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Composición con imágenes de la puerta del Hospital de Motril y los registros en el domicilio. Carlos Valdemoros

Un cadáver en la puerta del Hospital de Motril y un homicida suelto

La Policía Nacional esclarece en apenas un mes un caso del que se partió sin testigos ni pistas sobre dónde se produjo el crimen

Laura Velasco

Granada

Lunes, 26 de mayo 2025, 00:07

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Era una madrugada cualquiera, de sábado a domingo, en la que en algunos puntos de la ciudad había jóvenes bailando desenfrenados, parejas ultimando la serie del momento y motrileños durmiendo plácidamente después de una dura semana. El calendario marcaba el día 9 de marzo de 2025, y a la puerta del Hospital Santa Ana de Motril se aproximaba un vehículo con varios ocupantes, uno de ellos muy malherido. Lo soltaron allí, a pocos metros del centro hospitalario, y huyeron del lugar. Llegó con un hilo de vida, pero ni siquiera dio tiempo a introducirla en Urgencias; falleció poco después. Así dio comienzo una investigación de la Policía Nacional que se ha resuelto en tiempo récord.

La primera persona que alertó de lo sucedido fue el vigilante de seguridad del propio hospital. Hablaba de un vehículo del que habían bajado lo que parecía un cadáver, pues estaba totalmente inmóvil. Era un varón de origen marroquí y menor de 30 años. Había recibido un disparo y presentaba un único orificio de entrada y salida en el abdomen. No presentaba escapes de sangre, es decir, no había un reguero que pudiese dar pistas del lugar del crimen. La hemorragia, según fuentes sanitarias, era interna.

Aparentemente no había más testigos, según explica Eduardo Cantos, inspector jefe de la Brigada de Policía Judicial de la Policía Nacional de Motril. Fueron claves las cámaras de seguridad de la zona, que captaron a la perfección el coche. Había que saber de dónde venía y a dónde se dirigió después, ya que, por el momento, la escena del crimen era una absoluta incógnita.

«Hicimos un seguimiento para ver quién lo conducía habitualmente y nos llevó a un hombre», relata. Tocaba buscar direcciones. Todo apuntaba a un domicilio en la calle Piedrabuena, en el centro del municipio. El 11 de marzo, solo dos días después de los hechos, se desplegó un operativo en la vivienda. Durante el registro, los investigadores preguntaron a los moradores y registraron diversas estancias. Los testimonios no cuadraban y ciertos vestigios en el domicilio eran claramente extraños. Había que seguir tirando de ese hilo. Había pasado de ser el domicilio de un sospechoso a la posible escena del crimen. Además, había sido limpiada previamente.

Las primeras detenciones

La casa, de dos plantas, estaba dividida en estancias. Vivían varias personas, la mayoría de origen extranjero. Los registros de la Policía Nacional pusieron muy nerviosos a sus inquilinos. Sabían que estaban en el punto de mira. Cuatro días después del suceso, el 13 de marzo, se produjeron las primeras tres detenciones. Eran, al parecer, convivientes que presuntamente ayudaron al responsable a limpiar la escena del crimen. Están investigados por la presunta comisión de los delitos de encubrimiento y de omisión del deber de socorro, puesto que nadie pidió ayuda para el herido. Aún así, en principio no tuvieron nada que ver con la muerte.

La presión policial ahogaba a otras dos personas que, siempre según las hipótesis de los investigadores, compartían habitación con el fallecido. Sabían que el cerco se estrechaba y era cuestión de tiempo que cayeran. Por eso, uno de ellos se entregó directamente en comisaría. Decía que había sido testigo de los hechos, pero que él no lo había matado. Las gestiones continuaban para dar con el supuesto autor, hasta que él mismo se entregó. Iba acompañado de su abogado e incluso proporcionó el arma que supuestamente empleó, una pistola. Admitió haber cometido el crimen, eso sí, «por accidente». «Nosotros hemos demostrado que no fue accidental», insiste por su parte el inspector jefe. Fue enviado a prisión provisional. Será el juez el que tenga la última palabra.

La investigación apunta a que en la estancia en la que se cometió el crimen se encontraban estas dos personas y la víctima. El presunto homicida, de unos 36 años, tenía cierta relación de amistad con la víctima. El fallecido había llegado a Motril por trabajo -se dedicaba al sector de la construcción- y tenía un hermano en la península. El móvil del crimen pudo ser una discusión por motivos de convivencia o laborales.

Las pesquisas avanzan para terminar de establecer el perfil de los implicados y otros aspectos que aún están en el aire. Con la respuesta a la principal pregunta resuelta (quién lo hizo, según las evidencias), toca averiguar el por qué, qué relación tenían exactamente, cuál fue la ruta concreta que realizó el vehículo con el que se trasladó al hombre malherido y quiénes iban dentro del turismo. «Después de dejarlo en el hospital, se movieron por varias calles, volvieron al centro y dejaron el coche en otro punto de Motril», detalla Eduardo Cantos.

Las primeras 48 horas

Sobre cómo ha sido trabajar en este caso, el inspector jefe cuenta que ha sido «satisfactorio» haberlo esclarecido en tiempo récord, apenas un mes. «Las primeras 48 horas son muy importantes, las pruebas y restos biológicos están más recientes y es el mejor momento de hablar con los testigos», detalla. Fue clave que hubiese «una pista muy buena desde el primer momento, el coche», que les llevó al lugar de los hechos. Por otro lado, fueron muy útiles las entrevistas realizadas a los convivientes; ellos mismos «acotaron» al presunto autor. La investigación sigue adelante para despejar las incógnitas restantes de la ecuación, con la tranquilidad de que el supuesto homicida está localizado.

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