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Dos artes separadas al nacer

Dos artes separadas al nacer

La música y la poesía no se pueden entender la una sin la otra. A pesar del distancimiento siempre se han encontrado en Granada

LEO RAMA

Sábado, 20 de agosto 2016, 01:29

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El programa de radio 'Poesía 70' y los discos 'Omega', 'La invasión de los bárbaros' o 'Rimado de ciudad' son sólo algunos ejemplos. Multitud de proyectos geniales han surgido en Granada, un punto de encuentro, de diálogo entre música y poesía. Dos artes separadas al nacer que no se entienden sino en compañía. Históricamente han recorrido caminos paralelos que se han cruzado -aquí- de la mano de Morente, García Montero, Juan de Loxa o Raúl Alcover.

Antes de todo eso, es necesario entender qué fueron y en qué se han convertido estos dos prismas para mirar el mundo con los ojos del arte.

El único vehículo del conocimiento fue, durante milenios, el verbo hablado. La transmisión oral obligó a que la incipiente literatura pasara de boca en boca, de mente en mente, con el único fin de preservar información de valor. Así ocurrió durante siglos. Lo que hoy conocemos como música y poesía, ámbitos preconcebidos y habitualmente encasillados en compartimentos separados, tiempo atrás fueron la misma cosa. Una revisión actualizada del origen etimológico de ambas palabras -'mousike' y 'poiein'-, procedentes del latín, ofrece una idea aproximada de lo que supone su conjunción: algo así como 'materializar el pensamiento bajo la advocación de las musas'. Hacer. Crear después de recibir.

No es que la música y la poesía no sean hoy música y poesía, si bien debe quedar clara una idea: eran -y siguen siendo- elementos dependientes. La irrupción de la escritura en la historia supuso un cambio sin retorno; también para la hermandad que música y poesía conformaban. Aquel día, el día que nació la palabra escrita, fueron separadas al nacer. Se trata de una contradicción ilógica y sin embargo natural. Su identidad no ha vuelto a ser nunca la misma: una unidad. Aunque precisamente la brecha que separó ambas artes fue la que dio sentido a sus caminos separados.

El primer poema

Ocurrió muchos siglos antes de años antes del nacimiento de Cristo. Hacia el 2.500, las peripecias del rey Gilgamesh quedaron grabadas para siempre sobre la piedra blanda. El 'Poema de Gilgamesh', del cual se conservan distintas versiones de diferentes épocas, es el vestigio más antiguo de la poesía del que se tiene constancia. Por supuesto es también música. Como tantas epopeyas, el 'Poema de Gilgamesh' era recitado por los pueblos sumerios, al igual que la 'Odisea' o la 'Ilíada'. El conocimiento que éstas sociedades tenían de las canciones de gesta era probablemente vasto. No les quedaba otra a las gentes que no podían leer ni escribir. Con el desarrollo educativo y el paso de los años, la música y la poesía fueron convirtiéndose en compartimentos independientes, pero lentamente. Cada cultura fue aportando una visión distinta del arte para avanzar en las técnicas. Desde el ditirambo griego, pasando por la incorporación de la métrica en Roma, hasta llegar al uso -o abuso- de rimas y esquemas de estrofas que fueron derribados en el siglo XIX con la introducción del verso libre. La emancipación de los cánones ha marcado la creación contemporánea así como la musical. Uno y otro arte se distanciaron, pero nunca demasiado. Ahí están, por ejemplo, las aproximaciones de la Generación del 27, o los recitales con música instrumental de los miembros de la Beat Generation.

También Granada

La historia no ha sido diferente en Granada. La comunión de estas artes durante el periodo musulmán es evidente: distintas veredas, pero paralelas pues la poesía se cantaba. La casida, la moaxaja, el zéjel y el mawwál eran los géneros predilectos de la cultura andalusí.

De aquellos polvos proceden los lodos que tanto apreciaba Lorca. El amor que sentía por la canción tradicional determinó su obra poética y teatral. Asimismo, quedó impregnado del flamenco. Desde su asesinato hasta el fin de la dictadura, en la ciudad, al igual que en el resto del país, reinó un ambiente de pobreza cultural. La publicación estaba sujeta a la censura, muchos intelectuales habían marchado al exilio y la creatividad en una sociedad destruida era más bien un deseo.

'La invasión de los bárbaros' fue el último disco de Aguaviva, grupo pionero del rock en España. Aquel trabajo, publicado en 1979, se elaboró íntegramente con textos del poeta granadino Juan de Loxa repartidos en diez canciones. De hecho el álbum lleva el mismo nombre que el poemario de Loxa en el cual está inspirado.

