«Me decían que nunca vendrían 100.000 personas al Parque de las Ciencias y menos pagando. Tuve la suerte de estar pirado»
Ernesto Páramo | Exdirector del Parque de las Ciencias ·
«Me dicen que vendrá un paracaidista pero yo confío en que se hará una convocatoria pública. Y espero que haya un gran profesional al frente»Ernesto Páramo se define a sí mismo como un «tipo raro». Puede que no sea más que una excentricidad. A ver: para matar el tiempo piensa en la relación de los seres vivos con los fractales, estudió Derecho y acabó dedicado a la Ciencia, lleva un bolígrafo negro y dos móviles en el bolsillo de la camisa pero no usa ni Whatasapp ni redes sociales. Al fin y al cabo, todo el mundo tiene sus rarezas.
El 6 de noviembre se hizo pública su renuncia como director del museo que él mismo creó hace 25 años. Pasa a un segundo plano por motivos de salud, aunque precisa sobre la marcha que está bien físicamente. Habla rápido, a esa velocidad a la que la mayoría de los mortales serían –en periodismo no se aconseja usar la primera persona del plural– incapaces de hilvanar alguna frase con criterio, y cuando se apasiona le vuelve el acento gallego. Se excusa continuamente tras alguna reflexión que intuye polémica y, ahora que ha conseguido que sus características gafas se queden fijadas a la nariz, hace continuos esfuerzos por mantener en su sitio la mascarilla quirúrgica. Francia le acaba de reconocer con el premio Eureka, el primer español que obtiene esta distinción a la divulgación científica. Y, preguntado al respecto, admite que la Ciencia no ha encontrado todavía explicación para la malafollá.
–Dar este paso atrás, aunque sea voluntario, no habrá sido fácil.
–Es una mezcla de sensaciones después de tanto tiempo. ¡Me han llegado a preguntar quién me enchufó en el Parque! Nunca lo he contado. A los 16 años monté mi primer proyecto educativo, donde ahora está la sede central de Zara. Iba con un grupo de franciscanos a las chabolas del Portiño y llegamos a la conclusión de que había que sacar a aquella gente de allí. Montamos una oenegé y compramos unos terrenos. En el verano del 87 fui a casa de un amigo en Holanda y vi el Evoluon [primer museo interactivo de Europa]. Me encantó y quise hacerlo en Granada. Y desde entonces he estado dedicado al cien por cien al Parque de las Ciencias. Sé lo que ha costado cada tornillo que se ha puesto. Emocionalmente es un momento muy importante pero racionalmente lo necesitaba.
–No le será fácil distanciarse del todo. Tendrá hasta un espacio con su nombre.
–También eso es ambivalente. Que te dediquen un espacio en vida... (ríe)
–No sabe uno cómo tomárselo.
–A todo el mundo le gusta un reconocimiento. En contra de lo que otros dicen, a mí sí se me ha reconocido el trabajo que he hecho. Tengo casi 63 años y pensaba decir que era el momento de dejarlo. A lo mejor me he equivocado pero tengo claro que si me quedo haré lo que me he comprometido, que es dedicarme a las relaciones institucionales. Sin entrar para nada en la dirección del Parque.
–Eso en otros ámbitos es muy difícil. Los que se quedan por fuera al final siempre interfieren. Y su sombra pesará mucho.
–He reflexionado mucho junto a mi mujer y, quizás, lo mejor hubiera sido dejarlo. Tal vez me he equivocado aceptando quedarme.
–Seguro que no...
–No lo sé (ríe). Indica cierta normalidad. Un profesor de Universidad deja de ser rector y sigue siendo profesor de la Universidad. Siempre he dicho que las instituciones como el Parque debe presidirlas un político y dirigirlas un profesional. No vengo de la política. Como soy de La Coruña quizás he tenido más suerte, porque no he tenido 'primos' en Granada. Eso me ha permitido ser independiente y he peleado y luchado para hacer valer esa independencia, por mí y porque he creído que era bueno para el proyecto.
