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Sebastián Pérez, en la rueda de prensa en la que Ramón L. Pérez

La baraka de un animal político

La trayectoria política de Sebastián Pérez ·

Cimentó su carrera política de la mano de Díaz Berbel, saboreó el poder absoluto al ganar la Diputación hace una década e inició su declive tras la caída de Torres Hurtado

Jueves, 27 de mayo 2021, 01:11

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Si algo ha marcado los 32 años de trayectoria política de Sebastián Pérez (Granada, 1965) en el PP ha sido la capacidad de resurgir y coger oxígeno, muchas veces contra pronóstico, cuando sus enemigos lo daban por amortizado. Sebas –así lo llaman sus allegados– siempre ha sido como el protagonista de aquella canción de 091, un hombre con suerte. El órdago que lanzaba ayer al partido al que se afilió en 1989 es el penúltimo giro de guión de una larga carrera que le llevó a asaltar lo cielos de la política granadina en 2011, al convertirse en presidente de la Diputación con mayoría absoluta, un hito para el PP.

El inicio de su trayectoria está muy marcado por la influencia política de su padre, Sebastián Pérez Linares, un alto dirigente de Falange y de la dictadura franquista al que por su gran dimensión humana, según cuentan las crónicas de la época, le lloraron a su muerte (2006) «tanto personas de la izquierda como de la derecha». Pérez Linares fue el espejo y el referente para su hijo mayor, que empezó la carrera de Ciencias Políticas y nunca la terminó ni la echó de menos para moverse en el ruedo político.

Sebastián Pérez llegó a la plaza del Carmen de la mano de Gabriel Díaz Berbel en 1993. El entonces veinteañero creció a la sombra política del alcalde más mediático que jamás ha tenido Granada y se convirtió en su mano derecha. Para la historia de la ciudad quedan los episodios tan extraordinarios como pintorescos que brindó el tándem 'Kiki'-Pérez con visitas de tronio –desde los astronautas del Discovery a las Spice Girl– o el acierto de asomar al entonces presidente de EEUU, Bill Clinton al mirador de San Nicolás para locura del turismo.

Cuando el PP fue sustituido por el tripartito presidido por el socialista José Moratalla, Pérez siguió en el Ayuntamiento y desde la oposición preparó la campaña de José Torres Hurtado, que se hizo con la Alcaldía en las siguientes elecciones contra pronóstico y con una mayoría aplastante. A Sebastián le sonreía la fortuna. Era el año 1999 y nacía un nuevo tándem Pérez-Torres Hurtado que ya se sabe como acabó –del amor al odio hay un paso– pero vivió en aquellos años una luna de miel mientras Díaz Berbel se marchaba de las filas populares renegando de Pérez, que acumulaba más y más poder.

Tanto que en 2004 lograba hacerse con la presidencia del partido, sin que la carrera por convertirse en líder indiscutible del PP granadino fuera un camino de rosas, ya que desmontó pieza a pieza la herencia del anterior presidente popular, Juan de Dios Martínez Soriano y dejó en el camino a parte de la vieja guardia.

Y todo a pulmón

Con la obsesión de pintar de azul el mapa de la provincia, Sebastián Pérez se trabajó la suerte a bordo de una furgoneta, puso el 'Todo a pulmón' de Miguel Ríos de banda sonora y le dio cuatro vueltas al mapa de la provincia. Trescientos mil kilómetros y hasta 42 visitas a pueblos que se le resistían avalan aquella victoria que abrió su etapa de gloria.

Hace una década (el 22 de mayo de 2011) se convirtía en el presidente de la Diputación y en el hombre al que nadie iba a toser, en años, en el PP granadino. Como máximo responsable de la institución, concejal del gobierno de la capital, senador y presidente del PP de Granada, Sebastián Pérez era en aquellos momentos sinónimo de poder.

Pocos imaginaban entonces el lento declive que se aceleraría en 2016 cuando entregó su cabeza y su acta de concejal a cambio de que su enemigo íntimo Torres Hurtado aceptara dimitir cuando estalló la Operación Nazarí.

Pero, por aquello de su baraka, en un escenario de tormenta perfecta, tras las elecciones generales que supusieron un descalabro colosal del PP y después de salir del ayuntamiento, Pérez lograba encabezar la lista popular a las municipales de 2019 y con la 'Gran Granada' como himno quemaba el penúltimo cartucho para estar en primera línea política. El resultado fue un fracaso (pasó de once a siete concejales) y sin embargo le permitió festejar la noche electoral entre gritos de «alcalde, alcalde». Lo demás es la historia del 2+2 y un final, aún sin escribir, que tiene que resolver si al animal político se le acabó la baraka.

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