El futuro que traía 'El rescate del talismán'
La Pretemporada ·
Todavía hoy, cuando mencionas el nombre del programa, los niños de 1991 se giran con un «era una pasada». ¿Quién no soñó con aparecer dentro de aquel castillo de croma y vencer al Señor de la Maldad?Un señor con barba cana, túnica verde y capa blanca enrollaba un mapa entre sus manos. Mirando a cámara y sin mediar más explicación, contaba su historia: «Cuando era joven y servía a mi maestro como aprendiz de mago conocimos algunas de las cortes más suntuosas de toda la cristiandad. Poco sabía entonces de los sacrificios que exigía la ciencia de la magia...». A continuación, El Mago, que es como se hacía llamar, revolvía en sus cajones con la angustia del que no encuentra solución: «El Señor de la Maldad robó nuestros talismanes. Para desterrar al mundo de esta maldad, es menester que vengan aquellos descendientes de los caballeros del talismán. Invocaré ahora a cuatro miembros de la noble orden». En ese momento, todos los niños de España apretábamos los puños y cerrábamos los ojos con la esperanza de que, al abrirlos, estuviéramos en el castillo, dentro de la tele, rodeados de nuestros amigos y vestidos con esas armaduras tan chulas. Al abrir los ojos nos teníamos que conformar con ver a otros cuatro niños, tan ilusionados como nosotros. «Qué suerte han tenido», maldecíamos en voz alta. Entonces, El Mago lanzaba la pregunta que iniciaba la aventura: «¿Quién será el primero en comenzar el reto?». Aquel día fue Roberto.
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El inconmensurable Ricardo Palacios, fallecido en 2015, era El Mago. Y él, además de ejercer como presentador de 'El rescate del talismán', era una suerte de máster de una partida de 'Dragones y Mazmorras'. Una partida de rol que, en 1991, nos dejaba perplejos frente a la pantalla. Todavía hoy, cuando mencionas el nombre del programa, los niños de aquella época se giran emocionados con un «era una pasada» en la boca.
El programa, pese a la sensación de obra de teatro, era un concurso. Un miembro del equipo debía entrar en el castillo mágico. Roberto, en este caso. Pero antes de entrar, El Mago le armaba con un enorme casco que le bloqueaba completamente la visión. Luego, atravesaba una puerta y el resto del equipo le guiaba como si fuera, literalmente, el personaje de un videojuego. El castillo, en realidad, se generaba con un simple croma (un fondo verde), creando el espejismo de que Roberto estaba dentro de una habitación o cruzando un puente o en mitad de una prisión. «Vamos, Roberto, avanza –le decían sus compañeros mediante un micrófono–. Otro paso. Otro paso. Cuarto de vuelta a tu izquierda. Sigue recto. ¡Para, para, para, que te caes!». Si Roberto caía por el mapa o no superaba el reto que encontraba (un enigma, una prueba de habilidad, un cronómetro) era atrapado por el Señor de la Maldad y otro miembro del equipo entraba al castillo.
El castillo, en realidad, se generaba con un simple croma (un fondo verde), creando el espejismo de que Roberto estaba dentro de una habitación o cruzando un puente o en mitad de una prisión
Si ganaban las pruebas y conseguían llegar al final, el personaje de El Rey les entregaba una contraseña que era la que tendrían que utilizar para vencer al Señor de la Maldad. Si lo hacían correctamente, recuperaban el talismán y se pasaban el juego... Porque esto era lo más parecido a estar dentro de un videojuego que nadie pudiera imaginar. ¿Saben la película 'Ready Player One', de Spielberg? 'El rescate del talismán' fue exactamente eso: un sueño que anunciaba un futuro que llegaría, inevitablemente, a todas las casas. El programa, de hecho, estuvo patrocinado por Sega, que en aquel momento era una de las dos grandes marcas de videoconsolas, junto a Nintendo. Fueron 78 programas, emitidos entre 1991 y 1994; 78 veces que cerramos los puños y apretamos los ojos, con la esperanza de aparecer allí dentro.
Un año después, en el 95, TVE estrenó 'La noche de los castillos', en el que los concursantes, ahora adultos, jugaban dentro de los castillos más impresionantes de la geografía española. Todo un despliegue que contaba con el mismísimo Anthony Quinn, que interpretaba a un espectral Rey Folof. Quisieron hacer 27 programas, pero en el 15 fue cancelada. El croma, después de todo, tenía su magia.
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