Agustín, Alma y Teo coronan la cima del Mulhacén en silla de ruedas
Tres jóvenes con discapacidad alcanzan el pico más elevado de la Península impulsados por la energía de medio centenar de voluntarios
Los 50 sherpas que empujaron las sillas de ruedas de Agustín, Alma y Teo hasta la cima del Mulhacén acabaron la aventura con agujetas hasta en los párpados de los ojos. Las punzadas que aseteaban sus cuerpos fueron una lección de anatomía: algunos de ellos descubrieron que tenían músculos en sitios que jamás hubieran sospechado.
Teo, un joven granadino de 18 años con parálisis cerebral, también tenía agujetas. Sobre todo en las mandíbulas. No paró de reír durante el ascenso y el descenso a la cumbre más elevada de la Península Ibérica. Mientras rodaba en volandas por los pedregales de la imponente montaña oscura, se partía el eje. La felicidad se le escapaba a borbotones por ver cumplido un reto que se le había metido entre ceja y ceja. Y no es de esos que aceptan un 'no' por respuesta. Es un tipo audaz. Sus piernas no le sostienen, pero sus cimientos están hechos de tenacidad y buen humor, un ingrediente que contribuye a restar solemnidad a sus hazañas.
Además de los tres chicos con movilidad reducida, en la caravana también participaron cuatro personas ciegas, un sordomudo y un alpinista con autismo
Por eso estaba en la caravana que, este pasado sábado por la mañana, se encaramó a la cumbre del Mulhacén con tres escaladores con movilidad reducida, cuatro personas ciegas, un sordomudo y otro chico con autismo. Fue agotador, pero la escalera hacia el cielo, como la canción de Led Zeppelin, funcionó.
Las familias de los alpinistas con discapacidad y medio centenar de voluntarios se lo curraron a pulso para lograr el objetivo. «Cuando todos son uno y uno es todo», decía la letra de los Zeppelin, la perfecta banda sonora para el viaje al pico Mulhacén, con sus 3.478 metros de altitud. Al cruzar ese límite, cuesta respirar y el frío y el calor se alternan al ritmo que dictan las nubes. Además, el suelo es un manto de piedras sueltas que dificultan la marcha. No, no es un desafío fácil de superar. «Fue duro. Estamos cansados, pero en ningún momento se nos pasó por la cabeza tirar la toalla. Eso jamás», dijo Antonio Lopera, responsable de Asociación para el Fomento y Promoción del Deporte Inclusivo (Afoprodei), una entidad con sede en Sevilla que ayuda a personas con diversidad funcional de toda Andalucía a realizar sus retos y que aportó dos de las sillas de ruedas adaptadas para este tipo de travesías.
Mensaje
Alma, también granadina e igualmente afectada por una parálisis cerebral desde que nació, es del mismo linaje que Teo. A sus 17 años, ha explorado profundas grutas y se ha dejado arrastrar por aguas bravas. El sábado se vino arriba y trepó por las faldas del macizo penibético. «Chicos y chicas os quería decir que este 'finde' ha sido un 'súper finde'. ¡He subido al Mulhacén, qué pasada! Muchas gracias por darnos visibilidad. Os quiero mucho», decía el mensaje que Alma envío a los sherpas que les ayudaron en su duelo contra el Mulhacén y a sus compañeros de fatigas.
Su amigo Teo lo escuchó con una luminosa sonrisa.
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