Diego de Siloé, de la Catedral a los pilares con su nombre
Considerado uno de los referentes del Renacimiento arquitectónico, se enamoró de Granada, donde impregnó su saber en San Jerónimo y recorrió las angostas calles de Bib-Rambla
Vino. Vio. Y, venció. Diego de Siloé (Burgos, 1495- Granada, 1563) dejó su impronta en Granada y de qué manera. El artista es uno de los autores de uno de los referentes arquitectónicos de una capital, que cuenta con una joya como la Alhambra, un monumento mundial visitado por miles de personas. Siloé es el arquitecto de la Catedral. Y de espacios del monasterio de San Jerónimo, un remanso de paz en la actual calle Rector López Argüeta, que está llena de vida universitaria. Los pasos de los jóvenes se diluyen a las puertas del patio de este conjunto arquitectural de gran belleza y quietud.
Para seguir ese camino del burgalés en Granada no hay que caminar mucho. Su gran obra, la Catedral, se levanta imperiosa vigilando a los turistas y los granadinos que se asoman a sus diferentes puertas y esquinas. Antes de continuar este viaje de proximidad por la Granada renacentista y cerca de sus obras está escrito el nombre de Diego de Siloé. Se hizo esperar, ya que hasta la década de los ochenta del siglo XX el Ayuntamiento no dio su nombre a un pasaje y pilar y colocó una placa donde estuvo la casa del arquitecto.
«El excelentísimo Ayuntamiento de la ciudad de Granada abrió y realizó este pasaje dedicado al arquitecto Diego de Siloé en el año 1982». Una inscripción azul sobre blanco recuerda al autor más destacado del humanismo artístico renacentista español. Se puede acceder desde la calle Cárcel Baja o desde Gran Vía. Al lado de la Catedral un pilar para quien fue fuente de inspiración de los arquitectos que quisieron beber de la calidad y del sello italiano, que él mismo tomó como referencia para sus creaciones.
Cuenta la historia que Siloé compró la casa en el número cinco de la calle Angosta de la Botica. Era un inmueble de origen morisco, de la época nazarí, que el arquitecto transformó. Cerca de la gran obra que se encargó de tutelar y dibujar. En un espacio que en este siglo XXI es un hervidero de gentes, que van y vienen y se paran a mirar de vez en cuando la portada de la plaza de las Pasiegas, o la singularidad de la entrada a la Capilla Real, que envuelve al caminante haciéndole experimentar todo tipo de sensaciones y contemplar belleza.
Impertérrita permanece y para poder observarla, habría que tener vista de pájaro. Quizás de 'águilas del Renacimiento' como llamó el historiador Gómez-Moreno al propio Siloé y a Bartolomé Ordóñez, Alonso Berruguete y Pedro Machuca, con quien coincidió, pero dicen que no compartió ni reuniones ni puntos de vista. La Catedral granadina es una de las obras cumbres del Renacimiento español.
En su página web se detallan las fechas claves de este diseño. Está fechado entre 1506 y 1528 como los comienzos de la construcción; de 1528 a 1576 las actuaciones llevan la firma de Siloé y Maeda; de 1582 a 1649 de Vico a Guerrero; de 1667 a 1697 de Cano a Aguirre; y de 1698 a 1704 está fijada la terminación del templo.
La rúbrica de Siloé se puede escudriñar en varios puntos. Especifica el propio templo catedralicio que en 1528 comienza la colaboración entre el arzobispo Pedro Ramiro de Alba (1526-1528) y Diego de Siloé, quien, «a comienzos del mismo año, acepta, con unos ingresos totales de 500 ducados, el nombramiento de arquitecto de dos templos granadinos: San Jerónimo y la Catedral».
Fueron 35 años al frente de este gran templo como maestro mayor. Lleva a cabo una amplia actividad. Hace las portadas exteriores del Ecce Homo (1531) y el primer cuerpo de la del Perdón (1536); entre ellas, en 1534, la portada interior de acceso a la antesacristía donde conjuga arquitectura, escultura y carpintería. En el año 1560 se inauguran oficialmente la capilla mayor y la girola.
En 1561 muestra al cabildo la maqueta del ciborio original para cubrir el altar. Deja definidas las líneas maestras de su obra: capilla mayor, organización general, distribución de los pilares de la basílica, muro exterior con gran parte del programa decorativo de las fachadas, iniciación de la torre y los pedestales que marcan la disposición de la fachada principal. Un templo que ahora es mirado y admirado.
San Jerónimo
La marca de Siloé está también en el monasterio de San Jerónimo, que es en la actualidad un refugio contra el ruido. Del mismo modo, el carácter de este arquitecto burgalés, prendado de Granada, estuvo en la Casa de los Miradores; Pilar del Toro y Universidad Literaria (actual Curia); diferentes esculturas, una en la iglesia de San José; trazas de las siete iglesias del Pan; así como de otras parroquias granadinas. Su ideario arquitectónico quedó reflejado, además, en Guadix en la iglesia de Santiago y en la ampliación de la Catedral.
El catedrático de Historia del Arte de la Universidad de Granada (UGR) y considerado uno de los mayores especialistas en la historia de la arquitectura y el urbanismo de la Granada del Renacimiento, Rafael López Guzmán, describe a Siloé como «un gran humanista que cambió la fisonomía nazarí de la ciudad por un vestido clasicista, dispuesto, más tarde, a ser ornamentado por el arte barroco». Y recomienda al visitar sus obras fijarse «en los detalles de las tallas renacentistas y en la proporción de soportes y alzados».
Hasta Siloé llegaron otros encargos, como la desaparecida Casa de los Miradores en Bib-Rambla como nueva sede del cabildo y, como se ha dicho, algún pilar o fuentes públicas que han desaparecido. Fuera de Granada la iglesia de San Salvador en Úbeda (Jaén) es otra de sus reliquias arquitectónicas. Si bien, su tierra pasó a ser Granada, donde se afincó y casó, en segundas nupcias, con Ana de Bazán.
La Granada de Siloé bien merece un paseo y un recorrido histórico que alimenta el conocimiento y el alma.
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