El granadino Julio Díaz-Berbel crea la prueba deportiva más dura del planeta: «Lo que hay después de un Ironman»
Empresario de éxito en Perú, presenta un programa de radio con millones de oyentes, quiere dar la vuelta al mundo en moto y ha creado el 'Extreme Survival World Championship'
Julio comía gusanos en mitad de la selva amazónica como el que sale de tapas por calle Navas. «Están deliciosos», se relamía. El tronco de la tarántula, sin patas y con los pelos bien barridos, no le gustó tanto. La serpiente sí, de hecho, le resultó bastante rica. Allí, rodeado de una hermosa e inquietante espesura verde, su apellido era lo de menos. Díaz-Berbel, en su Granada natal, bombea instantáneamente el rostro de su tío, el que fuera alcalde. Y en Perú, donde reside, su foto está en decenas de miles de taxis que pululan por el país. Pero allí nada de eso importaba; sólo sobrevivir. Y sobrevivir, para su sorpresa, era todo un ejercicio mental, un desafío para el espíritu que, sin embargo, era terriblemente inspirador. Bastaba el toque de una pequeña araña de rincón, un bicho del tamaño de un salero, para quedarse petrificado para siempre. Como le pasó años atrás, en Granada, cuando la crisis le tocó. «Qué ricos estos gusanos».
Rondaban los años más duros de la crisis. Julio Díaz-Berbel (Granada, 1963) ya sabía que la vida no le iba a poner ningún límite. Por eso, tiempo atrás, dejó su puesto como ejecutivo en Ford para iniciar una aventura de trece años en Caja Rural, donde llegó a ocupar un alto puesto directivo, hasta que decidió que había llegado, otra vez, el fin. Convencido de su capacidad de reinvención, montó unas clínicas de medicina estética que no pudieron arreglar la malencarada jeta del veneno que cerraba negocios, fulminaba empleos, arrasaba cuentas y hundía morales. Tras vender el negocio, su moral, sin embargo, no cayó. Le dijo a su mujer que no quería estar en ese ambiente de depresión, bajo ese yugo de «con tu edad ya nadie te va a llamar». Y se fue a Perú. ¿Por qué? Porque mientras aquí decrecíamos al 3,5 por ciento, allí la economía crecía entre 6,5 y 7,5 puntos.
Al llegar a Lima, el constante deambular de enjambres de taxis (hay 460.000 taxis en el país; en España, 63.000) le impresionó. «El que les venda el aceite y los neumáticos a los taxistas debe tener un empresón», pensó. Pero no. No había nadie. Y así creó una central de compras para taxis que hoy agrupa a más de 180.000 taxistas. Si han paseado últimamente por Perú es fácil que se hayan topado con su cara, la de Julio, pegada en el lateral de los vehículos. La imagen es un anuncio de su programa de radio, 'Habla Taxista, con Julio Díaz'. Todos los viernes, a las cuatro de la tarde, un millón y medio de personas escuchan su voz. Por su micrófono han pasado, por ejemplo, todos los candidatos a la presidencia de la República del Perú. Sí, en Lima su nombre suena; está en la calle.
Una prueba
Un zumo de naranja y una taza de café. El aire acondicionado funcionando y, de fondo, una melodía de U2. Estamos en un local cómodo, en pleno centro de Granada. «Así llegué a Perú», zanja Julio. «Lo más duro –dice– es vivir largas temporadas a 10.000 kilómetros de mi familia. Mi mujer y mis dos hijos están aquí». Dispuesto a entrar en el nudo de esta historia, Julio recupera la sonrisa y, con las manos bien abiertas, frota su blanca barba y se remanga para describir con todo lujo de detalles aquellos días en mitad de la Amazonia, recorriendo caminos inexistentes para dar forma a la que será, sin duda, la prueba deportiva más dura del planeta. «¿Sabes el Ironman? Pues esto es lo que hay después».