–Una de las cosas que le caracteriza es haber reunido consenso. Ha sido difícilmente atacable. ¿Cómo se consigue?
–Cuando venía de Holanda en el año 87, en el autobús y antes de llegar a Granada, ya me había hecho un esquema tras ver el Evoluon. Conservo aquel papel y una de las primeras cosas que anoté: «Hay que sumar esfuerzos». En contra de lo que habitualmente se dice, no he tenido, debo reconocer, demasiados enemigos, quizás porque me han visto un tipo tan raro, alguien que no buscaba enfrentamientos. He tenido presidentes que no me han gustado pero que me han respetado. También gente como Cándida Martinez o Manuel Pezzi, que me dejaron hacer. Gabriel Díaz Berbel, el primer alcalde del Parque, me respetó. Hubo un chiste de IDEAL que lo tengo colgado en mi casa. Decía más o menos: «No me gusta el Parque de las Ciencias, porque no hay forma de meterse con él». El éxito del Parque es que todos lo han apoyado.
–Sin embargo, ese consenso está a punto de quebrarse en el último año, cuando se trasladó que la gestión se quería llevar desde Sevilla. La respuesta fue un abrazo al que acudieron representantes de varios partidos.
–Me pasó como ahora. Desde que se publicó mi renuncia mis teléfonos han ardido. No soy tan ingenuo como para no saber que soy conocido pero no me esperaba que me llamarán tantas personas. Lo del abrazo, al principio, entendí que era una cosa unánime. Me había resistido a quienes me pedían desde la oposición que saliera. El día anterior, a mis colegas del Parque les dije: «Somos trabajadores de esta casa, vendrán ochenta o cien amigos. Rodearan la piedra de la entrada y les daremos las gracias». Cuando llegaron miles de personas se me saltaron las lágrimas. César Díaz (PP) dijo que iban al abrazo. El PSOE, Podemos...
–Solo se descolgó y a última hora Ciudadanos, que acudió pero a su manera.
–(Murmulla y evita la crítica) Pero bueno...
–¿Eso está superado?
–Sí, está supeardo. Mi compromiso fue dejar la dirección. Muchos me dicen que vendrá un paracaidista pero yo me tengo que fiar de lo que se ha dicho, que se hará una convocatoria pública. Y espero que haya un gran profesional al frente del Parque porque ya no es un museo local, como cuando empezamos nosotros. Tiene una proyección internacional que merecería realmente una convocatoria bien hecha. El pasado está muy bien pero lo que nos preocupa es el futuro.
–Pero, ¿políticamente se superó aquel conflicto? Parecía que se llevaban a Sevilla la gestión, llegó la pandemia y se silenció el conflicto.
–La pandemia se lo ha comido todo. Honestamente, no sé cómo están las cosas. Para mí, la gestión siempre ha pasado por tener equipo motivado y un vínculo directo entre esfuerzo y resultados. Hemos sido una entidad muy rara. Cuando en este país ningún museo similar pasa del 10% de autofinanciación, nosotros hemos estado en el 50%. Me dicen mis colegas de por ahí que no lo diga (ríe). Siempre ha habido una motivación muy fuerte del equipo para conseguir dinero, ahorrar... Yo no sé qué va a pasar con este nuevo modelo de gestión, lo dirá el tiempo.
–¿Cómo acaba en Granada alguien de Galicia y montando el Parque de las Ciencias?
