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Yaiza Jiménez, luchadora de sambo.
Las llaves soviéticas de Getafe
JUEGOS EUROPEOS

Las llaves soviéticas de Getafe

Yaiza Jiménez ha heredado el talento para el sambo que permitió a su padre derrotar a Vladimir Putin y ser recibido en Rusia con una alfombra roja

Javier Bragado

Lunes, 22 de junio 2015, 03:35

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La culpa de que una joven de la localidad madrileña de Serranillos del Valle (4.100 habitantes) sea subcampeona de Europa en el deporte nacional ruso es de la KGB. También sospechoso es su padre, Manuel Jiménez, un español que derribó en varias ocasiones a Vladimir Putin sin recibir una peligrosa revancha cuando se convirtió en presidente del país eslavo. En la serie de estrambóticas casualidades el hilo canalizador ha sido el sambo, un estilo de combate emparentado con el yudo aunque con rasgos distintivos y una legión de practicantes entre el mar Mediterráneo y el Lejano Oriente.

El primer punto de la historia se gesta a principios del siglo XX en las alejadas tierras de Japón. Un camarada de la extinta Unión Soviética, Vasili Ochschépkov, se dedicó a aprender todo tipo de artes marciales del archipiélago y continuó su aprendizaje por China, Mongolia y cualquier lugar que pudiera prestarle una nueva herramienta de combate. Con la mochila llena de lecciones regresó a su país y el KGB le ordenó agrupar y adaptar sus conocimientos para crear una nueva disciplina. Entonces surgió la SAMozashchita Bez Oruzhiya (autodefensa sin armas, en ruso) y su diminutivo dio como resultado el nombre de sambo, que emana y despista sobre unas inexistentes raíces caribeñas. Propulsado por la dictadura soviética, la lucha se convirtió en una herramienta de cohesión que derivó en que hoy sea el deporte nacional y cuente con más licencias mundiales que el yudo.

El segundo punto de la historia lo protagoniza Manuel Jiménez, el pionero español. Dos veces olímpico en el deporte de los agarres, su ascensión en la disciplina rusa se cruzó con un Vladimir Putin con el que compartió torneos en su juventud y al que tumbó en más de una ocasión. El inesperado triunfador de los países cálidos se coronó como campeón del mundo de sambo en 1984 y todavía hoy se le recibe en Rusia con alfombra roja al pie de su avión porque su éxito no fue pasajero -anteriormente había sido dos veces subcampeón mundial en la categoría de maestros-.

El cruce de caminos de la historia es Yaiza Jiménez (Getafe, 22-5-94), quien nació diez años después de que su padre se coronara en la lucha rusa. «Mis dos hijos están practicando la lucha sambo desde los dos años y medio. Como todos los padres, no nos planteamos nada. Luego, si tienen condiciones genéticas, buen profesor y buen ambiente pueden lograr llegar a lo más alto», recuerda Manuel. La fórmula funcionó porque con sólo 20 años su heredera se encuentra entre las cinco mejores del mundo en la categoría de menos de 60 kilogramos. «Cuando tenía 15 años decidí practicar sambo para complementar el yudo, pero como he tenido tantísimos buenos resultados me volqué. ¿Por qué no? Me apunté sobre la marcha, como de risa y decidí continuar», reconoce con desparpajo Yaiza. En una disciplina más creativa que el yudo la madrileña es una ventisca en una alejada ventana abierta mucho tiempo atrás por su padre. Practica la lucha sambo, la menos agresiva de las tres modalidades existentes del arte marcial, pero descarta cualquier actitud débil. «Las chicas que son más pijillas no se suelen dedicar a esto. A las chicas más fuertes no nos importa. Tengo moratones por la cara, por las piernas, pisotones, un dedo roto... Pero son heridas de guerra. Tengo un moratón, ¡pues ya se irá!», expresa con una palmada y una sonrisa en la cara. Tampoco la alegre Yaiza pierde la referencia de los orígenes eslavos: «En España no somos muy dados a agarrar piernas y los rusos es lo único que hacen. Como nosotros no lo practicamos tanto, porque somos más de técnica limpia y eso es como técnica guarra, siempre que nos cazan es por esas técnicas. Esas luxaciones cuando te las hacen desde el suelo... ¡Ruso total!».

Las energías de la joven se deben distribuir entre los intensos entrenamientos, los estudios universitarios, las clases particulares que imparte y los obligatorios desplazamientos diarios por el suroeste de Madrid desde su residencia en Serranillos del Valle hasta la capital. Podría haber evitado el ajetreo. Cuando fue subcampeona europea renunció a mudarse a Rusia aunque le ofrecieron parte del dinero sin límite para el sambo en el país de Putin. Aconsejada por su padre, entrenador y seleccionador, optó por permanecer en el pequeño gimnasio familiar en la ciudad dormitorio de Getafe, el centro de aprendizaje de las proyecciones soviéticas. «No me hubiera ido a entrenar allí sola dejar esto es muy complicado», justifica la joven que ya aprendió algunas palabras en el idioma eslavo. «España está pasando esta crisis y tiene menos oportunidades, pero las tiene. Perder un hijo en un país tan lejano a ningún padre le puede hacer mucha gracia. No me engaño, Rusia tiene un gran presupuesto económico para el sambo y hubiera sido muchísimo más fácil. Eso lo tengo claro, pero es que soy padre», confiesa Manuel sin conceder arrepentimientos.

Extravertida con sus compañeras, tumultuosa por su juventud en el tatami, percibe un gran respeto cuando se viste con la colorida chaqueta (kurtka) del uniforme, el cinturón, los pantalones cortos del mismo color y se calza unos sambovki. Este lunes contará con un escenario especial: la antigua república soviética de Azerbaiyán. En los Juegos Europeos de Bakú competirá contras las mejores del mundo y con un público fervoroso y entendido. No adivina problemas quien ya se lució en la Universiada de Kazán o en el torneo de San Petersburgo. Porque por culpa de la KGB y del hombre que alguna vez derribó a Putin existe una española que aprendió llaves soviéticas en Getafe y puede transformar la fiesta ajena en propia.

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