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De pie, José Antonio, Daniel, Teresa e Isabel, residentes en Gójar. En el sofá, Mikhail, Alisa y Paloma, naturales de Bielorrusia. Alfredo Aguilar

Una nueva vida en Gójar tras huir de la dictadura de Bielorrusia y la guerra en Ucrania

Una pareja en paro ha acogido en su casa a Mikhail, Paloma y la pequeña Alisa, de siete años, que han tenido que cambiar forzosamente de residencia dos veces en menos de un año

Laura Velasco

Granada

Sábado, 23 de abril 2022, 00:21

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José Antonio Serrano y Teresa Alcalde, naturales del Zaidín pero residentes en Gójar, echaban de menos a Daniel, un niño de Bielorrusia que vino de acogida varios veranos. Lo querían tanto que hasta le pusieron ese nombre a su hijo. Perdieron el contacto con él hace años y necesitaban recuperarlo. Gracias a las redes sociales dieron con él, dando paso a una videollamada, muchos llantos y promesas de pagarle el viaje para que regresara de visita. Aquel contacto retomado se hubiera quedado ahí de no ser porque empezó la guerra en Ucrania. La hermana de Daniel vivía allí junto a su pareja y su hija y necesitaban escapar. Le escribieron a José Antonio y Teresa pidiéndoles ayuda y estos no dudaron en ofrecerles su casa.

La familia compró unos billetes de avión a Alicante y hasta allí se desplazaron José Antonio y Teresa para recogerles. Se comunican con ellos a través del traductor del móvil y con gestos, ya que unos no hablan inglés y los otros no saben español -aunque están aprendiendo-. Pero se las apañan. Ahora mismo la pareja granadina está en paro y tiene que mantener a sus dos hijos, Daniel e Isabel, y a los nuevos invitados. «Nos están ayudando algunas personas con comida, ropa o productos de aseo. Vivimos un poco apretados y todo está más desordenado, pero la convivencia es muy buena. Son muy educados y agradecidos», explica José Antonio.

Doble huida

La vida de los refugiados no ha sido nada fácil. Mikhail Nakanechny, Paloma Kasyanenka y la hija de ambos, Alisa, de siete años, son naturales de Bielorrusia, donde gobierna Alexander Lukashenko, apodado como el último dictador de Europa. Mikhail participaba en mítines contra el régimen. Algunos de sus compañeros empezaron a ir a prisión por este motivo y decidió, por seguridad, huir con Paloma y Alisa a Ucrania, donde tienen familiares. Fueron a parar a la ciudad de Dnipro y vivieron felices durante seis meses. Él es ingeniero informático y desarrolla páginas webs para una compañía. A los dos días de que ella comenzara a trabajar para una empresa de marketing digital empezó la guerra.

En la primera imagen, la familia muestra en el móvil una fotografía del refugio que construyeron. En las otras dos imágenes, el refugio en detalle. Alfredo Aguilar/IDEAL
Imagen principal - En la primera imagen, la familia muestra en el móvil una fotografía del refugio que construyeron. En las otras dos imágenes, el refugio en detalle.
Imagen secundaria 1 - En la primera imagen, la familia muestra en el móvil una fotografía del refugio que construyeron. En las otras dos imágenes, el refugio en detalle.
Imagen secundaria 2 - En la primera imagen, la familia muestra en el móvil una fotografía del refugio que construyeron. En las otras dos imágenes, el refugio en detalle.

Construyeron un refugio debajo de casa para protegerse, con agua y electricidad. El sonido de las alarmas era constante, los nervios, la angustia. «Nos despertaban las bombas», recuerda Mikhail. La situación era insostenible y, además, la niña empezó a presentar síntomas de hipoglucemia cetósica, la forma más común de esta afección en la infancia. «Necesitábamos un doctor y era muy complicado encontrarlo, así que decidimos irnos», añade el padre. Los hombres de entre 18 y 60 años tienen prohibido salir de Ucrania -por eso es habitual la imagen de mujeres huyendo solas con sus hijos-, pero pudo escapar al tener una nacionalidad distinta.

Teletrabajo sin cobrar

Una vez en Gójar, él ha seguido teletrabajando. Lo que no ha podido es cobrar, ya que su cuenta bancaria de Bielorrusa fue bloqueada cuando estaban en Ucrania. Están esperando a tener toda la documentación en regla para poder abrir aquí una cuenta y ser económicamente independientes, pero estos días ha surgido un importante contratiempo, como explica José Antonio. «La Policía nos ha avisado de que tienen que volver a Bielorrusia, porque su pasaporte es de allí y en ese país no hay guerra. Tienen un visado de 90 días y después de ese periodo los pueden deportar. Están asustados y preocupados», insiste.

En cuanto a la pequeña Alisa, a los dos días de llegar ya estaba acudiendo a clase al Colegio Virgen de la Paz de Gójar, donde la han recibido con los brazos abiertos. «Hemos visto vídeos que nos enseñan los maestros y ella juega y ríe, parece que está feliz. Cuando vuelve a casa pierde su energía, tratamos de ayudarla. Son demasiados cambios en un año, echa mucho de menos a sus amigos y su colegio de Ucrania», destacan los padres de Alisa, una niña tímida y muy obediente.

«Es parte de la vida tener que irte a un sitio seguro cuando hay peligro. Nos mantendremos fuertes»

Mikhail Nakanechny

Estos días los tres refugiados pasean por el campo, charlan, ríen y comen con gusto las ricas lentejas de Teresa. Mikhail ha acudido incluso a ver un partido del Granada a los Cármenes junto a José Antonio, que es socio. Y les gustaría visitar la Alhambra. «Estamos felices de haber venido aquí, es un sitio bonito con gente maravillosa que nos está ayudando a estar en paz», aseguran. Esperan solucionar con éxito las trabas de la documentación y poder seguir haciendo su vida aquí mientras el conflicto continúe. «Es parte de la vida tener que irte a un sitio seguro cuando hay peligro. Nos mantendremos fuertes», concluye emocionado Mikhail mientras permanece sentado junto a su mujer y su hija en el sofá de su nuevo hogar de Gojar.

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