–Mi primera vocación fue la Filosofía del Derecho. Hice la licenciatura, que la acabé. El catedrático de Filosofía del Derecho Nicolás María López Calera me ofreció entrar en el departamento. Me vine a Granada por él. Siempre estuve en la dualidad entre la educación y el derecho. Soy doctor en Ciencias de la Educación, he hecho un master en Antropología y Genética Forense… No me quedé en la Universidad y cuando me encontraba a López Calera me decía «qué buen profesor ha perdido esta Universidad, pero hemos ganado un Parque de las Ciencias» (ríe). Creé una cooperativa, hicimos el primer centro de innovación educativo ambiental de Andalucía y luego fue cuando vi el Evoluon. Siempre decía que el problema de las relaciones entre el hombre y el medio es que, si el compromiso con la gestión ambiental es emocional, cambian de un día para otro. Desde el principio decía que había que dar base científica y entender que los recursos del planeta no son ilimitados. La Biblia nos decía que la Tierra era ilimitada y los recursos infinitos. Ya se acabó la idea del catón, de aprender de los 10 años a los 17. Hoy hay que aprender durante toda la vida. Hice un anteproyecto por mi cuenta; ahora veo que para cada proyecto hay 17 expertos (ríe). Tres amigos nos fuimos en un coche de vacaciones a dar la vuelta a Europa visitando museos con nuestro dinero. Con eso hicimos un proyecto y lo presentamos al Ayuntamiento. En aquel momento estaba Antonio Jara.
–¿Quién fue el primero que se lo creyó?
–El primero, Antonio Jara.
–¿No tuvo problemas para romper reticencias?
–Me dijo que sí, pero que iba a ser muy difícil. Hace treinta años lo primero que había que explicar era en qué consistía un museo interactivo. En una Comisión de Cultura presenté el proyecto, con aquellas filminas que había antes, y al acabar me dijeron: «Señor Páramo, muy bonito, pero que sepa que es una ingenuidad. ¡Cómo van a venir 100.000 personas a un museo de ciencias en Granada y pagando! Luego el Ayuntamiento me contrató como freelance y, después, Manolo Pezzi [consejero de Educación] logró con Juan Santaella [delegado del Gobierno] que hubiera presupuesto para el proyecto. De las cien personas a las que intenté vender el proyecto, al margen de Jara, José María Quintana, que fue el astrofísico que montó el IAA y que era presidente del Consejo Social de la Universidad, fue el único que me dijo claramente que vendría bien. El resto, los educados me decían que era muy bonito. Y otros que Granada era la ciudad de la poesía, qué hacía aquí un museo de ciencia. Creo que tuve la suerte de estar pirado. Ahora mismo me pregunto cómo planteamos esto en el año 90. Cuando llegué a Granada, estaba en una pensión y para ir hasta la facultad de Derecho pasaba tres descampados. La plaza del Carmen era un aparcamiento. No entiendo cómo fuimos capaces (mueve la cabeza).
–¿En qué momento empieza a crecer el Parque?
–Hubo un momento en que el parque tuvo tanto éxito que empezó a discutirse si se construían otros en Andalucía. Había unos fondos Feder y tuvimos un análisis interno. Para mí el Parque estaba perfecto como estaba pero sociológicamente no tiene nada que ver con lo que es ahora. El salto de la cuarta fase fue la clave.
–Estaba de consejera Cándida Martínez...
–Cándida fue un personaje clave para el Parque. Si no llega a estar en ese momento no se hubiera hecho la cuarta fase. Yo tenía miedo. Veía que el Parque que teníamos era manejable. El reto fue tremendo. Gastamos 60 millones de fondos Feder gestionándolos nosotros. Normalmente se contratan empresas que se llevan el 10% y aún así hay desviaciones. Y lo hicimos en tiempo, en forma y en presupuesto y con el Parque funcionando mientras se invertían 60 millones. Pilar López Riubio era la directora financiera.
–¿No tuvo miedo escénico?
–No tenía vacaciones, ni sábados ni domingos... Y salió bien. El único apoyo que tuvimos fue el de un aparejador municipal, Lorenzo Gil, que se vino a ayudar. Se debería estudiar en las escuelas de economía.
–Lo curioso es que yéndole tan bien no suscitara envidias y quisieran quitarle el puesto.
