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Momento del desayuno a ciegas organizado por la ONCE. Alfredo Aguilar
Experiencia en primera persona en Granada

La ansiedad de no ver ni el desayuno

La ONCE organiza una comida a ciegas para concienciar acerca de las dificultades que sufren a diario las personas con ceguera total o deficiencia visual grave y pedir colaboración ciudadana

Viernes, 16 de junio 2023, 15:55

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Fundido a negro. Es lo que ocurre cuando me coloco el antifaz que me han facilitado a la entrada. Como periodista de IDEAL, me dispongo a participar en el desayuno a ciegas que ha organizado la ONCE en su sede de la Plaza del Carmen. Una oportunidad para vivir en primera persona lo que sienten los más de cuatro millones de discapacitados visuales que hay en España, según datos oficiales de la ONCE. Una experiencia que provoca ansiedad y que obliga a agudizar el resto de sentidos vitales. Una vivencia necesaria para comprender lo que supone no ver ni para la hora de desayunar.

Apenas un leve destello de luz se percibe a través de la tela. No sé dónde estoy y me tengo que guiar por las indicaciones de terceros para llegar al comedor. Hasta necesito apoyar mi mano en el hombro de una compañera periodista para que me ayude a encontrar un sitio libre y sentarme a la mesa. La ceguera es prácticamente total. También la sensación de dependencia. Antes de que arranque la actividad, palpo con atención lo que puedo. Bienvenido sea todo lo que pueda adelantar, imagino. Un mantel de papel, algún cubierto de plástico, un bollo de pan... O eso intuyo.

«Siempre se palpa por abajo. Por arriba corremos el riesgo de derribar algún objeto o golpear a otro comensal. Es recomendable utilizar la referencia de un reloj de agujas para movernos por el entorno», explica algún técnico o, en general, alguien, pues no puedo ver su rostro. Ni siquiera sé con exactitud su localización en el comedor, aunque creo dirigir correctamente la cabeza hacia su posición gracias al oído. «Tenéis el zumo o la leche que habéis pedido a las doce en punto. El cuchillo, a las tres. La cuchara, a las nueve. A las seis está vuestro plato, pan y un trozo de bizcocho», prosigue la voz. Unas instrucciones fundamentales para desenvolverse mínimamente en la mesa.

«Imagina cuando vas a algún bar y el camarero no te da ninguna indicación. No sabes dónde ha colocado el plato o el vaso, y temes tirarlo todo al suelo. O hay tanto ruido ambiental que tampoco puedes hacer uso de tu sentido del oído para captar cualquier detalle que te pueda aportar más información», me cuenta Piedad Joyera, vicepresidenta del Consejo Territorial de la ONCE en Andalucía, Ceuta y Melilla. Padece deficiencia visual grave y desayuna a mi izquierda. Me recuerda lo importante que es tratar de mantener todos los objetos en su lugar original para no perder la orientación. Demasiado tarde.

Durante el desayuno

«La ceguera genera un estrés añadido que debemos saber llevar para tener una vida normalizada y mejor»

Carmen Aguilera

Directora de la ONCE en Granada

Tras la primera toma de contacto, únicamente controlo por completo mi zumo de naranja. No ha sido fácil de abrir, pues no he logrado introducir la pajita correctamente hasta dar con la yema de los dedos en su orificio correspondiente. El tacto lo es todo ante la falta de visión. Inclusive para encontrar la mantequilla o el tomate y untarlos en la tostada. Paso al menos media hora con las manos pringadas hasta que indican que cuento con una servilleta a las cinco en punto. La realidad es que estoy tan tenso y concentrado en no tirar nada, recordar dónde he dejado el cuchillo y no beberme por error el zumo de Piedad que ni he preguntado. «Las personas con ceguera o con discapacidad visual pueden sentir vergüenza a la hora de pedir ayuda. Desde la ONCE trabajamos mediante cursos de concienciación para que eso no pase. Parece una tontería, pero ese sentimiento de dependencia puedo cohibirnos por completo», explican.

Perder el apetito

Parto el pan con la mano para facilitar después el corte con el cuchillo, pero ni por esas. El tacto no es suficiente para sacar dos rebanadas iguales. Acabo untando y llevándome a la boca meros cuscurros. Es tal la dificultad e incluso ansiedad que se vive desayunando a ciegas que hasta se pierde el apetito. Mientras otros comensales repiten ración, termino devorando el bizcocho de chocolate, que viene ya cortado y preparado para comer. Cero complicación. «Lo peor son comidas con caldo o salsas. Es complicado no acabar con lamparones en la ropa, pero de los errores se aprende. La experiencia te ayuda a manejar adecuadamente esas situaciones», añade Piedad.

Después de un buen rato, se hace la luz. Antifaz fuera y, por fin, mis ojos completan la información restante. Todo es diferente a lo que mi cabeza había imaginado. No estamos sentados 'en V', sino 'en L'. Apenas he gastado tomate y mantequilla a pesar de sentirme lleno. Inexplicablemente, mi ropa luce impoluta. Todo un logro teniendo en cuenta que a veces la mancho hasta con visibilidad plena. De mi mesa no puedo decir lo mismo. «Está todo hecho una Francia», me sale de dentro al presenciar tanto desorden.

«Todo lo que has sentido te puede pasar también a la hora de coger un autobús, cruzar una calle o ir al supermercado. Necesitamos que la ciudadanía colabore para que estos pequeños gestos dejen de significar barreras para nosotros. La ceguera genera un estrés añadido que debemos saber llevar para tener una vida normalizada y mejor», ha concluido Carmen Aguilera, directora de la ONCE en Granada. Porque para todos no siempre vale más una imagen que mil palabras.

Transformar vidas

El desayuno a ciegas de este viernes 16 se enmarca dentro de la 'Semana de la ONCE' en Granada, donde se han llevado a cabo ponencias y otras actividades para fomentar la concienciación ciudadana en torno a las necesidades de las personas ciegas o con deficiencias visuales. El lema de la campaña es 'Contigo transformamos vidas'.

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