La campana azul que suena a vida
Puri Orellana, paciente oncológica del hospital San Cecilio, finaliza su tratamiento de inmunoterapia con una fiesta en el pasillo
Leticia Martín Cano
Miércoles, 23 de julio 2025
La campana azul suena sin parar. El movimiento fuerte y repetitivo retumba en la séptima planta del Hospital San Cecilio como un eco de esperanza. Puri Orellana, de 49 años, avanza sorprendida como si no supiese lo que tienen que celebrar. La banda sonora marca el compás de cada uno de sus pasos como si se tratase del inicio de una película. En este caso, el inicio de su nueva vida. Los ojos comienzan a inundarse, mientras una sonrisa temblorosa lucha por abrirse paso entre el nudo que le aprieta la garganta. La vida, esta vez, tiene su nombre. Ella, la mujer de las mil batallas. La que hoy pone fin al cáncer de mama. «¡Sorpresa!», gritan sus amigos y familiares mientras salen descontrolados para abrazarla.
Puri Orellana, acaba de finalizar su tratamiento de inmunoterapia. «A la mierda», anuncia la pancarta que ocupa gran parte de la sala. Su madre, su marido, su hijo y sus amigos se han reunido para prepararle una fiesta sorpresa en el hospital. Risas, abrazos y emoción llenan la sala, perfumada por los ramos de flores que han traído con amor. El aroma de la esperanza y del comienzo de una nueva etapa. Orquídeas rosas, margaritas rojas, rosas blancas y claveles. «¡Sí se puede y tú, quieres!», pone en una de las notas que cuelga del ramo. Hoy, como anuncia la canción que cantan de fondo, Puri, ha dado un pasito más y sí. Se puede.
Desde que le diagnosticaron cáncer de mama el 12 de febrero de 2024, Puri ha visitado constantemente el hospital. Quimioterapia, revisiones, pruebas, una operación y un largo tratamiento de inmunoterapia marcaron su calendario durante meses. Pero, por el camino, la vida le guardaba una gran recompensa. Se sometió a una mastectomía completa y, al salir de la operación, encontró un mensaje en su móvil. «Tengo algo que proponerte», decía. El destino estaba moviendo hilos.
Era Azucena Morales. Le acababan de diagnosticar cáncer y buscó la ayuda de Puri. Una mujer deportista e indestructible. Un referente que marcaría cada uno de sus pasos. «Ella iba por delante. Todo lo que me estaba pasando a mí, ya lo había pasado ella», explica su amiga Azucena. Hoy, la recibe con nerviosismo. Ha sido la que ha organizado la fiesta, junto con la ayuda de Maruzzella Romero, responsable de la asociación 'Relevos x la vida'. «En cuanto me dijeron que era su última sesión, comencé a prepararlo», comenta Azucena. No avisó ni a los familiares cercanos de Puri. Nada podía fallar y el riesgo de que se filtrarse alguna información iba a ser menor si solo la manejaba ella –y poca gente más–.
Nada al azar
Puri cuida cada detalle, y por eso, hoy, cada detalle ha sido pensado para ella. No hay nada dejado al azar. Globos, regalos, música en directo y amor, mucho amor. Su pelo corto le enmarca el rostro como si alguien hubiese querido subrayarlo. Sus rasgos están a la vista, sin distracciones. Sus ojos dicen más de lo que su boca calla. Sonríen agradecidos por lo que están viendo. Su madre, pegada a ella como si fuese su sombra, sostiene un ramo de rosas blancas. Sonríe y la mira como si el mundo fuese a quebrarse si parpadea. En esa mirada que desborda alegría, también yace el descanso. El dejar de vivir angustiada. Puri siempre fue una amante del deporte y si lo mencionas solo le sale gritar que «le encanta» con una sonrisa enorme. No faltó ni un día al gimnasio, a pesar de que los efectos secundarios la dejaban sin fuerzas. «Me hacía desintoxicarme de todo lo que tenía en el cuerpo», explica. Además, tiene una cuenta de Instagram junto a tres de sus amigas llamada 'Mujeres con reservorio'. Las cuatro comparten la misma enfermedad y lo muestran a sus seguidores.
Un móvil revolotea por la sala entre las manos de Azucena. Es la hermana de Puri y su amiga Eva que, por la distancia, no han podido estar de cuerpo presente, pero están. Siempre lo han hecho. «Hoy es importante, pero más importante es todo lo pasado», explica Puri emocionada mientras habla del sostén en el que se convirtieron sus seres queridos.
Abre cada detalle con ilusión, sosteniendo la mirada a cada una de las personas que se lo entregan porque ellos son su verdadero regalo. Uno de ellos, es un diente de león encapsulado en un vidrio. Como si se tratase de ella misma. Una planta que crece en condiciones difíciles y que renace hasta entre las grietas. Que muestra la resiliencia, la fortaleza y la capacidad de renacer. Porque cuando uno de ellos se deshace con un soplido, deja a su paso los deseos y, aunque muestra lo efímera que es la vida, a su paso deja las semillas de una nueva vida que vuelve a nacer.
La séptima planta de oncología, temida por muchos, hoy late con fuerza. Se ha convertido en una fiesta. Los pasillos, testigos de tantas batallas, se llenan ahora de risas, de aplausos, de música. Algunos pacientes se asoman y miran con ilusión: han visto que se puede. Porque en el hospital San Cecilio siempre hay motivos para celebrar. Y hoy, más que nunca, la vida es uno de ellos. Entre bailes y abrazos, celebran a Puri. Celebran su lucha. La que pareció pender de un hilo, pero que hoy brilla más fuerte que nunca. Su historia no se queda aquí. Hoy, como la canción que aún suena de fondo, Puri promete. Promete a la vida, a su familia y a sí misma que este nuevo capítulo será distinto. Que aún le queda mucho por celebrar, y lo va a hacer con todo el alma.
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