«Me asustaba mucho cogerle miedo a lo absurdo, a una silla, por ejemplo»
Nita | Trastorno esquizoafectivo ·
Descubrió su trastorno esquizoafectivo, una mezcla entre la esquizofrenia y la bipolaridad, a través de la literatura, su pasión y la materia que quiere impartir en las aulasLaura Ubago y Fotos y vídeo: javier martín
Granada
Viernes, 28 de enero 2022
Las historias de los libros empezaron a imbuir a Nita. Se le generaban ideas irracionales y tenía una sensación de pérdida de control de la realidad. Los delirios tomaban su cabeza mientras preparaba su trabajo fin de grado sobre la melancolía. «Me fui obsesionando con lo helénico, con la vanguardia, con el cubismo... me asomé a la ventana y vi a la gente convertida en cubos... y después me elevé, tuve un momento de euforia», explica consciente del mundo paralelo que creaba.
Nita devoraba libros hasta que estos terminaron por tragársela a ella. Intelectual de la literatura, a sus 27 años ha hecho Filogoría Hispánica y tres másteres: de estudios literarios, formación para ser profesora y clásicas. Fue inmersa en la lectura cuando comenzó a percibir los síntomas de su trastorno esquizoafectivo, una mezcla entre esquizofrenia y bipolaridad que no ha conseguido frenarla ni bloquearla.
Ella escribe su propia historia y porta un cuaderno de colores en el que apunta sus ideas, esas que ya no se deforman como las del surrealismo. Esta chica empezó a sentir momentos de irrealidad y a plantarles cara. Lo consiguió de la mano del tercer psiquiatra al que acudió y ayudada por los fármacos. Nita lleva una vida normal aunque se pregunta qué demonios es una vida normal. Lista, prudente, madura, fue gracias a su pasión por la literatura por lo que pudo darse cuenta de que llevaba una mochila; conocerla, meter la mano en ella y arreglar el desbarajuste de su cabeza.
Fue gracias a su pasión por la literatura por lo que pudo darse cuenta de que llevaba una mochila; conocerla, meter la mano en ella y arreglar el desbarajuste de su cabeza
Tener una enfermedad mental es algo «muy chungo que la gente aún no acaba de comprender», dice. Un día llegó a sentir que las gotas de agua de un grifo se convertían en cuchillas. Y se asustó. No le gustaba lo negro porque le recordaba a la oscuridad y empezó a pensar que podía «cogerle miedo a la absurdo, a una silla, por ejemplo».
Leyendo sobre el estoicismo, una tarde, empezó a ver motas brillantes que no existían. Eso quedó atrás. Ahora está tan bien que prepara una charla sobre eso mismo, el estoicismo, para darla en la asociación Granabip, entidad que ha sido clave en su recuperación. Las terapias grupales, la pertenencia a esa casa, y el sentirse identificada con más personas con trastorno bipolar ha ayudado mucho a la joven. «Aquí, no ponemos etiquetas», resalta con orgullo.
Las terapias grupales, la pertenencia a esa casa, y el sentirse identificada con más personas con trastorno bipolar le han ayudado mucho
Después de los brotes, a Nita le aflora la bipolaridad y tiene subidones o bajones. Se eleva o cae, la otra parte de su trastorno que ha conseguido controlar gracias a frenar los conatos de pensamientos irracionales, el origen de esos saltos en cama elástica que pueden acabar en el suelo. Una de las fortalezas de esta joven es conocer su trastorno y saber ponerse en alerta. «Después de uno de los brotes estuve tres días durmiendo». Ya pasó. El miedo a salir a la calle o la ralentización en sus movimientos son consecuencias de su trastorno. Nita es reflexiva y quería volver con su escritura a la casa de campo donde se crio de niña. Con sus árboles y sus camaleones. Ahora, estos brotes son cosas puntuales en su vida, en la que socializa, estudia y disfruta con su perra Maya. Ha logrado separar la ficción de su historia y quedarse en el término medio. Sonríe, escribe. Lee. Y esas páginas son ya un lugar seguro.
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