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Un empleado de Inagra, en el ferial del Corpus. Ramón L. Pérez

«Nos asustamos cuando la cogió del cuello»

Los empleados de Inagra, dos mujeres y un hombre, que alertaron de una agresión machista en el ferial durante el Corpus animan a seguir su ejemplo

Carlos Morán

Granada

Jueves, 25 de agosto 2022, 00:53

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Son un hombre y dos mujeres y trabajan en Inagra, la empresa concesionaria de la limpieza de la ciudad de Granada, y el pasado 15 de junio, en plenas fiestas del Corpus, tuvieron un gesto para contribuir a barrer la violencia machista. Mientras desempeñaban su labor en el ferial de Almanjáyar, vieron que un chaval estaba maltratando a una adolescente. Eran las doce del mediodía y el recinto estaba prácticamente desierto. La madrugada había sido larga y la resaca había impuesto su ley.

Al principio, los barrenderos creyeron que era un juego, pero el comportamiento cada vez más iracundo del joven no era una broma. «Le tiraba del pelo y la agarraba del cuello y ella decía que la dejase en paz», relatan.

Se asustaron y, sin perder de vista a la pareja, avisaron de lo que estaba ocurriendo. No le dieron la espalda a un fenómeno criminal que, solo en lo que va de 2022, se ha cobrado la vida de 28 mujeres en España.

«Tres minutos después» de que dieran la voz de alarma, varios coches de las policías Local y Nacional aparcaban entre el rechinar de los frenos junto al laberinto de la caravanas de los feriantes, que era donde se había ocultado el chico con la víctima para esconderse de los testigos. Fue detenido allí mismo. Era un menor de edad. Su pareja también. Y estaba embarazada de él.

Cuando la adolescente pasó junto a los empleados de Inagra que la habían sacado del aprieto, disculpó la actitud del muchacho y aseguró que no había pasado nada. «Se notaba que tenía miedo», recuerdan los operarios, que prefieren mantener el anonimato, aunque han accedido a contar el suceso a IDEAL.

El maltratador ya ha sido condenado a doce meses de libertad vigilada por un delito de violencia de género y otro de lesiones.

Antes de que empezase el juicio, el acusado aceptó los cargos y no fue necesario celebrar la vista oral. El procesado admitió «una agresión continua en todas sus modalidades, físicas, psíquicas y controladoras», una conducta que tenía atemorizada a su novia.

Satisfechas como mujeres y como madres

Con esa resolución, quedaba zanjado un incidente que irrumpió como una pedrada en la jornada de trabajo de tres empleados de la limpieza pública de Granada.

Habían comenzado a barrer el ferial a las siete de la mañana del 15 de junio. Cuando llegaron al recinto, se cruzaron con los juerguistas más contumaces, esos que estiran las noches hasta que ya no dan más de sí. El hombre de la cuadrilla se dedicó a aspirar hojas con un soplador y, cuando terminó esa tarea, el jefe le dijo que fuera a echar una mano a las dos compañeras que barrían junto al campamento de los remolques de los feriantes. «Me acerqué a ellas y vi que algo no iba bien. Tenían las caras desencajadas. Enseguida me comentaron que había un chaval que estaba maltratando a una chica. Entonces los vi. Él iba empujando a la niña hacia las caravanas para que no le viéramos. Entre las caravanas hay como callejuelas y es fácil esconderse. Les seguí a una distancia prudencial. Queríamos saber qué pasaba. En un momento dado, ella se echó a llorar y me asusté. Estaba reteniendo a la niña contra su voluntad. Dudé. No sabía si meterme o no. Pero ellas me dijeron que no, que llamásemos a la Policía. Sin perderlos de vista, miramos a ver si había a algún agente por los alrededores, pero no vimos a ninguno. Así que telefoneé a nuestro capataz y le dije la emergencia que teníamos. Yél llamó a la Policía, que llegó de inmediato y ya respiramos tranquilos», refiere el trabajador de Inagra.

Los tres sintieron angustia, pero, al final, con el paso de los días, les inundó la satisfacción de haber contribuido a la lucha contra la violencia machista. «Esto hay que erradicarlo entre todos. Yo tengo una hija de 14 años y estas cosas te afectan», explica el barrendero.

Sus compañeras asienten y también animan a la sociedad a seguir su ejemplo. «Cuando el chico iba llevando a la niña hacia las caravanas, pasó un coche y el conductor comenzó a increpar al agresor. Nosotras somos mujeres y madres, y nos gustaría que la gente hiciera por nuestras hijas lo que nosotros hicimos por esa joven»,  afirman las testigos.

La rabia del agresor

Las dos empleadas de Inagra no han olvidado la rabia que se apoderó del adolescente cuando ellas le gritaron que soltase a la joven. «Iba comiendo un bollo y lo tiró al suelo con coraje. Le molestaba mucho que le hubiésemos visto. Luego la cogió por el cuello y la arrastró hacia la caravanas. Yahí nos asustamos mucho, porque había muchos escondrijos. El asunto iba a peor», detallan las trabajadoras sus impresiones.

Su intervención sirvió para cortar una alarmante escalada de furia. Y han querido contarlo.

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«Nos asustamos cuando la cogió del cuello»