«Ir a Cambil es volver a la tierra de olivos que amarra y define»
No estamos tan mal | Cristina Villanueva, periodista ·
Cristina Villanueva, con raíces en Cambil, recuerda sus viajes de infancia, los mismos que ahora realiza con sus hijas. Habla de periodismo en vacaciones, de su salmorejo de infarto y de feminismo cotidianoEnara López de la Peña
Jaén
Domingo, 25 de julio 2021, 00:26
Trabaja a destiempo. El fin de semana, momento de pausa y desconexión laboral, ella acompaña a los telespectadores de La Sexta durante las comidas. La periodista y escritora Cristina Villanueva (1976) es catalana con raíces jienenses, un pasado de viajes eternos al Sur y veranos de charlas 'al fresco' en calles blancas como el papel de Cambil. Un pasado que «amarra» y pasa con cariño para que hereden sus hijas.
–¿Un verano que recuerdes con especial nostalgia y ternura?
–Todos son un poco especiales. Antes por ir a ver a la familia, ahora por ir con los hijos, pues tiene el componente de tierra que amarra y da esa energía tan particular, la que hace que sientas que perteneces ahí.
–Han cambiado mucho los veranos de entonces a los de hoy en día, sobre todo en el transporte, ¿verdad?
–Una barbaridad. Desde que hicieron la autovía de Despeñaperros es un mundo de diferencia, es más fácil para viajar un fin de semana desde Madrid. Aún guardo los recuerdos nostálgicos de las vacaciones a Cambil cuando era niña. Salíamos a las cuatro de la madrugada, al principio nos llevaban en sillita, luego nos peleábamos por las almohadas y, si iba una tía, a ver quién se ponía encima de ella, que era más cómodo (ríe).
–No era un viaje corto.
–Mínimo nueve horas desde Barcelona, y eso si no se calentaba el coche y teníamos que parar y echarle agua para que se enfriara y continuar. El propio viaje era una aventura para nosotros. Son muchos recuerdos de infancia que ahora miro con mucho cariño.
–¿Y cómo son sus recuerdos de adulta?
–Antes los viajes eran un locura, ahora toca llevar a los hijos y recibir el legado de la familia y es bonito. Es el turno de decidir qué hacer con los olivos, conocer el campos, las lindes... No sé cómo lo hace, ¡si todos los árboles son iguales! (ríe) Para los que venimos de fuera esto es complicado, pero el reencuentro es muy bonito, escuchar las historias de los hermanos, los abuelos...
–¿Algún plato veraniego andaluz o jienense que prepares también en tu tierra?
–La pipirrana, en mi casa es un 'must'. En verano, por supuestísimo, ya que es supercompleto. Fácil de hacer y lo tienes continuamente. A veces para cenas de plato único, entonces le echo judía verde además del tomate y el huevo. El salmorejo también, claro. Mi marido (vasco) no es para nada de gazpacho ni salmorejo, pero yo hago uno espectacular, tanto que ahora le encanta. Cuando viene mi suegra a Madrid, lo preparo y triunfo.
–¿Cómo vende cambil a los que no conocen el municipio?
–Pues se habla mucho de los pueblos blancos andaluces, de los Granada, pero no solo están ahí, ¡tienen que ir a Cambil! Mira, ahí vas a encontrar un pueblo que mantiene la esencia del pueblo blanco, donde los vecinos encalan las casas todos los años, los niños están en la plaza por la noche y ahí se reúnen todos los vecinos, que es como el patio de tu casa. Es un pueblo que mantiene muchísimas tradiciones, las mujeres se han unido para hacer talleres de cocina y recuperar los pestiños, labores típicas, flores… Es un pueblo que se mantiene, pero a la vez evolucionado. Es la mezcla de reencontrarnos con lo que fuimos en ese mar de olivos. Totalmente recomendable.
–¿Es posible desconectar del todo de la actualidad para una periodista?
–Nunca. No he sabido hacerlo. Creo que el año que más cerca estuve fue el pasado, con la saturación de la pandemia y exceso de información, en vacaciones miraba unas horas por la mañana y cortaba. Era lo mejor. Pero cortar del todo es imposible, con las redes sociales menos. Aunque me hago un plan para apagar y estar con la familia, desconectar tres días seguidos, jamás. Además, no conviene si trabajas en redacción, que luego toca ponerse al día con tanta novedad y también cuesta.
–Mucho trabajo, ¿no?
–Al final no es trabajo. El periodismo es vocaciones, como la vía religiosa, el que lo sigue es porque ha recibido la llamada, uno es preso de lo que es y no sabe vivir sin eso. Por eso, eres tú, y ya no es que te plantees desconectar del trabajo, es, sencillamente, que soy así. No puedo estar un día sin saber qué ha pasado o qué es lo que se cuece. Me informo sin robar tiempo a los demás.
–Un libro que tengas pendiente para leerte este verano
–Muchos, ahora estoy con 'Agua de luna' de mi compañero Juan Ramón Lucas, en La Burbuja, de Onda Cero. Estoy esperando que llegue verano para leérmelo del tirón. Yo siempre tengo libros a la espera, me envían muchos de temática feministas y que me interesa. Siempre aprovecho el verano para leer libros para ampliar información.
–Sobre libros feministas también está su 'Desplegando velas', ¿cómo va su viaje?
–Un poco en pausa. Ahora en septiembre volveré a promocionarla. En realidad, hay mucha temática parecida publicada y cada libro es una historia distinta, para mí esta es una muy personal. No es solo hablar de feminismo, sino de incluirle una perspectiva para vivirlo diferente. Al final, más que un libro feminista, es mi historia, donde yo me he dejado mi catarsis y la gente me descubre.
–¿Qué tal la respuesta de los lectores? ¿Le escriben?
–Sí, y me encanta. Me dicen que se sienten identificados o que les he abierto los ojos. He conocido a muchas mujeres del día a día que te cuentan situaciones que han pasado, que hemos vivido todas, en épocas o momentos diferentes, pero ahí están y escuchar eso sigue siendo muy bonito. Es una lástima que por la pandemia se paralizara la promoción, tal vez después lo volvemos a intentar, salir a dar conferencias, estar con la gente, es lo que importa.
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