061, treinta años de puzzle bien engrasado
El centro de Emergencias sanitarias de Granada funciona como un engranaje perfecto en el que un minuto puede ser la diferencia entre vivir o morir
María (nombre ficticio) se despierta en su casa de Churriana de la Vega. Es un miércoles de verano como cualquier otro. Cuando se espabila después de un plácido sueño, le dedica unos segundos a pensar en el enorme susto que marcó su vida poco tiempo atrás, un infarto. Le da gracias a la vida por regalarle un día más y sigue adelante con el desayuno. A poco más de cinco kilómetros de allí, Roberto, Carlos y Jorge ponen a punto la UVI móvil del 061. Están calmados, pero con la atención puesta en el teléfono; el aviso puede ser inminente. Ninguno de los tres conoce a María. Aún no lo saben, pero sus vidas se cruzarán ese día. Ella sentirá que el infarto se repite y ellos serán los que la atiendan en su casa.
Noticia relacionada
«Hay mil historias que muestran cómo la vida se va en un segundo»
Son tres de los trabajadores del centro de Emergencias sanitarias 061 de Granada, un enorme puzzle en el que todas las piezas encajan. Atender a María en su vivienda es el paso final de un proceso que comienza mucho antes, así que remontémonos al principio.
La sede del centro se encuentra desde hace dos décadas en el Parque Tecnológico de la Salud (PTS). La sala reina es tan amplia como acogedora, y en ella las voces se entrelazan. Tranquilizan, orientan, resuelven. Son los telegestores, los primeros que atienden a los usuarios. «Caballero, no se preocupe, le vamos a ayudar. ¿Cómo se llama su esposa». «Dígame, qué siente». «Tranquilícese, la ambulancia está ya de camino». Un cóctel de empatía y eficacia ante un alertante que, generalmente, está muy nervioso.
En los inicios del servicio, quien llamaba podía encontrar una línea comunicando o que no descolgaran el teléfono; ahora es impensable. Son centros en red, intercomunicados, que se prestan apoyo continuo. Si todos los operadores estuvieran ocupados en Granada, la llamada se deriva a Almería, a Jaén, a Málaga o, si es necesario, a Andalucía occidental. «Todo en cuestión de segundos, para que no se pierda», explica Roberto Ariza, coordinador de Enfermería.
El telegestor tiene en su pantalla el protocolo de acción. Las preguntas que debe hacer y los pasos a seguir según las respuestas. «¿Qué le pasa, qué siente? Vale, dolor en el pecho», dice una de las empleadas. Si se trata de una 'prioridad 1', se activa directamente a una unidad. Por otro lado, el médico coordinador de la sala accede a la llamada como oyente y verifica si está toda la información necesaria. Mientras se produce la conversación, la maquinaria está ya en marcha, algo que muchos pacientes desconocen. Piden por favor que les manden ya la ambulancia, sin saber que ya está de camino y los datos que les están pidiendo son para agilizar la atención.
La concentración es palpable. Y, de fondo, una enorme pantalla con un mapa de Andalucía muestra la ubicación de todos los vehículos disponibles. Entre llamada y llamada, comentan la jugada. «Ayer me fui con mal rollo, la mujer estaba sangrando», cuenta una trabajadora a su compañero. Ante todo son personas, y aunque intenten mirar los hechos desde el prisma de la lejanía, es inevitable sentir compasión por los que están al otro lado del teléfono.
Un arsenal preparado
En el terreno aguardan los medios técnicos. En la capital hay dos UVI móvil, una para cada 'mitad' de Granada, Norte y sur -que también cubren el área metropolitana que les corresponde-. Una de ellas, la 401, realiza guardias de 12 horas; la otra, la 402, cubre el servicio también toda la noche. El dispositivo se completa con otra unidad en Motril y el helicóptero, ubicado en Baza, la reina del tablero de ajedrez.
Antes de comenzar la guardia, la ambulancia se pone a punto. Los profesionales sanitarios se preparan para salir en cualquier momento y revisan que cuentan con todo el material necesario. En este caso, acompañamos a una unidad formada por Roberto Ariza, enfermero; Carlos García, médico; y Jorge Perálvarez, técnico de Emergencias sanitarias. Carlos recibe el aviso y repite la información en voz alta para que lo oigan sus compañeros: «Señora de 57 años, vive en Churriana de la Vega. Tiene antecedentes de infarto y le duele el pecho y los hombros». Antes de que acabe la frase ya están montándose. En menos de 50 segundos, el vehículo está rumbo al pueblo.
Jorge conduce con una astucia envidiable. Circula por la Avenida del Conocimiento, esa vía por la que todos hemos pasado innumerables veces, a una velocidad que impone al que no está acostumbrado. Cada segundo cuenta y, sin poner en riesgo a terceros, adelanta a los vehículos que le impiden el paso. Todo para llegar a Churriana en el menor tiempo posible, una tarea nada sencilla, teniendo en cuenta las obras del metro y una grúa situada justo en la calle a la que se dirigen. Improvisa sobre la marcha, con la ayuda de sus compañeros, para llegar en menos de 12 minutos. Mientras, Carlos, el médico, recaba toda la información sobre la paciente en un dispositivo portátil.
La atención in situ
Al llegar, los recibe un familiar de María. El nombre de la mujer es ficticio, pero no su historia. Los tres acceden al piso y, primero, la identifican. «Siempre es necesario asegurarnos de quién es», recalca Roberto. Le realizan un electrocardiograma, le miden las constantes vitales y la someten a todas las pruebas necesarias para saber qué le pasa. Afortunadamente, no es un infarto. Todo está en orden. Aún así, su allegado la llevará al hospital si pasadas unas horas el dolor persiste.
La atención concluye satisfactoriamente y, mientras otro aviso no les movilice, regresan a su sede. De camino, Carlos descarga en la tableta electrónica las pruebas a las que María ha sido sometida y los resultados, para que conste en su historial clínico. Si su estado de salud hubiera sido grave, la habrían trasladado al hospital, generalmente a la sala de Críticos, donde otros profesionales hubieran cogido el relevo.
Roberto, Carlos y Jorge aguardan hasta el siguiente aviso en una especie de calma tensa. De media, en una guardia de 12 horas tendrán unos seis o siete avisos, pero es algo cambiante: hay días más tranquilos y otros en los que no hay tregua. Reponen el material que han gastado y ya están disponibles para la siguiente atención médica. El puzzle del 061 encaja a la perfección desde hace tres décadas, y de ello se benefician todos los granadinos cuando su salud flaquea.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión