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El actor estadounidense Andrew Garfield posa durante la presentación de la película 'The Amazing Spider-Man'.
La cadencia del actor en busca del gran público

La cadencia del actor en busca del gran público

Quizás la mezcla de inocente presencia, levedad y arrebato ocasional de Adrew Garfield fue determinante para que Mel Gibson lo eligiese para 'El último hombre'

Guillermo Balbona

Lunes, 20 de febrero 2017, 10:56

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En Nunca me abandones, una película que Mark Romanek firmó hace siete años con implícitos tintes generacionales, donde asomaban actrices como Keira Knightley y Carey Mulligan, se revelaba en pantalla el rostro de un joven Andrew Garfield. Después, sí, llegarían La red social y las entregas de Spider-Man, pero sin que el intérprete de Los Angeles, criado en Inglaterra, que frecuentó el teatro británico y las series televisivas antes de ser un asiduo rostro del cine, cuajara como un intérprete reconocible y familiar, estrechamente vinculante con el gran público. Ahora a sus 33 años su trabajo de soldado pacifista en El último hombre le ha llevado a la cumbre, curiosamente, mientras encarnaba en paralelo un papel opuesto pero no contradictorio en la ignorada, por muchos, Silencio, última película de Martin Scorsese.

Hay en este actor y productor británico estadounidense una manera desprendida de estar en pantalla. Como sin querer, su trabajo se desliza en pantalla, fotogramas abajo, con una mezcla de vehemencia y laxitud, de cadencia e ingenuidad. Un joven que salía de prisión en Boy A constituyó su exitoso debut cinematográfico, aunque muy pronto rodó con directores tan dispares y personales como el Robert Redford de Leones por corderos y el Terry Gilliam de El imaginario del Doctor Parnassus en el umbral de esta década.

Quizás esa mezcla de inocente presencia, levedad y arrebato ocasional fue determinante para que Mel Gibson, en su regreso entre tambores de redención, eligiera a Garfield para encarnar al objetor de conciencia Desmond T. Doss, antes de interpretar a un jesuita misionero en el Japón del siglo XVII en el filme del cineasta de Casino. El actor, pareja temporal de Emma Stone, ha alternado sus trabajos para el cine con un compromiso abierto y decidido con las causas sociales. El fracaso de la segunda parte de Spider-Man, El poder de Electro, que condujo a Sony a finiquitar el contrato con el intérprete, dejó una mancha en su trayectoria, pero Andrew Garfield hasta que llegó la oportunidad de encarnar al joven médico militar en el biopic bélico de Gibson.

Probablemente la capacidad del actor reside en esa facilidad para situarse en zona de nadie. No hay subrayados en El último hombre ni tampoco su físico le permite salirse del plano. El actor explota la imagen del hombre corriente, aquí magnificada por una hazaña que el actor y director australiano eleva a la categoría de héroe insólito. El propio cineasta confesó su debilidad por un actor del que dice tener un don para encarnar papeles que centren el poder de atracción de un personaje. Necesitaba un quarterback, dijo Gibson sobre sus razones para elegir a Garfield.

Sensibilidad y conciencia son las dos únicas armas que exhibe el intérprete para dotar de vida a una figura que odia la violencia pero que está inmerso en el infierno de la segunda guerra mundial. El actor, que ha confesado haber pedido ayuda divina para encarnar al pacifista que protagonizó una acción sobrehumana salvando decenas de vidas, parece haber vivido su propia rehabilitación al llevar en su mochila la carga de encarnar en escaso tiempo a dos personajes con un pesado equipaje entre espiritual y humano, entre místico y religioso. Garfield, premiado como el Mejor Actor por la Academia Británica de Cine y Televisión (BAFTA), vio como al inicio de esta década, la revista Variety le situaba en primer lugar en su clasificación de los actores más prometedores. No es favorito para los Oscar.

Y no sabemos si, como sucediera en la gala de los Globos, se besará con su compañero de asiento al conocer el resultado. Candidato al Premio Tony por su trabajo en Broadway, su primer contacto con la producción se plasmó en 2014 con el filme de suspense 99 Homes. Pero lo cierto es que sus dos últimos trabajos en pantalla, unidos por ese carácter de melancólica grandeza íntima y hondura humana quizás le puedan acercar al gran público a la espera de ese papel que acorte las pulsiones pasionales en combate con su sentido de la interpretación menos empático.

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