–Los políticos tienen muy mala fama pero se han portado bien con el Parque y conmigo. Posiblemente haya habido gente con ambición que haya querido mi puesto pero… bueno, a mí quizás me haya defendido algún ángel protector. Digamos que nadie sabía quién era mi padrino (ríe). Nunca he estado en ningún partido, entre otras cosas porque no he tenido tiempo. Cuando empezó la cuarta fase tuve una oferta de seis cifras, muy buena, y dije que me quedaba en el Parque.
–A los políticos, ¿les interesa más la ciencia o las fotos? Usted que ha visto a tantos políticos hacerse fotos en el Parque de las Ciencias.
–He enseñado el Parque millones de veces. A abuelillos, a mi madre, a los Reyes... Y a muchísimos políticos. A los treinta segundos ya sé si les interesa. Hay gente que tiene curiosidad y otra que está pendiente de la foto. Pero lo entiendo como parte de la profesión. Los políticos tienen tan poco tiempo disponible que no leen. Es el ritmo absurdo de esta vida.
–¿Falta más ciencia o conciencia?
–Por igual. Las sociedades occidentales han tenido mucho éxito al conseguir que millones de personas tengan un cuatro por cuatro o una segunda casa, y muy poco éxito en crecer en conciencia. Es un drama. Eres más feliz si no tienes necesidad de ir a por agua a un kilómetro. Pero cuando tienes el agua, la luz... ¿cómo es posible que en Occidente no se haga un esfuerzo para elevar el nivel educativo y cultural de la población y que sigamos viendo centros comerciales llenos y los cines y los teatros vacíos? No es una maldición divina, se puede cambiar. Critico que no se hacen campañas buenas por la Covid. ¿Se acuerda con el sida? Era un terror. No se han hecho campañas divertidas o interesantes. ¿Cómo se paró en este país la sangría de los accidentes de tráfico? Con legislación, infraestructuras y con buenas campañas. Aquí hay también que comunicar. ¡Cómo va a haber conciencia si lo que se ha priorizado es el consumo! No quiero volver a la Edad Media, pero no tiene sentido que seamos capaces de tener todo por triplicado y el gran problema de mucha gente sea cómo deshacerse de la basura, y que no podamos gastar algo de ese dinero en conciencia. Que al final es leer, ver, escuchar, hablar, discutir...
–Llega una pandemia y a una sociedad inteligente y que tiene la ciencia se convierte en vulnerable. ¿Cuándo ganará la ciencia?
–Uno de los grandes problemas de la sociedad contemporánea es la sensación de invulnerabilidad. Todos los seres somos frágiles por naturaleza. Eso es una adoración a la ciencia: ya lo resolverá. Lo primero que hay que decir es que no tiene soluciones para todo. Como imposición moral tengo ser optimista, porque todo me lleva al pesimismo. Con los recursos que se han puesto sobre la mesa y la inteligencia creo que las vacunas están cerca, pero tan importante son los medicamentos. Lo que nos debería servir de autocrítica es estar con el botafumeiro pregonando que tenemos el mejor sistema, que estamos en el top ten de la ciencia... ¡No podemos estarlo porque necesitamos más dinero! Necesitamos de planes a largo plazo. Uno de los dramas de muchos proyectos culturales es que hoy me gustan y mañana no.
–Este es un país donde un estudiante que entre con tres años en el sistema educativo cuando salga de la Univesidad habrá conocido cuatro o cinco leyes educativas.
–La ciencia necesita continuidad. No puede ser que cada ministro que llegue tome una decisión distinta. ¿Alemania apuesta el 2% en Ciencia porque es más rica o es más rica porque lleva décadas apostando por el 2%? A lo único que sabes que mañana le puedes sacar rédito político es si haces una rotonda o inauguras un puente. Pero a la Educación, para sacarle rendimiento, hace falta más.
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