La historia del panadero de Senegal que triunfa en Granada
La tienda de Ibrahima Gakoy es una oda al pan de toda la vida, un oficio que ha resurgido en Otura gracias a la incansable dedicación de este artesano que abandonó África hace 18 años en busca de un futuro mejor
Una persiana se levanta para comenzar un nuevo día en la Plaza del Sol de Otura. A pesar de que el reloj solo marca las cuatro de la madrugada, para Ibrahima ya es por la mañana. Su jornada arranca al calor del horno mientras el resto del pueblo prolonga su sueño hasta una hora menos intempestiva. Su labor como panadero lo 'ata' a su panadería, pero su sonrisa nunca se resquebraja. La felicidad de Ibrahima es infinita.
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Hace veinte años, su comer estaba lejos de una cocina. En 2004 llegó a España procedente de su Senegal natal. El objetivo de Ibrahima pasaba por salir adelante en una tierra extraña y lejos de sus seres queridos. Vagó por las ferias de Galicia vendiendo fibra de madera hasta que descubrió su vocación: la masa. Se desplazó hasta Barcelona para estudiar varios cursos de panadería. Incluso tuvo la oportunidad de aprender el oficio de la mano de un panadero que había habilitado un horno en su propia casa. Tras años de formación, el momento de poner en práctica sus conocimientos llegó en 2021, ya instalado en Granada.
«Anteriormente había trabajado en Otura como fontanero o en una fábrica en Atarfe. Cuando estalló la pandemia, me quedé sin trabajo y decidí regresar con mi familia a Senegal. Cuando tocó volver a Granada, me lancé y abrí mi panadería con lo que tenía ahorrado», explica Ibrahima Gakoy a IDEAL desde el otro lado del mostrador. Con su mandil blanco y su gorra hacia atrás, Ibrahima cocina el pan que, más tarde, vende a media Otura. Por no decir a toda.
El flujo de clientes es continuo durante la mañana. En la Plaza del Sol se acumulan las colas frente a su puerta, además de un sinfín de vehículos aparcados en doble fila. Sus hogazas, chapatas, panes de semillas, empanadas o dulces árabes completamente caseros son la debilidad del pueblo. «Me di cuenta que en Otura no había ninguna panadería artesanal, ni ningún panadero que trabajase distintos tipos de harina. Eso me llevó a emprender y no puedo quejarme», detalla.
Ibrahima ya es un otureño más. Después de pasar varios años en el municipio, los escasos vecinos que le quedaban por conocer ya se han pasado alguna vez por su panadería. Esperando su turno se encuentra Encarni, vecina que conoce a la perfección al panadero. «Nos tratamos prácticamente desde que llegó a España hace veinte años. Fuimos compañeros de trabajo. Ibrahima, aunque yo lo llamo Juan, es un trabajador nato. Echa más horas que nadie y se merece que le esté yendo tan bien. En venganza, él me llama Carmen», bromea. Encarni, como si fuese a comisión, es la encargada de promocionar las delicatessen de Ibrahima. «Le recomiendo el pan integral, le sale buenísimo. Una vez que lo prueba, ya no puede parar. No se arrepentirá. Es como el pan de toda la vida, del que ya no queda en ningún sitio», le espeta a otro cliente primerizo.
Fama sin fronteras
La panadería de Ibrahima no se limita al término municipal de Otura. Hasta la Plaza del Sol acuden clientes de toda Granada e, incluso, de Andalucía atraídos por el olor a pan recién hecho. «Por favor, ponme un par de hogazas. ¿Tienes integral?», pregunta una joven con un habla que aparenta foránea. «Mi pareja y yo hemos venido desde Sevilla a pasar unos días a Granada», confiesa Esperanza. «Yo soy muy 'panera' y mi padre me recomendó la tienda de Ibrahima. La había conocido en internet y había encontrado muy buenas críticas, así que no podía resistirme a venir a Otura a comprar».
La pareja sevillana no tiene dudas sobre cómo acompañar las delicatessen del senegalés. «Un 'chorreoncito' de aceite de oliva y jamón del bueno», sentencian al unísono. Un placer capaz de arreglar un mal día. La felicidad hecha bocado. O, mejor dicho, la 'touba'. «'Touba' es una ciudad de Senegal donde todas las personas son bien recibidas y educadas para ser buenas personas desde el punto de vista cultural y espiritual. Reina la armonía, como en Otura. Aquí toda la gente es solidaria. Es un lugar feliz para vivir. Mi panadería no podía tener otro nombre», detalla el panadero. La 'touba' de Otura nace de las manos de Ibrahima.
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