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Número 8 de la calle Escudo del Carmen de Granada, en la actualidad. Ariel C. Rojas
Crónica negra de verano

«¡Ha sido don Paco!»: el crimen en el conocido burdel de la Colón que sobrecogió Granada

Nadie sabía nada del presunto asesino, tan solo su nombre y que el 3 de julio de 1915 huyó del lugar después de oírse cinco disparos en el dormitorio de la Zapatera, dueña del prostíbulo

Sandra Palacios

Granada

Viernes, 8 de agosto 2025, 22:54

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El sonido de varios disparos y la salida apresurada de un hombre a medio vestir del segundo piso del número 8 de la calle Escudo del Carmen fueron las pistas que se siguieron para descubrir quién asesinó a la Zapatera, la dueña de uno de los prostíbulos más conocidos de Granada a principios del siglo XX. «¡Don Paco! ¡don Paco!, ¡ha sido don Paco!», afirmó la doncella de la víctima a la Policía mientras lloraba junto al cadáver. Pero, ¿quién era don Paco?

Nadie sabía nada del presunto asesino, tan solo su nombre y que el 3 de julio de 1915 huyó del burdel de la Hetaria o la Colón, entonces muy afamado en la ciudad, después de oírse cinco disparos en el dormitorio de la Zapatera, a quien asiduamente frecuentaba. Las pupilas del lupanar señalaron a las autoridades que vieron a don Paco correr escaleras abajo y, tras cerrar la puerta de la casa, se dirigió hacia la calle San Matías y lo vieron pasar por la plaza de los Tiros. La cuesta de Santa Catalina fue el último lugar donde lo situaron tras su huida.

Don Paco llevaba puesto un pantalón blanco y una chaqueta de cuadros negros en el momento del crimen. También sujetaba un revólver cuando lo vieron correr por las escaleras de la casa. Estos eran los únicos datos que había sobre el agresor, por lo que los investigadores decidieron preguntar a conocidas de la Zapatera que se dedicaban al mismo sector. Estas indagaciones le llevaron hasta Paco 'el cateto', un hombre que encajaba con la descripción, pero que finalmente fue descartado por las pupilas y la doncella de la víctima.

Pasaron cinco días hasta que la Policía, gracias al testimonio de una mujer, descubrió la verdadera identidad del asesino. Su nombre no era Paco, sino Ángel, y vivía en una calle cercana ubicada en el Albaicín junto a su madre, de 60 años, y su hija, de ocho. Él tenía 38 años y era natural de Nigüelas, pero estuvo muchos años viviendo en Argentina. Según recogió en su páginas IDEAL años más tarde, los vecinos manifestaron que era un hombre que vestía bien y tenía fama de ser «riquillo». Además, era común verlo volver a casa de madrugada, aunque lo hacía sobrio.

Cuando las autoridades fueron a buscarlo a su domicilio, no lo encontraron allí, estaba desaparecido. Su madre aseguró no conocer dónde estaba y le dijo a la Policía que no poseía tampoco ningún retrato de su hijo que facilitara la búsqueda. Sin embargo, aprovechando que la mujer salió de casa, los investigadores entraron en la misma con un juez y hallaron debajo del colchón de una de las camas dos fotografías del fugitivo. La doncella de la Zapatera confirmó que se trataba del presunto asesino: «¡Este es don Paco! ¡El criminal que ha matado a mi ama!».

Paradero

No había ni rastro de don Paco. Así que los investigadores decidieron buscar por Santa Fe, municipio en el que la familia había vivido previamente. Al final se supo que el criminal consiguió despistar a la Guardia Civil y estuvo escondido en la casa del entonces secretario del Ayuntamiento de Pulianillas, procesado después por encubrirlo.

Todo se resolvió el 29 de julio, cuando, cansado de huir, Ángel decidió entregarse a las autoridades. Por la noche se acercó a la estación de Andaluces y le pidió a un arriero que se encontraba en el lugar que hiciera de intermediario con la Policía. Solicitó entregarse en presencia del periodista Raimundo Domínguez, del diario local 'El Noticiero Granadino', que había cubierto la noticia. A medianoche, tras casi un mes escondido, se procedió al arresto del ya conocido por todos como don Paco.

Reconstrucción de los hechos

El 3 de julio, don Paco fue a visitar a la Zapatera a su burdel y le abrió la doncella, que lo acompañó hasta su dormitorio. Allí, cerró el pestillo y charló con la dueña mientras esta se acicalaba. El hombre se tumbó en la cama y dejó el revólver que portaba en la mesita de noche. Después de un rato de conversación, le pidió a la mujer que le devolviera la cartera que le robó el día anterior.

Ahí comenzó la discusión que acabaría en tragedia. La Zapatera se negó, cogió el arma y apuntó a don Paco. Tras un forcejeo, la pistola se disparó contra la pared, pero cuando el hombre consiguió hacerse de nuevo con el revólver, le pegó cuatro tiros a la dueña del lupanar hasta dejarla en el suelo sobre un charco de sangre.

Junto a los cincos casquillos de bala que fueron hallados en la escena del crimen, la Policía también encontró 5.115 pesetas en metálico, que don Paco reclamó como suyas, así como joyas, cheques del Banco Hispano Americano y varios certificados de depósito.

Pasó más de un año hasta que se celebró el juicio contra don Paco, o mejor dicho, contra Ángel. El 18 de octubre de 1916 se le acusó de homicidio, con el agravante de perpetración en el domicilio de la víctima. Finalmente, fue condenado a más de 17 años de cárcel y tuvo que indemnizar al marido de la Zapatera con 2.000 pesetas.

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