La bajamar descubre sus secretos
Rincones al descubierto ·
Es el primer Monumento Natural declarado en Andalucía. Tradicionales corrales de pesca que bordean las playas de Rota y Chiclana y añaden valor histórico y antropológico a sus espacios para el ecoturismoJUAN ENRIQUE GÓMEZ Y MERCHE S. CALLE
Miércoles, 29 de julio 2020, 23:57
Ocurre dos veces cada día en periodos de seis horas cada uno. En las costas de la Andalucía atlántica, los movimientos intermareales provocan que el mar avance o retroceda en algunos puntos hasta más de doscientos metros, lo que implica que en los dos periodos diarios de marea baja queda al descubierto un gran espacio, un fondo marino que desvela sus secretos. En la mayoría de las playas de Cádiz y Huelva, es el momento para pasear por una arena prensada, fácil de caminar; tiempo para observar la vida de las arenas y sus organismos, pero en dos puntos concretos, Rota y Chipiona, la bajamar deja al descubierto una milenaria red de murallas que desde la arena de la playa se adentran en el Atlántico formando grandes recintos estancos. Les llaman corrales, porque se parecen a las construcciones que los pastores realizan para guardar a sus ganados, casi con la misma técnica de piedras superpuestas una sobre otra, aunque en este caso, al contrario que en la montaña, los cantos de arenisca y pizarras, han sido colocados en vertical para impedir, en la medida de lo posible, el paso del agua.
Información útil
-
Cómo llegar Desde Sanlúcar: Por la A-2077, que se acercará a la costa y llega a los pinares de la Almadraba, donde una pasarela conduce a la playa
-
En Rota Están en la playa de los Corrales, en el extremo oeste de la localidad
-
Bajamar Recuerda que solo se pueden observar con la marea baja
-
El atardecer El mejor momento para visitar los corrales es al atardecer, con la puesta de sol
-
Castillo de la Luna Es la sede del Ayuntamiento, construido en el siglo XIII
-
Bares tradicionales Lo mejor de la cocina típica en los pequeños bares de la ciudad
Los corrales, al descubierto, crean un extraño y atractivo paisaje que se adentra en el Atlántico hasta casi 600 metros desde la playa, donde un gran muro paralelo a la costa, impide el paso de las olas mientras llega la pleamar. Son estructuras milenarias. No se ha podido determinar su origen, pero existen datos que ya hablan de ellos durante la presencia fenicia y romana en el sur peninsular. A lo largo de más de dos mil años, han sido mantenidos y utilizados por pescadores que tenían en ellos economía y alimento.
En Rota, todo el mundo sabe que para visitar los corrales hay que acudir en los periodos de bajamar, mejor si coincide con el amanecer o el crepúsculo. Llegamos siguiendo la costa desde Chipiona hasta el extremo oeste de Rota, al pinar de la Almadraba, donde una pasarela litoral discurre entre dunas y pinos hasta llegar a la playa de los corrales (es habitual de la costa atlántica andaluza el uso de pasarelas para preservar el espacio natural del paso de numerosos viandantes). La arena blanca está cubierta de masas de algas rojas depositadas durante la marea alta. Tras la línea mareal los muros de piedra marcan las lindes de ocho corrales. Sorprende que agua de la pleamar aún circula entre ellos a través de ventanucos enrejados a los que llaman caños, destinados a desaguar lo máximo posible el interior del corral y dejar al descubierto la riqueza del mar, atrapada con la retirada del agua. Al caminar sobre los muros ancestrales entendemos el funcionamiento de sistema. La marea llena, cubre la red de murallas, que llega a desaparecer por completo. Unas horas después, cuando el mar se retira el agua queda atrapada en los corrales y, con ella, una gran cantidad de peces, pulpos, sepias y otros moluscos de concha, gambas, erizos. El agua escapa por los caños, mientras los peces y demás especies marinas que han quedado atrapadas se refugian bajo las piedras. Los pescadores tradicionales, con herramientas casi tan antiguas como los corrales: espadillas, tarrayas, cerrojillos, entre otras, los capturan.
Las 'parcelas' del 'Chico', 'San Clemente' y 'Chiquillo'
Los corrales tienen nombre. Las gentes de Rota los conocen como 'Encina', 'San Clemente', 'Chico', Chiquillo', Corral Hondo, 'Corraleta' y 'Punta Candor'. Son los ocho existentes en la playa de Rota. De ellos, los tres últimos están muy deteriorados, pero hay proyectos para ponerlos en valor, mientras que el de 'San Clemente' forma parte de intentos de volver a introducir la pesca artesanal de forma continuada, una actividad que se perdió hace más de cuarenta años. Todos ellos forman parte de la impresionante oferta de ecoturismo que se puede disfrutar en la cosa gaditana.
Con solo andar junto a los charcos y sobre los muros, es fácil observar el movimiento de los habitantes del mar atrapados en los corrales, mientras en los muretes más cercanos a mar abierto, sobrevuelan cientos de gaviotas a la captura de peces. Más cerca de la playa, los correlimos, aves especializadas en alimentarse en los fangos de las orillas, aprovechan la bajamar. Los vuelvepiedras, aves del tamaño de una paloma, buscan bajo las lascas para encontrar moluscos y otros organismos. Es todo un hervidero de actividad que, hace décadas, se veía incrementado por la presencia de decenas de pescadores de Rota, de los que quedan muy pocos. Pescadores de caña utilizan los muros para llegar hasta el rompiente batido por las olas del Atlántico y otros, aprovechan los charcos intermareales para buscar almejas, ostrones, cañaíllas, y lo que puedan capturar, en ocasiones, sepias y lubinas.
La presencia de los corrales de Rota genera imágenes especiales, como la de grandes cargueros y petroleros que parecen navegar sobre los muros de piedra, una escena habitual en cada uno de los periodos de bajamar, o el vuelo en círculo de centenares de aves que esperan a que se desaloje el agua de la pleamar para acudir a sus comederos, o descubrir la presencia estática de garzas reales que otean los charcos y lanzan su largo pico sobre la superficie para atrapar pequeños y grandes peces. El atardecer cae sobre los corrales. La imagen del sol de poniente se refleja en los charcos de las mareas, el movimiento del agua que escapa por las rejillas genera destellos dorados. Pronto el mar comenzará a recuperar su espacio e inundará los espacios acotados por el hombre.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión