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La Huerta de la Mariana diez días después de que las máquinas pasaran por su huerto. Cristina R. Rey
La vida rural desaparece

Adiós a la Huerta de la Mariana: de cortijo centenario a parque familiar

La Huerta de Mariana, un cortijo del siglo XIX situado en la Vega de Granada, será demolida en los próximos días tras ser declarada en ruina

Cristina Ramos

Granada

Sábado, 5 de julio 2025, 23:31

Hasta hace poco más de un mes, en un rincón tranquilo de la Vega, aún crecían tomates, pimientos, patatas, alcachofas y limoneros. No era una finca cualquiera, sino la Huerta de la Mariana, un cortijo del siglo XIX que durante más de un siglo ha formado parte del paisaje y de la historia rural de Granada. Hoy, sin embargo, su futuro está decidido: será demolido en los próximos días como parte del proyecto del Gran Parque de las Familias. Su historia, ligada a generaciones de cultivo y vida rural, desaparecerá para dar paso a uno de los espacios verdes más ambiciosos de la ciudad.

La decisión parte de un informe técnico que declara el edificio en estado de ruina física inminente, lo que impide su integración en el diseño del parque. El Ayuntamiento de Granada ha explicado que la demolición responde a motivos de seguridad. «Damos un paso más para cumplir con el anuncio que hizo nuestra alcaldesa, Marifrán Carazo, para que Granada cuente con el espacio verde y de esparcimiento más grande de la ciudad», señala Jorge Saavedra, teniente alcalde de Granada. Este futuro parque forma parte del llamado anillo verde de la capital, ubicado junto a la circunvalación, con el objetivo de construir una ciudad más amable, sostenible y pensada para el disfrute de las familias.

Un consenso social

El proyecto cuenta con un amplio consenso social: tanto vecinos como colectivos del barrio ven con buenos ojos la creación de una gran zona verde, largamente demandada y necesaria en esta zona urbana. La inversión pública pretende convertir este terreno en un espacio abierto y accesible, con áreas de juego, descanso y actividades culturales al aire libre. Sin embargo, la desaparición del cortijo ha despertado preocupación entre quienes han mantenido vivo ese lugar muchos años.

La historia del cortijo comienza en el siglo XIX, pero es desde 1924 cuando la familia Romero se hace con su propiedad. Durante décadas, sus tierras de suelo dula –un tipo de tierra arcillosa típica de la Vega, fértil y de alta capacidad de retención hídrica– sirvieron para el cultivo tradicional mediante riego a manta. Un sistema agrícola de otra época, pero que seguía en uso hasta este mismo año.

En esta una etapa, la finca fue conocida como la Huerta de las Flores. Allí se cultivaban, entre otras especies, gladiolos que embellecían el entorno y le daban nombre. La última propietaria, María Angustias Romero, es hermana del escritor granadino Felipe Romero, quien tiene una calle con su nombre justo frente a la huerta donde ambos se criaron.

En 2008, a través de una junta de compensación, el Ayuntamiento llegó a un acuerdo con los propietarios de los terrenos para adquirirlos. Sin embargo, José Luis Hermoso, hijo de María Angustias, sostiene que la operación no se cerró de forma justa. «Han hecho una consignación irrisoria para poder registrarlo», denuncia.

A pesar de los cambios legales, el cortijo seguía vivo en el día a día de algunas personas. Antonio Morilla, de 81 años, y su mujer Dulce, vecinos del barrio de la Chana, han estado cultivando allí durante más de 40 años. Lo hacían por solidaridad, para el autoconsumo y el de su entorno, sin obtener beneficios económicos.

Antes: judías, habas y patatas de la Huerta de la Mariana. Después: escombros tras el 14 de mayo. Cristina R. Rey

Arrasaron con todo

El 14 de mayo fue un día difícil de olvidar para ellos. Las máquinas que preparan el terreno para el futuro parque entraron en la finca y arrasaron con lo que quedaba de siembra. Antonio había regado la tarde anterior. «Cuando fue a recoger las verduras, me llamó llorando», cuenta Dulce. «No se podía creer que estuviera en la misma finca», añade.

Ese día se perdieron patatas que estaban a punto de ser recogidas, más de 40 matas de tomates, habas, alcachofas, ajos, pimientos… «Los tomates ya tenían el tamaño de los huevos de gallina», recuerda Antonio.

La conexión de Antonio con la huerta venía de lejos. En su día, cuando la finca aún pertenecía a los Romero, colaboraba con su cuñado, José, llevando lo cultivado a un sacerdote del Corazón de Jesús, también de la familia. Cuando José falleció, él se hizo cargo de seguir cultivando la tierra. «Aquí antes los vecinos tenían gallinas, conejos, ovejas… después se quedaron solo los caballos», comenta.

El mismo día que entraron las máquinas, otro elemento del paisaje cambió: la colonia de gatos que habitaba en el cortijo quedó atrapada bajo la tierra removida. Las colonias felinas están protegidas por la Ley de Protección Animal, y fue por puro instinto que Antonio logró salvarlos. «Los oí maullar, abrí una salida y salieron disparados. Podrían haber muerto», explica.

Quejas

Más allá de la cuestión emocional, también se denuncian problemas en la gestión de la transición. «Nos cambiaron los candados sin avisar», afirma Dulce. «Un vecino que tenía gallos no pudo entrar a darles de comer ni de beber, y cuando consiguió entrar, ya habían muerto».

José Luis Hermoso también narra los desperfectos del día en que entraron las máquinas. «La finca tenía su propio sistema de riego. Al derribar la entrada, rompieron la válvula. Tuvimos que llamar de madrugada al Arabial Alto, porque se estaba inundando todo», dice. Arabial Alto es uno de los puntos de distribución de agua en la red de acequias tradicionales de la Vega granadina.

Pero lo que más le duele es la pérdida del cortijo como elemento histórico. «El cortijo de los Cipreses, que también está dentro del proyecto del parque, se va a conservar. ¿Por qué este no? Podría haber servido para educación ambiental, para contar cómo era Granada hace cien años».

Algunos colectivos del barrio también plantean alternativas. Paco Rodríguez, miembro de la Asociación Rosaleda Ronda, defiende que el cortijo podría haberse convertido en un equipamiento cultural integrado en el parque. «Podríamos haberle puesto un buen tejado y convertirlo en biblioteca, en sala de exposiciones… El parque lo apoyamos totalmente, pero no creemos que una cosa excluya la otra», dice.

El Gran Parque de las Familias avanza con el apoyo vecinal y político generalizado. Pero con su construcción, la Huerta de la Mariana dejará pronto de ser un lugar para convertirse en un recuerdo.

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Adiós a la Huerta de la Mariana: de cortijo centenario a parque familiar