'La invasión de los bárbaros' es la primera referencia musical y lírica desde la restauración de la democracia pero se enmarca dentro de un contexto de apertura: aire limpio que Juan de Loxa respiró e inspiró a una generación cuyo nexo de unión era el programa de radio 'Poesía 70'. Loxa fue el fundador de este espacio cuya emisión nacional se hacía desde Granada y que más tarde se convirtió en revista. 'Poesía 70', al giual que la ciudad, era un hervidero de libertad. En la Granada de aquellos años surgió, por coherencia, el Manifiesto Canción del Sur. El andalucismo y el gusto por la poesía y la música popular determinaron su alma. De todos los miembros del colectivo Manifiesto Canción del Sur, pocos llegaron a grabar discos. Casi ninguno exceptuando a Carlos Cano, Antonio Mata y Raúl Alcover.

Sabina antes de Sabina

Granada, 1968. Era Nueva York para un muchacho ubetense. Duró dos años en la gran manzana. Puede parecer poco tiempo, pero fue el suficiente como para impresionar al joven Joaquín Sabina, que llegó a Granada para exiliarse a Londres. No le quedó otra después de que le detuviera la Guardia Civil por tirar un cóctel molotov contra una sucursal del Banco de Bilbao en protesta por el Proceso de Burgos.

Sabina, antes de ser Sabina, disfrutó de una fulgurosa estancia en Granada, donde entabló relación con Carlos Cano, se matriculó en Filología Románica, compartió casa por primera vez con una mujer y comenzó a colaborar con la revista 'Poesía 70'. El exilio nunca le despegó de la tierra, a la que siempre ha regresado. Por amor, por amistad. En su memoria sigue viviendo Enrique Morente -le dedicó un poema tras su muerte- y siempre está a tiempo de echar la penúltima en La Tertulia.

Sin noche a La Tertulia

Allí pasó, en el número 3 de la calle Pintor López Mezquita, en el epicentro de la creación musical y poética de Granada. La Tertulia llevaba pocos años abierta cuando tres prometedoras plumas -Luis García Montero, Álvaro Salvador y Javier Egea- firmaron un manifiesto: 'La otra sentimentalidad', una corriente que se fundamentaba en la poesía de la experiencia. Ya no hacía falta hablar de castillos, príncipes y princesas y se exponía una visión tierna de la ciudad, con sus semáforos, camas, y taxis. «Y en este sentido la ternura puede ser también una forma de rebeldía», rezaba el final del manifiesto, publicado en 1983 por El País.

Ese mismo año se editó 'Rimado de ciudad' -guiño a 'Rimado de palacio', de Pedro López de Ayala-, un hito de la conjugación de poesía y música, ideado por Mariano Maresca y materializado por Luis García Montero, quien puso el texto a las canciones de TNT y Magic.

«Fui a las cuevas donde ellos ensayaban», recuerda Luis García Montero. Quiso hacer un homenaje a los poetas clásicos «para ponerlos encima de una batería, entre las cuerdas de una guitarra eléctrica». Y lo hizo, y 'Rimado de ciudad' se presentó en las fiestas del Zaidín, donde ambos grupos tocaron. Así nació lo que después se llamó Zaidín Rock, pero esa es otra historia.

Luis no ha sido el único. Incluso Antonio Muñoz Molina se atrevió a poner letra a canciones de Magic. En este punto cabe destacar las muchas veces que los poemas del ya fallecido Javier Egea han sido adaptados por cantautores como Esteban Valdivieso, el propio Sabina o Raúl Alcover, que puso música a 'Noche Canalla'.

De la cueva a la cima

La Granada de los años 80, la de los locales de ensayo en las cuevas, ha pasado a ser la Granada de referencia por la cantidad de grupos de rock que aquí han surgido.

A mediados de los 90, una de aquellas bandas se metió en un estudio con Enrique Morente. El resultado, 'Omega', no se entendió en su momento, pero actualmente está considerado uno de los pilares básicos de la fusión con el flamenco. El disco es un homenaje a la poesía lorquiana desde el rock imposible de Lagartija Nick. De nuevo, los versos y el cante. Dos en uno, dos en la cima.

Otra apuesta interesante fue la que publicó en 2009 el líder de Lagartija Nick, Antonio Arias: 'Multiverso', un disco que mira al cielo. Arias mezcla música, ciencia, astronomía, ficción y la sorprendente lírica de David Jou, poeta y científico. Luego se animó él, Antonio, a publicar su propio libro de poemas, como Raúl Bernal, teclista de Lapido y Loquillo.

Todos ellos -poetas, cantantes- fueron jóvenes. Como Álvaro Holgado. Lo era aún más cuando hace unos años, con la mayoría de edad recién cumplida, se atrevió a escribir para Charlotte. Sus letras, de «adolescencia pura y dura», fueron el alma de 'Helio' y 'Aeropuerto en la cocina', los dos únicos EP de una banda que después ha mutado en otros proyectos. Son esos pequeños e inocentes pasos los que van conformando la historia que se contará en los periódicos del mañana. Hasta que música y poesía vuelvan a ser un mismo elemento.

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