Adiós a Diego, el motrileño que trasladaba al cielo los fuegos artificiales de su mente
Falleció el pasado sábado tras las graves heridas causadas en un accidente durante una pirotecnia en Vélez de Benaudalla
Diego Salado había nacido, prácticamente, con un cohete bajo el brazo. Era un adolescente cuando pidió trabajo en Pirotecnia Esteban Martín, en su Motril natal, el lugar en el que ha desarrollado toda su carrera. «Espérate a que seas un poco más mayor», le respondía el jefe. Hasta que consiguió entrar. Esa era la profesión de sus sueños, la que le hizo inmensamente feliz. Los que le conocen dicen que su creatividad y talento eran indescriptibles: era capaz de trasladar al cielo los espectáculos que imaginaba en su mente. Diego perdió la vida el pasado sábado, 17 de diciembre, a los 39 años de edad, tras un accidente registrado el día anterior mientras trabajaba en una pirotecnia en Vélez de Benaudalla. Sus familiares, amigos y compañeros lloran sin consuelo una pérdida que será muy difícil de superar.
Diego, natural de Motril, estaba casado y tenía tres hijos pequeños. Su mujer, Miriam, llevaba doce años a su lado. «Me quería con locura tanto a mí como a sus hijos, era un papá y un marido genial», explica emocionada. Todos los que le conocían, asegura, hablan maravillas de él. La familia se siente arropada por las incontables muestras de cariño que está recibiendo estos días, pero la tristeza es demasiado profunda. «Es el palo más grande que he vivido, muy duro», añade.
En la empresa nadie se lo puede creer. Uno de sus mayores confidentes era Francisco Morón, compañero desde hace siete años, que ha trabajado codo con codo con él a diario. «Cuando yo entré en 2015 no sabía nada y él era un experto, fue mi gran maestro. Nos convertimos en íntimos, más que un amigo era mi hermano. Comíamos juntos, viajábamos… Terminábamos de trabajar y seguíamos escribiéndonos y llamándonos en casa», recuerda entre lágrimas.
«Habíamos imaginado un cambio en la música de los diseños, que haríamos historia, pero el destino siempre sorprende. Ahí entra la fuerza del ser humano para volver a sorprender al destino. Que la historia continúe, tu nombre y el mío subirán donde hace solo diez días soñamos juntos volar por el mundo», ha escrito por su parte su hermano Alberto en redes sociales.
Diego llevaba más de veinte años en Pirotecnia Esteban Martín, donde se convirtió en una pieza clave. Lo llevaba en la sangre. En señal de homenaje, en su despedida se lanzaron al cielo 'truenos', unos cohetes que le encantaban. Francisco se encuentra ahora mismo de baja, pero no quiere imaginar cómo será volver a la empresa y no encontrarlo allí. «No sé qué va a ser de mí. Estamos todos destrozados, es una desgracia enorme. Él, su mujer y sus hijos formaban una familia muy linda», apostilla su amigo. De aquí en adelante, todos ellos mirarán al cielo y recordarán a Diego, el motrileño enamorado de la pirotecnia que se ha ido demasiado pronto. Descanse en paz.
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