El brillo de una Alhambra desvelada
La visita nocturna al monumento se realiza durante todo el año con una ocupación superior al 96%
Leticia M. Cano
Jueves, 29 de agosto 2024, 00:12
La noche desciende sobre Granada como un manto de terciopelo y la Alhambra, que durante el día luce imponente, adopta ahora una silueta casi irreal. Las piedras centenarias que han presenciado el paso de dinastías y el susurro de conspiraciones adquieren un brillo misterioso bajo la luz de la luna. La brisa de la noche acaricia las murallas y los jardines. Entre juegos de luces y sombras, el palacio parece un laberinto encantado donde cada arco, cada fuente y cada patio cuenta una historia secreta, esperando ser descubierta por aquellos que se atreven a caminar por sus pasillos bajo el encanto de la noche.
El Palacio de Carlos V es testigo de la llegada de los 300 visitantes que recorren cada noche los Palacios Nazaríes. Cuando aún queda una hora para entrar, los más impacientes ven el atardecer desde el lugar donde guardan la cola. Ser los primeros en acceder les parece una ventaja, pero cuando pasan el control de seguridad, su prisa revela una verdad menos favorable. Atraviesan el Mexuar como si de un simple pasadizo se tratase, mientras que los más delicados analizan los detalles que se dejan iluminar por la luz tenue que hay en la sala.
Las proximidades de las ventanas se van llenando de personas. Los brazos se extienden lo máximo posible para captar una instantánea de la ciudad. Porque verla desde la Alhambra se convierte en un lujo y si es durante la tranquilidad de la noche, el placer aumenta. «Si no lo vives, no lo sientes», confiesa Carmen Pérez, jefa del Departamento de Visita Pública. Fascinada por la historia del monumento, Pérez explica la singularidad de cada sala ante algunos avispados que se acercan disimuladamente para captar un poco de información.
El Patio del Cuarto Dorado queda iluminado por algunas luces que ensalzan la figura del monumento y las estrellas que se dejan ver provocan una sensación de serenidad que aumenta con cada gota de agua que cae de la fuente central. Los susurros cuentan lo que con una mirada –en la oscuridad– no se puede descifrar. Las cabezas se giran sin parar. Cuando el sentido de la vista no da más de sí, utilizan el tacto y… «¡Buah!», se escucha decir a Claudio, un turista italiano.
Al Patio de los Arrayanes acceden con algún que otro tropezón, pues el escalón no se deja ver para todo el mundo y quedarse embelesado con los encantos de la Alhambra nocturna trae consigo algún despiste. La alberca duplica el encanto del lugar rompiendo sus dimensiones y convirtiendo el reflejo en la postal perfecta que todos tratan de fotografiar. Las temperaturas descienden y aunque el entorno esté rodeado de gente, los visitantes entran en una burbuja de la que no pueden escapar.
La visita nocturna al monumento se realiza durante todo el año con una ocupación superior al 96%
Sandra y Javier llegan desde Almuñécar y traen con ellos a dos amigos de Italia. «El año pasado nos quedamos sin entradas y, por eso, esta vez las hemos sacado con ocho meses de antelación», confiesan. Llevan una semana en Granada y no pueden volver a casa sin descubrir el verdadero encanto de la ciudad. Aunque no dominan el español, su sonrisa y el brillo de los ojos favorecen a una fácil traducción: «¡Bellissimo, bellissimo!», afirman radiantes.
Juanma y su familia no son granadinos, pero sienten la ciudad como si estuviese en su potestad. Desde el corredor de Carlos V, las vistas son inigualables. Las luces iluminan la capital, pero no son capaces de opacar el entusiasmo que resalta en sus miradas. «Venimos de Gerona y nos está encantando», confiesan. También han sacado las entradas con antelación, pues quedarse a las puertas no entraba en sus planes. Aunque la mayoría de visitantes son españoles, las diversas nacionalidades concurren el lugar y el lleno cada día es casi total –superan el 96% de las ventas–.
Tras la Sala de Dos Hermanas, doce leones esperan para ser admirados. Aunque determinados turistas temen no percibir algunos detalles, cierto es que de la Alhambra se puede disfrutar hasta con los ojos vendados. Álvaro y Ana pasean su amor por el Patio de los Leones y capturan su belleza –y la del patio– con un selfi para recordar su visita nocturna. «El encanto que tiene con las luces, el sonido del agua y la tranquilidad que se respira por la noche le da un toque mágico», sentencia Álvaro.
Esta magia también se respira en todas las salas que quedan por visitar. La Sala de Reyes, Abencerrajes y Mocárabes rodean el Patio de los Arrayanes donde termina la ruta circular. Tras pasar la Puerta del Príncipe, una fuerza sobrenatural los hace a todos girar. ¿Es real lo que esta velada les va a hacer recordar? Porque aunque desvelada quede la Alhambra por sus visitas sin cesar, bien saben los invitados que la Alhambra nunca ha necesitado luz para brillar.
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