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Las caras destructoras de hombrías

Lo que llevo en mi maleta ·

Un fenómeno paranormal que puso el foco de antención en un pequeño pueblo de Bélmez de la Moraleda y convirtió la casa de María Gómez en lugar de peregrinación para los amantes de lo parapsicológico

Jesús Mudarra

Jaén

Sábado, 22 de agosto 2020, 23:51

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Yo soy uno de los que ha ido a ver las caras de Bélmez. Uno de los miles que desde 1972 han pasado por este pueblo a orillas de Sierra Mágina para ver con sus propios ojos aquel fenómeno que había puesto en el mapa nacional una localidad de menos de 2.000 habitantes. Fui siendo adolescente, con las hormonas haciéndome sentir invencible, y solo ahora que ya tengo algo de barba me atrevo a confesar que, de no haber sido porque estaban mis padres delante, no habría tardado en salirme de la que fuese la casa de María Gómez, en la calle Real número 5.

Allí había caras. Todavía se desconoce el origen de las mismas pero estar, están allí. Unas caras a las que, según nos contó la sobrina de la dueña de la casa, les habían llegado a rezar las vecinas pensando que eran obra de un milagro. Lo cierto es que en parte lo fue en su época al menos para los negocios del municipio, pues llegaban a agotarse el pan, la cerveza o el fiambre del número de visitantes que pasaba a diario por el pueblo.

¿Cómo no iban a venir si hasta el mismísimo parapsicólogo alemán Hans Bender acudió a la localidad a emitir su veredicto? Este fue favorable, como todos durante los primeros años, hasta que a la Iglesia primero y posteriormente al régimen franquista dejó de hacerles gracia que las caras colmasen portadas de la prensa de todo el país, a las que llegó después de que IDEAL diese la exclusiva del fenómeno.

El gobernador civil, Ruiz de Córdoba, y el obispo de Jaén, Miguel Peinado, hicieron lo imposible para acabar con el fenómeno, y hasta el mismo Ministerio del Interior presionó para ello. Hubo amenaza de prisión al entonces alcalde Manuel Rodríguez e incluso se le llegó a hacer un juicio al fenómeno en Málaga y, aunque consiguieron apagar la repercusión del mismo tachándolo de fraude, no pudieron evitar que los belmoralenses se convirtiesen en expertos del lenguaje de lo paranormal.

Así no era raro oír hablar a agricultores de psicofonías o a tenderas del proceso de la teleplastia. Y mientras el mundo de alrededor se dividía entre los que creían en la veracidad de este suceso paranormal y los que no, los primeros hallaron conexiones de las caras con los familiares de María Gómez que habían muerto, de forma trágica, en el asedio que hubo durante la Guerra Civil al Santuario de la Virgen de la Cabeza. Ya se habían encontrado huesos bajo el cemento de la casa. Datados del siglo XII habían servido para que la historia de las caras se volviese un poco más tétrica y para que, un servidor saliese de la habitación al escucharlo haciéndose el aburrido.

Para cuando yo fui, las caras estaban en su segundo auge. Iker Jiménez tuvo que ver mucho en el mismo y también la aparición de estas 'manchas' en el cemento de otra casa propiedad de la familia. Recuerdo que allí vi una con un tricornio. Uno que se ha criado en un cuartel sabe distinguirlos y lo que había en el suelo de ese desván era un Guardia Civil. Nos contaron que eso mismo habían defendido los jóvenes del pueblo, cuando acusaron a los vecinos de la localidad de montar un bulo entorno a las caras para lucrarse, hubo hasta manifestaciones defendiendo la honradez de Bélmez de la Moraleda.

Todos los belmoralenses parecen tener una y al contarlas los hay de dos tipos: de los que sonríen denotando especial cariño con aquel episodio de sus vidas o de los que ponen la misma cara que si hubiesen recibido un susto minutos antes. Me gustó la experiencia, ahora a toro pasado, aunque yo creo que para siempre seré de los del segundo grupo.

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