Julio Díaz-Berbel confiesa una especial querencia por las comunidades indígenas. «Desde el principio me llamaba la atención hacer algo por ellas». Estando en Perú recibió la llamada del cardenal Cipriani. «Se enteró a través de un sacerdote amigo en común de que yo estaba allí. Quería que viera qué se podía hacer para movilizar a la comunidad indígena. Le dije que yo no había tratado nunca con ellos y él respondió que había tratado a grandes colectivos de personas y que ése era un gran colectivo de millones de personas. Al día siguiente, un avión de las fuerzas aéreas peruanas me llevó al cogollo del Amazonas, a la base Ciro Alegría». Tras pasar unos días allí, decidió volver para quedarse una temporada. «Descubrí que tienen una capacidad innata para conservar su vida pero no para ganar dinero. Había que hacer algo turístico. Entonces se me ocurrió: organizar una prueba deportiva que llame la atención de todo el mundo». Y no una prueba cualquiera: la más difícil.
«Al hacer el diseño de la prueba, me demandó que había que hacerlo a nivel internacional. Entonces ampliamos el reto. Lo haríamos en el lugar más inhóspito de los cinco continentes». Así nació 'Exur' (Extreme Survival World Championship), el campeonato del mundo de supervivencia extrema sin asistencia. A saber: un helicóptero abandona a los participantes en un punto del mapa y les da un tiempo determinado –entre 5 y 7 días– para llegar a la meta. Pueden ir equipados con todo lo que deseen siempre que no sean medios motorizados ni apoyo externo. «Va a ser tan difícil que lleven lo que lleven les va a costar mucho trabajo». La prueba ya cuenta con las autorizaciones pertinentes para realizarse en Perú y, además, se ha declarado prueba deportiva de interés nacional. «Es un desafío para la mente, para el espíritu y para el cuerpo. Tú puedes hacer un triatlón, pero eso no es la selva ni el desierto ni la montaña. En las rocosas –en la mirada de Julio se van dibujando horizontes–, el juego de botas te dura tres días. En el Salar de Uyuni, tu deshidratación puede llegar en no menos de tres días. En la selva, tardas en deshidratarte un día... En estas pruebas lo primero que tienes que hacer es concienciarte de que no tienes límites».
«Queremos añadir a un Ironman la falta de asistencia, la preparación mental y el miedo; y a ver cómo es capaz de resolver esas tres cuestiones una persona»
Julio sabe de lo que habla. Él mismo ha recorrido algunas de estas rutas. La primera prueba, planteada para agosto de 2020, será allí, en la selva amazónica, 70 kilómetros donde los gusanos están deliciosos y las arañas pueden poner fin a tu vida. Hasta 20 supervivientes podrán inscribirse. La prueba se basa en el apoyo recibido de comunidades indígenas que, en los días previos, enseñarán los trucos básicos de supervivencia: qué lianas son bebestibles, cómo cortarlas, qué no debes tocar... «Queremos añadir a un Ironman la falta de asistencia, la preparación mental y el miedo; y a ver cómo es capaz de resolver esas tres cuestiones una persona. Sabemos que hay gente preparada, pero no se les ha planteado el reto ni existía una organización detrás. Hasta ahora. Te aseguro que la capacidad que tenemos de adaptación y de poder resolver situaciones bajo el miedo es muy superior a lo que nosotros pensamos».
La idea es que el que consiga ganar tres pruebas será nombrado campeón del mundo de supervivencia. El siguiente desafío, por cierto, será en la sabana africana: una carrera durante cinco días. «Pero junto a lo deportivo hay un objetivo social. Tan o más importante», incide Julio. Y sigue: «Haciendo la competición podemos llamar la atención sobre esas poblaciones y a la vez apoyar con nuestro conocimiento para que tengan un poco de desarrollo. Esto servirá para que los indígenas monten sus propios negocios de restauración, de hostelería... Está demostrado que cuando creas una prueba deportiva genera cierto interés turístico. Además, gracias a la prueba dejaremos allí recursos que no tienen ahora mismo: generadores, repetidores de Internet, formación médica, ropa... Queremos que la prueba deje una huella que a ellos les permita sobrevivir. Nada de pescados. Cañas». Julio Díaz tiene abierta una campaña de patrocinadores, de marcas que quieran sumarse al proyecto: bebidas isotónicas, motor o aseguradoras, propone. «Todas las empresas que deseen participar tienen las puertas abiertas (le pueden encontrar, dice, en este correo propjdb@gmail.com)».
El café, que hoy deja un extraño y sabroso regusto a gusano, se acaba. Julio Díaz-Berbel no tiene miedo a las picaduras de ninguna araña; sabe resucitar. Su cara, tan granadina como peruana, pasea por la calles del mundo, sin fronteras, dispuesta a poner voz, a emprender e infundir valor. Es un superviviente.
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