Garabato, Caramela y los mayores de Belicena
Equinoterapia ·
Ancianos de la residencia María Zayas con deterioro cognitivo interactúan con caballos gracias a un programa de la Junta subvencionado con el 0,7% del IRPFAmelia aparca su andador para peinar con delicadeza las crines de Caramela. De repente, suelta un beso a la yegua. Está disfrutando del momento bajo la atenta mirada del responsable del equino, que mantiene sujeto al animal. A escasos metros, en la misma explanada de acceso a la residencia de mayores María Zayas, se encuentra Garabato, un precioso caballo al que se acercan otros ancianos con sus caricias, entre ellos Ramón, de 67 años y amante de los llaveros y los gorros.
Amelia y Ramón son dos de los residentes de este centro de la Fundación Gerón en Granada que ayer vivieron una mañana especial, una mañana de equinoterapia. Ambos mimaron a Garabato y Caramela, traídos expresamente de la Yeguada Los Majuelos de Cantillana (Sevilla) para que interactuaran con los usuarios de la residencia.
El viaje a Belicena de Garabato y Caramela, de 16 y 12 años, respectivamente, no ha sido el primero. Ya visitaron en marzo los exteriores de estas instalaciones, que dirige Mariola Hita y que cuentan con 106 residentes. Ayer llegaron en un remolque pasado el mediodía. Los ancianos los esperaban sentados en sillas, como espectadores de primera fila.
Pasodoble
Un pasodoble español sonaba cuando los equinos irrumpieron en la residencia. «Ya están aquí», grita una señora en silla de ruedas. Otra sale del interior del recinto y, al escuchar la música, confiesa sus «ganas de bailar». Las riendas de los animales las llevan José Ortiz y David Loma, que además traen una sorpresa para Ramón: un sombrero cordobés que se coloca de inmediato el hombre nada más recibirlo.
Dos mujeres jóvenes se acercan a uno de los équidos con Vicente López, de 71 años y que lleva una semana en el centro. Son sus hijas María e Isabel. A las dos se les saltan las lágrimas al observar cómo su progenitor comienza a peinar las crines con una inesperada agilidad y soltura. «Es difícil verlo interaccionar con algo, está siempre muy apagado, muy aplacado, y mira cómo está ahora!».
«El contacto físico con los caballos, y sobre todo para quienes tienen deterioro cognitivo, es bestial», afirma la directora de la residencia, que alaba los beneficios de este tipo de terapias. El 80 por ciento de sus residentes presentan deterioro cognitivo en distinto grado de evolución. «Ellos no pueden expresar sus emociones a través del lenguaje, porque sus capacidades ya están muy mermadas, sobre todo las comunicativas, y lo hacen a través de la interacción de los animales».
«Algunos no pueden expresar sus emociones a través del lenguaje, porque sus capacidades ya están muy mermadas, y lo hacen a través de la interacción con los animales»
Mariola hita
Directora de la residencia María Zayas de Belicena
La iniciativa se llama 'Intervenciones asistidas con animales' y forma parte de un programa financiado por la Consejería de Igualdad, Políticas Sociales y Conciliación de la Junta de Andalucía. Este programa está subvencionado con el 7 por ciento de las retenciones del IRPF para fines sociales. «Tenemos este programa y otro de implantación del modelo de atención centrado en la persona», añade la directora.
Archidona
Isabel Alés está junto a ella cuando culmina la actividad. Alés dirige también otro centro de la Fundación Gerón en Archidona (Málaga) y se ha desplazado a Belicena con cinco residentes y técnicos para que vivan la experiencia. «Hemos venido de convivencia y uno de nuestros mayores, Victoria, ha sido la primera vez que ha tocado un caballo. Ha sido una experiencia muy bonita y ¡hasta le ha cantado!», comenta.
Amelia, cuyos apellidos son García Alabarce, se ríe cuando la periodista le pregunta si le gustaría montarse. No lo hará. Ni ella ni ninguno de los mayores porque es peligroso. Pero esta mujer deja claro que no sería una novata como amazona: «He montado en burro, el que tenía para ir a la Vega mi padre, que tenía una vaquería», rememora a sus radiantes 89 años.
Garabato y Caramela deben volver a su cuadra y lo hacen sin relinchar. Constantina y Antonia aprovechan los últimos minutos junto a ellos antes de ser conducidos al remolque. Allí, en tierras hispalenses será la próxima sesión en septiembre u octubre.
Es casi la una. El sol calienta a base de bien y los ancianos han de entrar al salón del comedor de la residencia en breve si no quieren que se enfríen sus platos. Lo hacen ya con los sentidos bien despiertos, con una sonrisa instalada y ya con un previo buen sabor de boca.
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