«Ahora he entendido el dolor tan enorme que habría causado si me hubiese quitado la vida»
Un granadino que creyó no encontrar salida a su malestar relata su mejoría tras recibir la ayuda de profesionales y allegados
Jorge (nombre ficticio) no planeó quitarse la vida. Simplemente se dispuso a hacerlo una mañana, de forma impulsiva, sin plantearse las consecuencias. Lo siguiente que recuerda es despertar en el hospital. «Me di cuenta de que no lo había conseguido y me sentí frustrado, pero menos mal que no lo logré», relata. De aquel momento han pasado unas semanas, pero su mejoría es más que notable. Apoyado en una red de profesionales y en sus allegados, ahora tiene claro que hay salida.
La vida de Jorge no ha sido lineal. Los altibajos siempre han estado presentes, así como la tendencia a la tristeza en algunos momentos, pero nada comparado con lo vivido en estos últimos meses. El detonante fue la pandemia, que le hizo sentirse más solo que nunca. «Era una sensación de aislamiento y yo, que tengo una sensibilidad especial, necesito ese contacto. No tengo pareja ni hijos, y con los años el grupo de amigos tiende a reducirse. Llegó un momento en el que no tenía apenas contacto con ellos, solo por WhatsApp o teléfono», explica. No estaba feliz en el trabajo y se sentía «viejo». Los días empezaron a pesarle. El colmo llegó cuando al cansancio emocional se añadió el físico por la falta de sueño. «Me acostaba y me levantaba pensando en todo lo malo que tenía en mi vida», cuenta.
Nunca creyó que aquella voz destructiva se apoderase de él, pero así fue. Creía que no tenía nada más que aportar al mundo. No planeó quitarse la vida, simplemente se levantó una mañana y supo que quería hacerlo. Le dejó suficiente comida a su perra, por si tardaban en darse cuenta de lo sucedido, y procedió. Lo siguiente que recuerda es despertar en el hospital, enfadado por no haber logrado su propósito. Ahora agradece en el alma esta segunda oportunidad.
Una nueva vida
Tras recuperarse de aquel episodio, se abrió a su familia y comenzó a ir al psicólogo y al psiquiatra. En solo una sesión cambió muchos de los pensamientos que le atormentaban. «Yo pensaba que si fallecía mi entorno lo pasaría mal un par de meses y ya está, luego seguirían con su vida. Ahora he entendido el dolor tan enorme que habría causado, ese vacío inmenso para mi familia y mis amigos», apostilla.
Jorge está aprendiendo ahora a aceptarse y valorarse. Ha estado demasiado tiempo siendo dos personas diferentes. Una, de puertas para afuera, la versión agradable. Otra, la que estaba en casa, con un sinfín de monstruos internos. «Para mucha gente yo era fantástico. Simpático, culto, con trabajo… Pero yo no veía esas cualidades», manifiesta. Los sanitarios le han advertido que la mejoría no consiste en un sprint, sino más bien es una carrera de fondo. Y su actitud es más que positiva. «No me van a cambiar, soy yo quien tengo que ser capaz de conocer mis virtudes y defectos. Una vez que los admites pierden fuerza, los asimilas como algo tuyo. Lo importante es hablar de lo que te pasa», asegura orgulloso.
Los consejos
A todo aquel que se pueda sentir en una situación similar, Jorge le manda un mensaje claro: «Siempre hay alguien dispuesto a ayudarte». Consciente del estigma sobre la salud mental que aún prevalece, recuerda que el psicólogo o el psiquiatra -que ha acertado de lleno con la medicación que necesita- equivale al traumatólogo si hay un dolor de rodilla, o al pediatra ante un niño enfermo.
Él mismo se topó con ese tabú. Cuando entró por primera vez en la consulta, su pregunta fue si estaba loco. «Me respondió: ¿tú qué crees? Y contesté que no. El psiquiatra me dio la razón, lo que estoy es enfermo y para eso voy a consulta», recalca. En estas semanas Jorge medita, pasea y practica yoga. Le hace bien. También se ha alejado de la superficialidad de las redes sociales, algo que recomienda. «Querer ser perfectos y estar a la última genera ansiedad. Hay que mirar menos para fuera y más para dentro, aunque nos de miedo enfrentarnos a nosotros, podemos hacerlo», asegura Jorge, que habla con una sonrisa de oreja a oreja de la gente tan maravillosa que tiene a su lado. Porque aunque no lo supo ver, siempre ha estado acompañado por ellos. Los que le adoran.
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