

Un «milagro» en Granada
De estar un mes entre la vida y la muerte a salir andando de la UCINerea pasó una hora en parada cardiorrespiratoria y las probabilidades de salir adelante eran casi nulas; contra todo pronóstico, lo ha logrado y sin secuelas
Hay ojos a los que miramos durante toda una vida, pero no siempre de la misma forma. No es igual fijar las pupilas en las de otro si estamos enamorados, enfadados o decepcionados; si lo vimos ayer o han pasado dos décadas sin noticias suyas; si ese es el día en el que lo conocemos o aquel en el que nos despedimos con un 'hasta siempre'. Entre unas miradas y otras pasa la vida, aunque a veces no hay que esperar tanto tiempo. Que se lo digan si no a Puri Fernández, médico intensivista del Hospital Universitario Clínico San Cecilio, que durante casi un mes ha fijado sus ojos en los de Nerea, pero entre el primer día y el último ha pasado un mundo. Durante su estancia en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI), la observaba con preocupación, con pesar, con angustia. Ambas tienen la misma edad; pensaba que podía ser ella la que estuviera en esa cama. Sin embargo, ayer la miró de forma tan diferente… Nerea se encuentra, por fin, en planta, después de darle la mano a la muerte y, de forma amable, invitarla a marcharse. Puri la observaba esta vez desde la calma, la alegría y la satisfacción del trabajo bien hecho: «El suyo es de los casos que se recuerdan, por los que merece la pena ser médico».
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Una pedida de mano antes de salir del hospital
La de la joven granadina, de 30 años de edad, es de esas historias que contar a los nietos; no todos los días se vuelve a nacer. Hace justo un mes, el pasado 3 de junio, iba conduciendo cuando notó que algo no iba a bien. Su madre, Olivia Guardia, con esa intuición que solo tienen las progenitoras, la llamó justo en ese momento. «Estoy muy mala, me va a dar un ataque de ansiedad», le comunicó por teléfono su hija. Ella le dijo que parase y siguieron hablando, pero la charla empeoró por momentos. Nerea comenzó a balbucear. No era un ataque de ansiedad.
Antes de perder por completo el habla, logró decir el lugar de Armilla en el que se encontraba. Su padre, que estaba cerca y fue alertado por Olivia, llegó en seguida y la sacó del coche. «Eso es lo último que recuerdo», cuenta Nerea. Casualmente, una ambulancia pasaba por el lugar y la llevó al Clínico. Entre unas cosas y otras, había estado prácticamente una hora en parada cardiorrespiratoria, un tiempo desorbitado. En la inmensa mayoría de los casos, después de los diez minutos la tasa de supervivencia es nula. «Me despedí de ella a las 14.00 horas estando bien y un rato después me decían que se moría», explica su madre entre lágrimas.
Nerea Castellón había sufrido un tromboembolismo pulmonar, es decir, un coágulo de sangre que había derivado en una parada. Según Puri Fernández, los coágulos son relativamente frecuentes en mujeres jóvenes. Influye el uso de anticonceptivos, el tabaco o los golpes. En este punto, es interesante reseñar que, unos días antes, un coche se saltó un ceda al paso y chocó contra Nerea cuando iba caminando por la acera.
En cualquier caso, la joven ingresó en la UCI en estado crítico. «Llegó muy mal, le pusimos la ECMO, es decir, una técnica que proporciona soporte vital a pacientes con insuficiencia respiratoria o cardiaca grave y que, afortunadamente, utilizamos muy poco. No nos podíamos despegar de ella ni dos minutos, porque se nos iba», detalla la intensivista, que la atendió durante toda su estancia en la UCI. La intubaron durante tres semanas. La cicatriz de la traqueotomía en el cuello habla por sí sola.
Contra todo pronóstico, pasaron los días y se fue estabilizando. Le retiraron paulatinamente máquinas e intentaron despertarla para ver cómo respondía. Había altas posibilidades de que se quedara en estado vegetal, había pasado demasiado tiempo con el corazón parado y poco oxígeno. «Nos llevamos una sorpresa enorme, enorme, porque poco a poco fue hablando, moviéndose y hasta comiendo. Salió andando de la UCI», detalla Puri con ilusión.
Nerea se encuentra inmersa en el proceso de rehabilitación, pero en general es la misma de antes. «Es poco frecuente que no haya secuelas y que siga con su vida autónoma», añade la profesional sanitaria. Más allá de los diagnósticos, habla desde el corazón: «De cómo entró a verla así hay un mundo de diferencia, es increíble. Nos ha dado a todos una alegría tremenda», admite.
«Esta niña ha sido un milagro»
La madre de la paciente no deja de llorar. ¿Cuántas emociones es capaz de soportar el cuerpo humano en tan poco tiempo? Se encuentra devastada, pero inmensamente feliz. «Los mismos médicos me lo dijeron, lo de esta niña ha sido un milagro. Cuando vi que sabía quiénes éramos, que hablaba, que recordaba números de teléfono… no podía creerlo. ¡Era ella!», apunta. Además, teóricamente no le quedarán secuelas y podrá recuperar toda la movilidad -ahora tiene dificultades para mover el brazo derecho-. «La vida le ha dado una segunda oportunidad y va a aprovecharla», insiste Olivia. Mira a su niña y la besa una y otra vez. «Qué bonita eres», le dice. Y ambas lloran juntas, de la mano, pero esta vez de felicidad.
Lo último que recuerda Nerea es cómo su padre la sacó del coche, la estancia en la UCI la tiene muy difusa. Una vez en planta, le han relatado lo que ha sufrido. Lo ha asimilado bastante bien; cuando uno roza la muerte, da las gracias por todo. Le preguntamos qué es lo primero que hará cuando salga del hospital. La respuesta deja a todos en blanco: «Ser feliz. Voy a cambiar totalmente mi vida anterior». Así de simple y complejo a la vez.
Está deseando volver a bailar -su pasión es el flamenco-, abrazar a sus amigos, pasear a sus perros. Quiere visitar Asturias, comer bien rico y darle las gracias a todos los que le han mandado mensajes durante este mes, que han sido muchos. En el hospital ya le ha dedicado unas bonitas palabras a los que la han cuidado con tanto mimo: «Sin vosotros no habría vuelto a nacer». Los sanitarios se emocionan y uno de ellos le responde: «Tú nos das fuerzas para seguir, gracias a ti».
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