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«Soy José Luis Bimbela y en 2009 pensé en matarme»
#Mentalizados

«Soy José Luis Bimbela y en 2009 pensé en matarme»

Ideación suicida ·

El profesor de la EASP, que se asomó al abismo a raíz de un dolor de espalda, ayuda hoy a otras personas a salir del mismo pozo en el que habitó durante un año

Sergio González Hueso y Foto: javier martín

Granada

Viernes, 28 de enero 2022

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José Luis Bimbela pensó en matarse en 2009. Al fondo del pozo en el que habitó durante un año le llevó el dolor físico. Su espalda le impedía ser feliz: «Me centré en lo que no podía hacer: me sentía viejo, inútil. Era un dolor andante...», cuenta con la sabia perspectiva que otorga el paso del tiempo. Este doctor en Psicología, que aparentemente lo tenía todo, fue embarullando su cabeza de malos pensamientos.

Y de este modo, el mal que se había instalado en su espalda de forma permanente fue extendiéndose, como una mancha de aceite, hasta alcanzar su ánimo. Lleno de dolor emocional y físico, se le abrió una última herida, el aislamiento social. Pues Bimbela dejó al margen su vida para focalizar sus energías en las quejas. Sin darse cuenta, había entrado en la «trampa del ¿por qué?», como él mismo dice. ¿Por qué esto? ¿Por qué lo otro? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? Una letanía insoportable que solo conseguía atenuar cuando se escondía bajo sus sábanas.

«Soportaba los días si pensaba que, en cuanto llegase a casa a media tarde, podría meterme otra vez en la cama, encender la radio y apagar la luz»

«Soportaba los días si pensaba que, en cuanto llegase a casa a media tarde, podría meterme otra vez en la cama, encender la radio y apagar la luz», recuerda. Así lo hacía un día detrás de otro hasta que lo dejó su pareja. Ya solo, su única esperanza era descansar. Este catalán afincado en Granada se sentía agotado y derrotado. Completamente roto.

Y decidió suicidarse.

Dos decisiones éticas

Me he sentido querido, respetado y libre». Así empezaba la carta de despedida que escribió para sus padres, quienes tanto lo habían cuidado. Pero lo que pretendía ser una suerte de testamento emocional para las dos personas que le habían hecho «libre», se reveló en la primera estación de una travesía que le ha llevado a ser quién es hoy.

Todo empezó cuando Bimbela no daba con las palabras exactas. Quería liberar a sus padres de toda culpa, porque esta era patrimonio exclusivamente suyo. De nadie más. Entonces aparcó la pluma un tiempo y empezó a estudiar sobre el suicidio y sus consecuencias en los llamados 'supervivientes', que son quienes se quedan mientras los otros se han ido para siempre. Poco a poco, lectura tras lectura, este hombre fue «desmitificando» el acto de matarse. El profesor de la Escuela Andaluza de Salud Pública dejó a un lado las biografías de vidas autodestructivas. No quería regodearse más en el «sufrimiento».Y empezó a respirar mejor. La decisión estaba tomada, pero el apremio por hacerlo había desaparecido. «Sin ser aún muy consciente de ello, dejé de pensar obsesivamente en las condiciones en las que lo llevaría a cabo. El lugar, el momento, el método....», cuenta Bimbela, que acababa de llegar a la segunda estación:compartir sus intenciones suicidas con los suyos.

Consultó con 'colegas' de profesión sobre su caso y todo junto le llevó a quererse «más» y a perdonarse «mejor».

Fue una etapa para él trufada de «sorpresa» y «decepción». Se sentía incomprendido, recibía monólogos interminables que ensalzaban las bondades de una vida que para él seguía sin tener sentido. Se convenció entonces de que sus padres no entenderían nunca su decisión y entonces tomó dos decisiones éticas que le salvaron la vida: la primera fue que no se mataría mientras vivieran sus padres. Y la segunda solo le concernía a él, pues ya que viviría durante algún tiempo, se había obligado a cuidarse. A mejorar algunos aspectos de su vida. Bebía menos y comía mejor, empezó a nadar, a escribir y a relacionarse. Consultó con 'colegas' de profesión sobre su caso y todo junto le llevó a quererse «más» y a perdonarse «mejor». Aplicó en él cosas que recomendaba a sus alumnos. Y no le ha ido nada mal porque sigue en pie trece años después. Da charlas, está enamorado, se quiere y se siente genial mientras pasea por las calles de Granada.

–¿Pero y su espalda, ya no le duele?

–«Me duele más o menos igual y, en cambio, soy muy feliz. Ningún dolor es una bendición. Lo que sí es una verdadera bendición es que yo decido qué hacer con él».

José Luis Bimbela aparcó la decisión de suicidarse hasta la muerte de sus padres. Entre abril y julio de 2020 perdió a los dos a causa del coronavirus sin que siquiera pudiera despedirlos. A pesar de ello, continúa plantándole cara a la vida y se ha prometido seguir haciéndolo. Ahora lo que llena su vida de sentido es ayudar a los demás a través de su propia experiencia.

Contra el suicidio

  • 958261516 Es el número del Teléfono de la Esperanza, al que se puede llamar cuando se está al límite del desánimo.

  • 'Vosotros no tenéis la culpa', José Luis Bimbela. (Plataforma Actual)

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