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La manifestación del 25-N, a su paso por Gran Vía. ALFREDO AGUILAR

Granada grita no, no, no y dos mil veces no

La manifestación del 25-N atravesó la ciudad con un cántico muy presente:«Quien ama no mata ni humilla ni maltrata»

Jueves, 25 de noviembre 2021

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Los ojos morados deberían ser así siempre, de todos los colores, como los de este 25–N en Granada. Ojos azules, verdes, negros, marrones, todos abrigados con bufandas moradas, pañuelos morados y mascarillas moradas. Ojos vestidos con pantalones, camisetas, mochilas y hasta pestañas moradas. Ojos con letras moradas, frases moradas y gritos morados. Porque los ojos, los morados, nunca deberían ser otra cosa. «¡Salimos en cinco minutos chicas!». Poco antes de las 18.30 horas, el Triunfo ya tenía un color destacado. La manifestación por el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer había congregado a un primer centenar de mujeres y hombres, cargados con pancartas y puños en alto.

Entre la marabunta, Rosa sostenía bien arriba una cartulina en la que se leía «No es no y si no digo sí, también es no. Basta ya». «Estoy aquí para denunciar que año tras año, día tras día, nos matan, nos violan y hacen con nosotras muchas cosas que no queremos que nos hagan –dijo la joven de 34 años, con fuerza–. Y no se enteran de que no es no. Aquí estamos para defender a las que estamos, a las que por desgracia no están y a las que vendrán». Cuando Rosa se giró, para unirse a la cabeza de la manifestación, mostró el mensaje que iba en la contra de su cartel: «Somos el grito de las que no tienen voz».

Rosa y otras manifestantes. A. AGUILAR
Imagen principal - Rosa y otras manifestantes.
Imagen secundaria 1 - Rosa y otras manifestantes.
Imagen secundaria 2 - Rosa y otras manifestantes.

Poco a poco, la calle se llenó de voces cargadas de futuro, llegando a participar, en el momento más álgido de la manifestación, unas dos mil personas que recorrieron el corazón de Granada, desde el Triunfo hasta el Paseo del Salón. Y todo arrancó con una consigna, un grito eléctrico y poderoso que se repitió a lo largo de la tarde: «Quien ama no mata ni humilla ni maltrata». La pancarta encargada de cortar la marea y el frío del jueves decía así: «Vivas. Sin miedo, libres y con derechos. Ni una menos». Sosteniéndola iban, entre otras, Clara Castarnado y Diana Carranza, dos de las organizadoras, que subrayaron la importancia de la educación para evitar esta violencia insoportable e insistieron en que manifestaciones como esta dan visibilidad, «porque lo que no se nombra no existe».

Alejandra y Sonia vinieron armadas y se fueron afónicas. Ambas, altavoz en ristre, fueron el latido y el bombeo constante de la marcha. «¡Aquí están las feministas!», gritaban, provocando una ola que removía la marea hacia atrás, del principio al final de Gran Vía, como un tsunami imparable. Cinta, de 36 años, se paró en la acera con sus hijas Mara y Cleo, de 10 y 3. Vestían abrigos morados «de pura casualidad», pero las tres decidieron unirse, al menos por un ratito, a la manifestación. «Hay que hacerlo porque hay cosas que hay que conseguir –afirmó Mara, que hoy trabajó el tema en el colegio–. Todo el mundo tiene que tener los mismos derechos».

Alejandra y la marea que venía detrás. A. AGUILAR
Imagen principal - Alejandra y la marea que venía detrás.
Imagen secundaria 1 - Alejandra y la marea que venía detrás.
Imagen secundaria 2 - Alejandra y la marea que venía detrás.

Desde el principio, un nutrido grupo de voluntarios repartió octavillas informativas exclusivamente a los hombres. En ellas se leía «Implicados os queremos» y, por detrás, explicaban que la organización quería dirigirse «directamente a los chicos». «No os quedéis rezagados, os necesitamos implicados y participando en las movilizaciones».

Cuando la manifestación ya cruzaba Gran Vía por completo, ocho tambores removieron la noche con un ritmo contagioso. La batucada se filtró por escaparates y tiendas, sacando a la calle a los despistados. Blanca, nada más escuchar el primer «pum» se incorporó del carrito, aplaudió con sus guantes de lana y bailó con las piernas al aire. «Tiene dos años y ya tiene ganas», rió su madre, Laura. «¡Re–sis–ten–cia!», repetían Alejandra, Sonia y todas las demás, al girar por Reyes Católicos, levantando una nueva ovación.

Haciéndose una foto en la manifestación. A. AGUILAR

La manifestación, que transcurrió con absoluta tranquilidad y sin ningún altercado, sí que provocó un efecto magnético. La gente –una inmensa mayoría, al menos–, al ver la larga cola de cabezas moradas, sacaba los móviles para grabar un pedacito de la protesta. Esos vídeos puede que se conviertan en 'stories' de Instagram o, quizás, no se vuelvan a ver nunca más, como tantos otros. Pero, tal vez, por un ratito, se hagan virales por dentro.

A las ocho de la tarde, las dos mil voces contra la violencia machista llegaron al Paseo del Salón, al quiosco donde tuvo lugar la performance final, a cargo del grupo Las magdalenas. Cubiertos con una larga sábana morada, los intérpretes fueron relatando testimonios reales de mujeres reales que han sufrido violencia extrema durante este año. Uno de esos casos fue el de Juana Rivas, que levantó un aplauso acompañado del grito «¡Juana Rivas, libertad!». Una de las organizadoras, al terminar, dio las gracias a Granada «por demostrar que es una Granada feminista». «La alegría de hoy –dijo, entre vítores–, de este 25–N, es la unión que hay hoy por todo el mundo contra las violencias machistas». Finalmente, al unísono, corearon una vez más: «¡Vivas! ¡Sin miedo! ¡Libres y con derechos!».

A. A.
Imagen principal - 25-N | Granada grita no, no, no y dos mil veces no
Imagen secundaria 1 - 25-N | Granada grita no, no, no y dos mil veces no
Imagen secundaria 2 - 25-N | Granada grita no, no, no y dos mil veces no

De vuelta a casa, cinco amigas guardaban sus pancartas en una gran bolsa cuando una de ellas propuso quitarse los pañuelos morados que todas llevaban en la cabeza. «No, no», respondió otra. «Hoy me acuesto con el morado encima».

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