto con seglares y religiosas, así como la recepción en las instalaciones de la parroquia del bellísimo Proyecto Cometa. Siempre con una sonrisa y esas palabras milagrosas que repite: «Somos un equipo. Estamos juntos en esto». Esa es la esencia de su vida: abrazar las responsabilidades con pasión, enseñándonos que el verdadero éxito reside en el impacto positivo que generamos en los demás. Con su próxima celebración de bodas de plata, no solo conmemorará 25 años de vocación, sino también una vida dedicada a la fe, al amor y a la comunidad.
Para Manolo, cada día en la Comunidad Terapéutica de Huétor Santillán representa un nuevo amanecer. Es un espacio donde el amor incondicional se erige como el pilar fundamental que sostiene su camino hacia la curación. En este lugar tan especial, rodeado de almas afines que también buscan renacer, Manolo descubre que el altruismo se manifiesta como la clave maestra que abre las puertas de la verdadera felicidad. Aquí, la generosidad de unos pocos transforma la vida de muchos, y juntos, crean un tejido de apoyo y esperanza. La labor de Manolo no es fácil; repleta de desafíos, cada obstáculo superado le ha enseñado una valiosa lección sobre la resiliencia del espíritu humano. Él sabe que la vida son momentos, y por eso, valora cada instante vivido junto a sus compañeros de lucha. Las risas compartidas, las lágrimas derramadas y los sueños reavivados son fragmentos de un mosaico que construye nuevas realidades. Como les comentaba, lo más conmovedor e íntimo de Manuel tiene lugar en el momento de una nueva alta, el orgullo brilla en sus ojos. Ese día, vuelve a sentirse satisfecho porque una persona que lo necesitaba ha abrazado sus miedos, ha aprendido a perdonarse y, sobre todo, ha comprendido que el amor nos impulsa a seguir adelante.
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