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Andrés Martínez, albacea de la Hermandad de los Escolapios, observa a María Santísima del Mayor Dolor, a la que le robaron las joyas. Pepe Marín

Hurto a la Virgen de los Escolapios de Granada

Cronología de un robo con tintes «fetichistas»

Sospechan que el ladrón de las joyas de la Virgen de los Escolapios, que actuó con una delicadeza extrema, esperó dentro del templo hasta que se quedó vacío

Laura Velasco

Granada

Miércoles, 23 de abril 2025, 00:45

Aquella mañana, al llegar, la puerta de la parroquia de San José de Calasanz estaba abierta. El susto inicial de los hermanos dio paso a una decisión rápida. Había que comprobar que el Cristo y la Virgen estaban intactos. Respiraron hondo; a simple vista no faltaba nada de valor. Con las prisas y nervios de la Semana Santa -quedaba solo un día para la estación de penitencia-, la Hermandad de los Escolapios se centró en todo el trabajo que quedaba por delante. Ya se preocuparían más adelante de por qué aquella puerta se había quedado abierta. Sin embargo, esa primera inspección resultó fallida. Sí faltaban enseres, concretamente varias joyas de María Santísima del Mayor Dolor. Se percataron poco antes del comienzo de la procesión. Se trata de un robo «extraño» y con tintes «fetichistas», dada la delicadeza extrema con la que actuó y la inexplicable elección de los objetos robados.

Para llegar al comienzo de este suceso hay que remontarse al Miércoles Santo. Aquella tarde se celebró una misa y, acto seguido, cuatro curas confesaron a varios fieles. Se sentaron en bancos, apartados entre sí, y charlaron mientras fuera del templo caía el sol. Sobre las 21.45 horas, uno de estos curas cerró con llave y se fue a casa. El templo estaba aparentemente vacío, pero la hermandad sospecha que el ladrón estaba allí. «Creemos que esperó dentro a que se fuera todo el mundo, sabía lo que estaba haciendo. Sacó la escalera de debajo del paso, subió, cometió el robo, bajó y guardó la escalera. No tiró absolutamente nada, y eso que había flores arriba que con rozarlas se rompen», explica Andrés Martínez, albacea de la hermandad. Creen que el autor se escondió durante al menos dos horas, quizá debajo de un paso, mientras se hacían las confesiones.

El Jueves Santo, un día antes de la estación de penitencia, los floristas acudieron a primera hora de la mañana para ultimar los detalles del Cristo. Al llegar, encontraron la puerta abierta y dieron aviso a los responsables. Andrés pone el foco en esta cuestión, ya que es relevante. La entrada principal de la parroquia cuenta con tres puertas de acceso mimetizadas. Una se abre con llave, tanto por dentro como por fuera, y quedó bien sellada aquella noche. Otra es un portón grande con cerrojo que se habilita solo en ocasiones especiales. La última es la clave, puesto que era la que aquella mañana encontraron abierta, y tiene una característica especial: solo se abre y cierra desde dentro con un cerrojo, no desde fuera. «Eso nos hace pensar que la persona estaba ya dentro del templo, se marchó y no pudo cerrarla al salir», agrega Andrés Martínez.

Aún así, aquel Jueves Santo el hurto pasó desapercibido. El gentío fue una constante en la parroquia y todos se centraron en el Cristo, ya que la Virgen estaba ya lista desde días atrás. De hecho, a simple vista estaba cargada de joyas. Portaba su corona y su fajín, lo más visible, y de su mano caía algo dorado, lo que debía ser la emblemática avioneta dorada, recuerdo de su especial vínculo con el Ejército del Aire. No lo era, pero se percataron un día después.

El día grande

Llegó el Viernes Santo, el día más esperado para los Escolapios. Además, el tiempo acompañaba y la salida en procesión prometía ser inolvidable. Ultimaban los últimos detalles cuando, en un momento dado, la hermana mayor fue a buscar el rosario de la Virgen. No estaba. Poco a poco repararon en más enseres desaparecidos. Entre las joyas robadas se encuentra el puñal que lleva colocado en el pecho, la cruz Fidelitas del Ejército del Aire, una medalla de San Juan Pablo II, el rosario de su XXV aniversario con emblemas vaticanos, la avioneta dorada y varias medallas y cadenas.

Además, en lugar de la avioneta, que colgaba de la mano derecha, el ladrón había dejado un cordón dorado. «Tuvo la paciencia de retirar el pañuelo de la mano, que está cogido con alfileres, coger la avioneta, poner su cordón, volver a colocar el pañuelo y pillarlo con alfileres de forma bastante correcta», indica el albacea. El cordón ha sido analizado por los investigadores de la Policía Nacional y ahora lo tiene la hermandad guardado en un sobre. «Quizá lo dejó para despistar, porque sabía que nos íbamos a fijar en si estaba la avioneta, que es muy llamativa», recalca.

En la hermandad no entienden nada. ¿Por qué actuó con tanta delicadeza? ¿Por qué se llevó objetos de escaso valor económico y no otros que sí lo tenían? ¿Por qué dejó su cordón? Son demasiadas incógnitas y, por ahora, pocas respuestas. Mientras la Policía Nacional continúa su investigación -aún sin detenidos-, desde los Escolapios barajan varias teorías. «Tiene pinta de ser un fetichista, porque fue a por cosas muy concretas y conocía bien la parroquia. Quizá es un coleccionista de vírgenes, porque no creemos que sea capaz de intentar revender los enseres», apostilla Martínez.

Como suele ocurrir en estos casos, las fechorías van acompañadas de olas de solidaridad. Hermandades de toda España ofrecieron a la cofradía joyas para que el Viernes Santo la Virgen pudiera lucir tan bonita como siempre. Desde los Escolapios muestran su agradecimiento por el apoyo recibido. «Afortunadamente, María Santísima del Mayor Dolor tiene más joyas, y aquel día iba preciosa, fue un espectáculo. Mucha gente se daba cuenta y comentaba: 'Esta es la Virgen a la que le han robado', pero no importaba que no llevara su puñal. Decidimos salir y para mí fue la mejor estación de penitencia en los 43 años que llevó aquí», concluye Andrés Martínez.

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