«Somos una familia y el camping es nuestra casa»
La Costa es el cuartel de invierno para jubilados europeos que huyen del frío y del virus en busca de la tranquilidad de los campings de Granada
Pilar García-Trevijano
Granada
Viernes, 1 de enero 2021
Nada como sentirse a salvo y en casa. Tras un año en el que la pandemia ha dejado pocas certezas a las que agarrarse, la Costa Tropical es un cuartel de invierno para los jubilados europeos que huyen del frío de sus países de origen en busca de refugio junto al sol y el mar. Los hoteles permanecen cerrados a cal y canto, pero en los campings la rutina de las familias extranjeras ha roto el silencio que se había instalado en las parcelas desde que la Covid-19 ralentizó el turismo y la movilidad entre fronteras.
Francia y Alemania se han dado cita en Carchuna para celebrar las fiestas navideñas. 25 familias europeas de las 90 que suelen acudir cada temporada han decidido seguir con su visita y pasar una larga estancia en el camping Don Cactus. Llevan años alojando los bungalows o aparcando sus caravanas en una tierra que para ellos es su segunda casa y estas navidades no iban a ser una excepción, aunque con más cuidado que nunca.
Junto a la puerta de madera azul y blanca que antes solo servía de perchero para un sombrero de plumas, Karl y Frauke dejan colgadas sus mascarillas antes de entrar en la cabaña. La pareja octogenaria deja cada octubre su residencia cerca del mar Báltico para recorrer España. Llevan más de 40 años juntos y viajando, «una eternidad» para Karl, que bromea chapurreando español.
«No nos daba miedo viajar. En Alemania las cosas han estado muy mal y, como todos los años, vamos a pasar casi seis meses fuera. Si la situación no mejora, incluso nos planteamos alargar la estancia. No hay prisa. Aquí hay mucha tranquilidad y somos pocas familias», dice Karl, a quien en el camping todos llaman Carlos.
En un bungalow cercano, Sonja prepara el almuerzo para ella y su marido. La mujer alemana de 73 años de edad se establece de forma temporal en el camping desde hace más de una década. Pasarán las fiestas con unos amigos. «Después de tantos años viniendo al camping muchos de los clientes han hecho piña y son como una pequeña comunidad. Algunos son amigos íntimos que tienen la oportunidad de verse aquí durante unos meses antes de volver a sus países. Pasarán las fiestas juntos. Son muy pocos y están al aire libre», explica la gestión del camping.
Simone y Patrick han venido desde Borgoña. El matrimonio francés tiene un remolque instalado en el camping. Simone, con una madre nonagenaria y un puñado de nietos, explica que por seguridad este año las fiestas las pasarán solos y sin ver a sus seres queridos. «Los vamos a echar de menos, pero es por nuestro propio bien».
También llegados directamente desde el corazón de Francia, Michelle y Thierry han aparcado su caravana en uno de los solares disponibles. El matrimonio apura la cerveza en compañía de un amigo y cliente inglés del camping y su perro Milú.
El agobio de cuatro paredes
No todos los inquilinos están tan familiarizados con el camping, pero la mayoría recibe una buena acogida. Como Luis Retón, de origen argentino que se asentó –aunque no mucho– hace años en Barcelona. El hombre de 68 años se jubiló hace cuatro y desde entonces le agobian cuatro paredes y pasar mucho tiempo en el mismo sitio. «Tengo dos hijos que han insistido en que pase la Navidad con ellos, pero será por videoconferencia. Pasé 100 días en casa de mi hijo con mi nuera y fue un suplicio», asegura con sorna. «En cuanto tuve la oportunidad cogí la caravana y fui al norte de España. Me gusta especialmente Galicia y los Pirineos. Después recorrí Portugal y he acabado aquí. Ha sido un gran descubrimiento. Pienso venir más veces», sentencia.
Renata y Harold, de 73 y 76 años respectivamente, son una pareja que vive cerca de Munich. Habituales en el campamento, también han decidido continuar con su aventura y dejar a su familia en Alemania en estas fechas. Aseguran que no han tenido problemas para cruzar las fronteras y que, al igual que la mayoría de mortales a los que la pandemia ha trastocado su vidas salen a pasear y a comprar.
Cuando vuelvan a Alemania en marzo pasarán el periodo de cuarentena sin tener contacto con nadie y asegurarse así de que sus seres queridos estén a salvo. «La atención en el camping es realmente buena. Se respetan las normas y nos sentimos seguros. Conocemos a los trabajadores que se vuelcan por atendernos bien. Somos una gran familia y Carchuna es nuestra segunda casa», manifiesta Renata, que destaca que cuando está en Alemania siempre busca las noticias de Granada y que está suscrita a IDEAL.
Solo uno cerrado
Álvaro García, director del camping, señala que normalmente en esta época suelen albergar a unas 200 familias pero confía en que la tormenta amaine para poder incorporar a varios de sus trabajadores en ERTE y seguir facturando a un ritmo normal.
La pandemia de Covid-19 ha tocado al turismo, especialmente a los alojamientos, aunque el goteo de extranjeros y clientes fijos ha dado cierto respiro a los campings. Según la asociación provincial que agrupa a los establecimientos de este tipo, de los 22 que hay en el territorio granadino tan solo uno ha cerrado sus puertas.
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