Festín de chacinas en el valle del paraíso
Verano en bermudas ·
Las fiestas de Pinos del Valle concluyen con un ágape de productos del cerdo, excusa perfecta para volver al divino Valle de LecrínJESÚS LENS
Granada
Domingo, 18 de agosto 2019, 03:44
Son las dos de la tarde y canta la chicharra. Me llega el rumor de la fiesta, el runrún de la gente concentrada en torno a la iglesia de San Sebastián, en Pinos del Valle, que se apresta a terminar sus fiestas patronales. Escribo acompañado de dos vasos, uno de sangría y otro del vino de Bernardino. Además, tengo a mi alcance chorizo, morcilla, salchichón, queso de cerdo, salchicha y unos chicharrones caseros que quitan el 'sentío'. Me faltan manos y, les confieso, no termino de entender por qué mis dedos se aplican al teclado en vez de a las chacinas.
La carnicería David, ubicada junto a la iglesia de San Sebastián, contribuye a convertir el día de hoy en una fiesta auténticamente popular. Nos lo explican el alcalde de Pinos y su segunda de a bordo: hace años, al terminar la misa, el Ayuntamiento invitaba a una cerveza. Pero faltaba la tapa. Los dueños de la carnicería se aplicaron a cortar el salchichón y el chorizo que tenían más a mano y a servirlo a la gente. Y hasta ahora.
Así lo recuerda Mercedes, la dueña de la carnicería: «Empezamos cortando un poco de embutido para acompañar la cerveza en 2006 y hoy servimos unos 150 kilos de carne, entre jamón y diferentes tipos de chacinas». Lo dice sin darle importancia, pero sí quiere destacar una cosa: «Nos tienen que apoyar a los comercios chicos. Los grandes cada vez son más grandes y los pequeños, cierran». Por fortuna, la carnicería David se ha labrado una extraordinaria fama: con 60 años de historia, cría a sus propios cerdos, hace matanza cada semana y sirve su producto a todo El Valle. «Hasta de Granada viene gente a comprar nuestro embutido», presume Mercedes mientras envuelve las chacinas que han sobrado para que se las lleven a casa los seis chavales que la han estado sirviendo a más de 500 comensales.
El año pasado estuve en Pinos con María Isabel, Carolina y mi Cuate Pepe. Era final de agosto. Subimos a la ermita del Cristo del Zapato y quedamos emplazados para disfrutar de las fiestas de este año. Y aquí estamos. Sufriendo, como dicen los instragramers. Tras la interpretación musical de la banda de música de la localidad, nos cruzamos con el televisivo actor Antonio Velázquez, que acaba de terminar su participación en la serie de Netflix 'Las chicas del cable' y ha enlazado con el rodaje de Álex de la Iglesia y su primera serie para la HBO: '30 monedas'. Se muestra encantado de venir a su pueblo y disfrutar de las fiestas. Y lo bien acogido que es por los vecinos, con quienes no deja de hacerse fotos y selfis.
–¿Unas impresiones sobre Álex de la Iglesia?
–Cañero, pero muy bien. Un excelente director –responde.
Hablamos, cómo no, de la Granada que se va quedando vacía. Nos cuenta Julia, la antigua alcaldesa con la que comenzó la tradición de las chacinas, que no es sólo que los jóvenes se vayan, sino que mueren muchos mayores. Demasiados. Lo que me recuerda a las palabras de Alonso de Granada Venegas, noble, militar y mecenas de origen morisco del siglo XVI, alcaide del Generalife y participante en la represión de la rebelión de 1568. Al terminar la contienda, dejó escrito lo siguiente sobre la situación de El Valle: «...claro está de ver quanta lástima y compasión es que un reyno como este esté tan asolado desierto y destruido... porque los pobladores que vinieron de fuera del reyno si algunos han quedado toda es gente pobre descalça y miserable que mueren de ambre y que tiene la capa en el hombro para bolverse huyendo como cada ora lo hazen sin poder pagar lo que deven…».
El actor Antonio Velázquez ('Las chicas del cable') estaba encantado de regresar a su pueblo
Para revertir aquella situación de penuria, el gobierno tomó las siguientes decisiones: protección de los árboles frutales, reedificación de casas, construcción de nuevos edificios públicos y repoblación de personas. Así vinieron a El Valle nuevos vecinos de Jaén, Córdoba, Galicia o La Mancha. Hoy, los naranjos y los limoneros son los mejores embajadores de la comarca y cada vez hay más vecinos que vienen de fuera. Muchos británicos, con permiso del Brexit. Aun así, hay que repensar lo de la Granada que se nos vacía.
¿Y sobre el patrimonio monumental? Nos acercamos a la iglesia de San Juan Evangelista, en Melegís, que data del siglo XVI. Dos elementos importantes: el crucero –primo hermano de los cruceiros gallegos– y un enorme árbol en la puerta.
Un olmo de 500 años
«Es un olmo. Y tiene lo menos 500 años», nos dice una vecina. «¿No veis que no da peras, por mucho que se lo pidáis?». Y se ríe a mandíbula batiente. De la 'gatá' que hicieron con la remodelación del entorno, como ella lo describe, se ríe menos. Cambiaron los bancos originales, de piedra, por otros de forja. Y entubaron la acequia, lo que casi mató de sed al olmo, que estuvo más muerto que vivo. Alimentado con riego por goteo, vuelve a lucir esplendoroso.
O la propia iglesia de San Sebastián de Pinos, que hoy tiene a unos invitados muy especiales: la Virgen del Rosario y San Roque. La tradición de Pinos manda que, el 15 de agosto, la Virgen del Rosario y San Roque visiten a San Sebastián en su ermita, lo saquen de su casa y se lo lleven a la iglesia de la Inmaculada Concepción, donde los tres pasan la noche, juntos.
El 16, tras la misa en honor a San Roque, las tres figuras se instalan en la iglesia de San Sebastián, que ejerce de anfitrión, y donde vuelven a pasar la noche en buena compaña.
Al día siguiente, tras una nueva misa, el revoloteo de la bandera marca el momento de la despedida: San Roque y la Virgen vuelven a su iglesia y San Sebastián inicia una cuenta atrás de 362 días, a la espera de que, el año próximo, vuelvan a visitarle. Tradiciones religiosas y gastronómicas que conviven en un Valle paradisíaco, aun en estos días en los que la flama amenaza con volvernos a todos locos.
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