La torta más señera de Granada
La granadina que dio nombre a la famosa MaritoñiEn 1957 el pastelero Raimundo Pérez inventó una cuajada de carnaval de bolsillo inspirada en su hija, que hoy tiene 66 años y dirige la fábrica con sus hermanos
A Luis Miguel Sánchez le encanta presentar a su mujer a desconocidos. La mira con la misma fascinación que sintió el día que la conoció, hace más de cincuenta años y presume: «Ella es la auténtica Maritoñi».
No puede ocultar el orgullo que le produce estar casado con Maritoñi Pérez, la mujer que dio nombre a la torta más famosa de Granada -con permiso de la torta de la Virgen- y que inspiró este dulce genuino que atesora setenta años de historia ligada a la de generaciones de granadinos.
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Para contar la historia de su nombre y de su torta, Maritoñi Pérez se remonta a la historia de su padre, el pastelero Raimundo Pérez, un hombre que nació en Loja en una familia tan acaudalada que paseaba en Rolls Royce en los años Treinta del pasado siglo pero que por avatares del destino lo perdió todo en los convulsos años de la Guerra Civil. Raimundo llegó a Granada con su madre enferma y con apenas siete años tuvo que emplearse en los trabajos más duros como transportar carbón o leña.
«Tenía una miopía magna y el pobre estuvo sin ver nada hasta los 18 años, hasta que se pudo comprar unas gafas», rememora Maritoñi.
Pero Raimundo era muy inteligente y movido por sus ganas de prosperar entró como aprendiz a la pastelería más famosa de Granada, el obrador de Don Juan Díaz. Cuando se jubiló el maestro, Raimundo que era el último que había entrado, fue el único que dio un paso adelante para endeudarse hasta las cejas y quedarse con el negocio. Una decisión que cambiaría para siempre su suerte.
En 1950, le dio a la pastelería su propio nombre y mano a mano con su mujer María Antonia, la madre de Mari Toñi, costurera de profesión, levantaron el negocio con todo tipo de dulces en los duros años de la Postguerra.
«El dulce favorito de mi padre era la cuajada de carnaval, pero era caro, se presentaba en cerámica, así que inventó un dulce más fácil de llevar con los mismos ingredientes de la cuajada: bizcocho, azúcar y cabello de ángel». Aquellas primeras tortas de bolsillo, germen de las maritoñis, se empezaron a envolver en el papel de las antiguas Tortas Gloria.
Pero en 1957, ya se le habían acabado los papeles de esas tortas y María Antonia ya estaba embarazada de su primera hija así que la pareja, Raimundo y María Antonia, buscaron un nombre con el que bautizar a sus dos queridas creaciones y lo tuvieron claro: la niña y la torta se llamarían Maritoñi.
El Café Fútbol
El Café Fútbol fue el primer cliente en confiar en las maritoñis. A partir de ahí el boca a boca extendió por Granada la fama de la torta con nombre de niña. «Mi padre no entendía de maketing pero tenía mucha vista, invertía los beneficios en que la torta se conociera, patrocinaba competiciones de ciclismo, montañismo... la maritoñi salía en los periódicos de la época», relata Maritoñi.
La torta se hizo la reina absoluta del obrador e impulsó el negocio, que cada vez necesitaba más espacio. En 1971 trasladaron el obrador hasta el Zaidín, donde compraron el local del antiguo cine Tívoli. «Nos odiaron en el barrio por quitarles el cine», rememoran entre risas Mari Toñi y su hermano Raimundo, que junto a sus cuñados y a la tercera generación de la familia están al frente de la empresa.
Los tres hermanos Pérez -María Angustias es la tercera- recuerdan su infancia subiendo las montañas de sacos de harina y azúcar del obrador como pasatiempo favorito y ayudando a hacer las famosas tortas desde bien pequeños. Con el horno debajo de la casa, desarrollaron de paso una resistencia natural al calor que a día de hoy hace que en verano ni se despeinen.
Orgullo
Maritoñi estudió Magisterio y Filosofía, Raimundo Derecho y María Angustias hizo Medicina pero los tres han permanecido muy ligados a la pastelería familiar, que hoy está en el polígono indutrial de Ogíjares y da trabajo a 22 familias. La torta, presente en las principales cadenas de supermercados del país, ha hecho crecer a la empresa que fue la vida de sus padres y también ahora la suya.
«A mi me llena de orgullo decir que mi padre fue el creador de la maritoñi y que lleva mi nombre porque es mucho más que un dulce, es una seña de identidad de Granada», concluye Mari Toñi con una sonrisa.
Los hermanos Pérez no tienen duda sobre cuál es el secreto de su longevidad y su éxito: «El único secreto es que está buena y que es una constante en la vida de los granadinos, sabe igual que la que se comían de niños porque nunca hemos rebajado la calidad».
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