Ser cura en Granada con 28 años: «No somos extraterrestres»
David Salcedo renunció a formar una familia, pero eso no implica una vida «en soledad», ya que es inmensamente feliz en su parroquia de Órgiva
La primera vez que a David Salcedo (Otura, 1993) se le pasó por la cabeza la idea de ser cura era apenas un niño. Con 18 años estaba ya más que seguro de que ese era su camino. Por delante tenía siete años de estricta formación en una edad complicada para concentrarse -más bien caracterizada por las juergas, los ligues y las primeras veces-. 10 años después de aquella decisión, David, ahora uno de los sacerdotes más jóvenes de Granada, no cree que haya renunciado a nada. De hecho, diría que más bien ha ganado.
La vida del otureño ha sido siempre «normal». Buenas notas en el instituto, muchos amigos y una pasión, la música, que le llevó a estudiar trompeta durante diez años en el conservatorio y a formar parte de la banda del pueblo. «La vocación de sacerdocio siempre estaba ahí, latiendo de forma más o menos intensa», admite. Se planteó en su día estudiar la carrera de Matemáticas, pero finalmente eligió con el corazón. Corría el año 2011, tenía 18 primaveras y se disponía a estudiar Teología en el Seminario Diocesano San Cecilio de Granada.
Creencias
El grado de Estudios Eclesiásticos son seis años, a los que le sumó otro introductorio en el que pudo finalizar el Grado Profesional de Música. Durante la carrera se imparten conocimientos como filosofía, latín, griego, sacramentos o catequética pastoral. «A nivel de creencias nunca he dudado. A nivel de vocación el camino a veces es duro, es un régimen interno con horario, disciplina y mucho estudio. Cuando entré me asustaba todo lo que me quedaba por delante, pero al final es ir viviendo el día a día», apostilla.
El culmen es la ordenación, primero como diácono, luego como sacerdote. Ese gran día para David llegó el 13 de enero de 2019 en la Catedral de Granada. En su pueblo también le arroparon: no se ordenaba un cura otureño desde 1949. «En ese momento la Iglesia te encomienda una misión a través del obispo, y en nuestra ciudad suelen ser misiones rurales, vinculadas a las parroquias de los pueblos», informa.
Aquel fue el día más feliz que recuerda. El más triste también lo tiene muy presente. Ocurrió a las dos semanas de ordenarse como diácono, cuando tuvo que oficiar su primer funeral: el del padre de Lucas, uno de sus mejores amigos del pueblo. «Fue muy difícil estar en ese entierro», explica.
Su día a día
Después de pasar por varias parroquias de la provincia, su destino actual es la de Órgiva, que agrupa además a otros pueblos cercanos como Carataunas, Cáñar o Almegíjar. Los fines de semana tienen más actividad, y junto con Manuel, el otro sacerdote, tienen que visitar todos los pueblos que les corresponde y oficiar unas cuatro misas cada uno. «El resto de días empiezan con la oración, luego estudio, hago papeleo en el despacho, visito a los enfermos y atiendo a los vecinos que quieren hablar. Por la tarde hay actividades más fijas, como la preparación de las catequesis, misas, reuniones con el coro, con Cáritas…», señala.
También hay días de descanso y vacaciones. Su tiempo libre lo pasa con su familia y amigos, con planes «muy normales» como ir al cine, de tapas o a la playa. «Ser cura es no tener horario, lo soy las 24 horas. Por ejemplo, este verano, estando de descanso, falleció una joven y estuve hablando con la familia a las tres de la mañana», asegura.
A su juicio, siendo sacerdote no renuncia a nada. Es más, le compensa enormemente: «No vivo en soledad por renunciar a formar una familia, te entregas más a la gente y compartes mucho. Yo soy cura por contagio, he visto a sacerdotes felices, que disfrutaban, y eso me animó. No somos extraterrestres, podemos tomar cañas, ir a las fiestas de los pueblos...», recalca.
Vocaciones
Aunque el de Granada es un seminario «joven» en comparación con otras provincias, lo cierto es que ahora se ordenan muchos menos curas que hace 30 años. «Todos los cursos tienen seminaristas, aunque sea 1 o 2. No creo que haya que preocuparse por esto, porque la Iglesia ha pasado momentos de crisis y siempre florece, confío en que el Señor va a ir mandando servidores en Granada», asegura Salcedo. Eso sí, insiste en que es importante que los jóvenes entren en la institución «y asuman responsabilidades».
En su caso, trató de modernizar la parroquia de Órgiva con Facebook e Instagram. Los 'me gusta' en redes sociales, los grupos de WhatsApp o la retransmisión de Eucaristías online -motivada por el confinamiento- fueron ideas con muy buena aceptación entre los fieles. «Granada y Andalucía son muy creyentes, y aunque no todos vayan a misa cada uno lo demuestra a su manera, no hay que juzgar», afirma.
En definitiva, David Salcedo es feliz. Compara el sacerdocio con el matrimonio, «que tiene sus momentos buenos y malos», pero al final merece la pena. «Vivo de las preocupaciones de la gente del pueblo, soy uno más. Esa cercanía es lo que me da la felicidad», concluye el joven, que tiene claro que a sus 18 años tomó la mejor decisión de su vida.
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