Cuenta atrás para levantar la persiana en Granada
Pequeños comercios y bares con terraza preparan este fin de semana la reapertura del lunes con ilusión y mucha incertidumbre
Son las nueve y media de la mañana en Pedro Antonio de Alarcón. Mientras que los parroquianos hacen cola para entrar al supermercado y el quiosquero despacha periódicos, Sergio se emplea a fondo en la limpieza de las mesas y sillas de la cafetería Cámara. Agua a presión y lejía para que no quede ni rastro del bicho. El lunes es el gran día. «Nosotros ya abrimos la semana pasada para organizar todo, aunque no ganamos ni para cubrir los gastos», asegura José Luis, socio de Sergio, mientras sirve una manchada para llevar. «Nuestro objetivo es que no nos cuente el dinero». Y la instalación del velador, aunque sea al cincuenta por ciento, como dice la normativa, les puede ayudar. Llevan cincuenta años en el tajo. Cincuenta años poniendo desayunos y almuerzos. Su público es fiel. Muy fiel. Como Trini, una dependienta que, antes de entrar al trabajo, se detiene todos los días para tomar un café caliente. «Esta gente tiene una actitud muy positiva y son muy agradables», comenta Trini, quien subraya la necesidad de apoyar a los pequeños negocios.
Noticia Relacionada
Así iremos a los bares en fase 1
«Eso es lo que necesitamos –dice José Luis– que los clientes nos apoyen y que hagan un ejercicio de responsabilidad: si solo vamos a tener cuatro mesas disponibles, que no permanezcan toda la mañana en una porque sería la ruina». Por lo pronto, para compensar todas estas limitaciones, empezarán a las siete y no cerrarán hasta las nueve de la noche. Catorce horas del tirón para cuadrar las cuentas mínimamente y rescatar del ERTE a dos trabajadores. «Hasta que el Estado nos lo permita, aguantaremos los dos», afirma José Luis, quien no oculta su malestar por que no les dejen aprovechar el espacio. «Hay sitio suficiente para poner siete mesas respetando la distancia de seguridad». Y recuerda que desembolsaron 1.800 euros por ocupación de vía pública entre el 15 de marzo y el 15 de octubre. Han pasado dos meses sin sacar ninguna rentabilidad a ese dinero.
Unos metros más arriba, en la plaza Menorca, José Manuel, uno de los dueños del bar Tole's, levanta la persiana como volverá a hacerlo dentro de veinte cuatro horas. Es uno de los hosteleros que ha tomado la decisión de dar el paso. También empezarán sólo con cuatro mesas. «Pedimos autorización para que nos permitieran dos o tres más, pero nos dijeron que aún no han aprobado el reglamento», explica José Manuel. «A pesar de ello, vamos adelante para ver cómo funcionamos y también para tener un poco de visibilidad». Por ahora sólo rescatarán del ERTE a la cocinera. El resto tendrá que esperar.
La 'nueva normalidad' de los bares
Sí tienen claro cómo se adaptarán a la 'nueva normalidad'. Por lo pronto, reducen a dos las taquillas para el personal, que serán higienizadas todos los días. Guantes, mascarillas e hidrogel a discreción. «También hemos comprado dos termómetros infrarrojos para tomar la temperatura, pero debe haber una demanda enorme porque llevamos un mes esperando a que lleguen», lamenta José Manuel. Fuera servilletas y cartas compartidas que puedan ser una fuente de contagios. La cubertería, de usar y tirar.
También se veía este sábado algo más de vida en la calle Zacatín, una de las más comerciales de la capital granadina. Cristina, Merche, Montse y Toñi llevaban desde buena mañana con el paño en la mano y colocando toda la mercancía en las estanterías. Lo suyo tiene doble mérito. Inauguran la tienda este lunes. Sí, en plena pandemia. «El coronavirus nos pilló con el proyecto en marcha y los albañiles en el local», señala Toñi, que ejerce como supervisora de Toni Pons, una firma de alpargatas en proceso de expansión. «Nos pilló con todo preparado».
«Sabemos que las expectativas no son favorables, pero confiamos en vender lo suficiente»
La mercancía quedó retenida durante dos meses en las naves de la empresa de transportes, pero ya la tienen en su poder. «Llevamos dos días a tope, limpiando, montando escaparates, acomodando todo en el interior», comenta Toñi mientras atiende al periodista. Son conscientes de las adversidades y de las circunstancias del momento, pero ganas e ilusión no les faltan. «Ojalá tengamos suerte», exclama. «Vamos a arrancar cuando las normas nos lo han permitido; sabemos que las expectativas no son las de antes porque no hay turistas y hay miedo a gastar, pero confiamos en vender lo suficiente para mantenernos».
En Calzados Maciá, en Reyes Católicos, también metían la quinta marcha este sábado para el ansiado momento de la reapertura de mañana. Optaron por no atender con cita previa y empezar ahora, que ya puede haber afluencia sin necesidad de llamar, aunque sea con el aforo reducido al treinta por ciento –en la fase uno sólo entran los bajos de menos de cuatrocientos metros cuadrados–. Allí estaba Salvador, uno de los trabajadores. «Estamos ultimando todo», asevera. No han escatimado en medidas para garantizar la protección de todo el que entre por la puerta. Dos alfombras, una de desinfección de los zapatos y otra de secado. Columna con surtidores de gel hidro alcohólico. Y papelera con pedal.
«¿Un trabajador para dos clientes? No salen las cuentas»
Silvia Pérez es dueña de dos pequeños negocios de hostelería, Ibéricos Alhambra, en pleno corazón de Granada, por donde pasan los turistas. Ayer subieron la persiana tras dos meses para limpiar, probar máquinas y programas informáticos. No abrirán todavía. Uno de sus locales es tan pequeño que sólo podrían atender una mesa de las dos que pueden poner en la terraza. «¿Un trabajador para dos clientes? No salen las cuentas», se pregunta y se responde. Tendrán que esperar.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión