Los centinelas de la cerámica y la alfarería de Granada
Blas Casares García abrió su negocio y creó una familia junto a Carmen Morales Valverde en Monachil en 1941. Pusieron las primeras mimbres de un taller declarado en 2017 punto de interés artesanal con Blas Casares Morales y Carmen Barbero Morales, padres de la actual generación al frente de la empresa
Los hermanos Livia, Blas Emilio, Luis Fernando y Roberto Casares Barbero han creado desde pequeños con sus manos llenas de arcilla. Son los herederos de Alfarería Blas Casares que desde Monachil, desde 1941, cuando su abuelo abrió, han ideado piezas extraordinarias en un lugar hermoso. Primero Blas Casares García, después Blas Casares Morales y luego sus nietos han trabajado rodeados de un ambiente tradicional en un negocio que ha innovado conservando sus costumbres. Son referente en su labor y dirigiendo una empresa señera.
El taller fue declarado punto de interés artesanal en 2017 y los tres hermanos han sido nombrados maestros artesanos. Son los guardianes de la cerámica granadina y de la alfarería agrícola. Crean platos, cántaros y decenas de piezas que a la vez son pequeñas obras de arte. Han realizado creaciones que están en la mesa, cada día, de miles de familias granadinas y de fuera. Y también obras de arte, en el sentido estricto, que han formado parte de exhibiciones. Por ejemplo, una de las piezas de la alfarería fue elegida para la exposición itinerante 'Artesanía con A de Andalucía'.
Y, entre sus últimas colaboraciones, la realizada en la exposición en el Palacio de Carlos V 'Cerámica Nazarí, contextos y proyección'. Atesoran cientos de anécdotas. Han hecho vajillas para ministros, en su día, actores o cantantes, «que realmente quieren que los trates como un cliente normal, aunque se den cuenta que los hayas reconocido».

Sus nietos recuerdan épocas pasadas como cuando su abuelo tenía el tejar en Dúdar, y en invierno, la gente que se había tenido que ir al monte, bajaban a calentarse al horno, cuando veían que estaba cociendo. «Otra muy curiosa, fue en los años 80, se estaba haciendo prueba para un tipo de muebles que tenía madera ignífuga, y le dijeron a mi padre de echar un trozo atado a una cadena, para ver cuánto aguantaba en la caldera del horno, esperaban que diez minutos. Pero no fue; nada más echar el trozo de madera a la caldera antes de llegar al suelo de la misma empezó a arder», rememoran. El taller ha sido punto de referencia. Hijos y nietos han vuelto al lugar donde sus padres o abuelos compraron aquella vajilla o pieza que aún está en casa. Llegan de otros puntos de la provincia y de España. «Trabajar la alfarería y la cerámica, es un proceso muy creativo, ya que desde el minuto cero, sabes que vas a realizar una pieza única, por muy parecidas que parezcan», explican los hermanos Casares. Utiliza exclusivamente arcilla, virgen o salvaje o de diferentes granulometrías según el trabajo a realizar. Han aprendido de sus abuelos y sus padres.
De Dúdar a Monachil
El fundador fue Blas Casares García, que abrió su negocio y creó una familia, «junto a nuestra abuela Carmen Morales Valverde». Cogió el relevo su hijo, Blas Casares Morales, padre de la actual generación al frente, y su esposa Carmen Barbero Morales, madre de Livia, Blas Emilio, Luis Fernando y Roberto. En 1941 comenzó la aventura en Monachil, aunque anteriormente tuvo un tejar en Dúdar, pero no le funcionó, por los acontecimientos de la época, recuerdan sus nietos.

Tras el traslado empezaron a funcionar en una zona cercana a la iglesia del pueblo, pero como era una zona de umbría, al poco tiempo se trasladó a una de solana, al lado de la casa familiar, allí permaneció hasta finales de la década de los 80.
A partir de esa fecha, se trasladó a la ubicación actual en la calle Granada, 29. El abuelo Blas Casares García impulsó su negocio y creó una familia junto a Carmen Morales Valverde, vecina de Monachil. Cuando se mudó empezó a trabajar en otros tejares del pueblo, hasta que pudo establecerse por su cuenta. El oficio fue heredado de su padre y de su abuelo a la vez. Por lo que en Alfarería Casares es la tercera generación la que está, pero es la quinta de la familia en esta tarea.

Han visto como la maquinaría ha dado pasos de gigante, en comparación a cuando empezaron la actividad, sobre todo a la hora de hacer las tareas más arduas del proceso productivo, con la utilización de máquinas para el filtrado del barro, el amasado del mismo, y la producción de piezas de forma manufacturada. Mantienen también la producción de piezas de forma totalmente artesanales, mediante el torno de alfarero, como la decoración.
En el taller hay torno de alfarero, horno o mufla eléctrica o de propano, galletera (amasado del barro), rotativa, almájena, pinceles, esmaltes, hilo de tanza, caña, galápago, laría... Un paraíso para los curiosos y para imaginarse en cualquier aventura de creadores cuando se ponen los pies en sus estancias. Los hermanos Casares, que tienen un gran afán por enseñar y llevar su oficio a todos los rincones y al más alto nivel, exponen que en los dos procesos principales de la creación de una pieza, cada uno tiene su esencia.
Técnica milenaria
«Si empezamos por la creación en el torno, se te viene a la cabeza que estás utilizando una técnica que lleva miles de años haciéndose y en la actualidad aún funciona, la simbiosis que tiene el alfarero, en este caso, con el torno, es espectacular, es un trabajo que se hace con los sentidos, aparte de con la vista, se caracteriza por el tacto, que hay que tener con el barro en el torno, tanto de suavidad, como de rudeza, a la hora de crear una pieza. Pero es una sensación que hay que probarla, para poder comprenderla en su esencia. En cuanto a la decoración, de forma diferente, pero las sensaciones son muy parecidas, ya que cuando se crea desde cero una pieza cerámica, se está proyectando, un trocito de historia en lo que es un compendio de todas las culturas que han pasado por nuestra tierra», detallan.

En todos estos años estas tres generaciones han creado miles de piezas. Al ser un entorno rural en el que trabajaban, su producción se basaba en un inicio principalmente en materiales de construcción, tejas, ladrillos, solería y un poco de alfarería de uso doméstico y agrario, como podían ser los maceteros, cántaros, cántaras, pipos, orzas, lebrillos, entre otras piezas. A día de hoy hacen la tradicional cerámica granadina, en sus diferentes versiones o evoluciones de la misma, desde la cerámica de ordinario o diario, hasta las recreaciones o reproducciones de piezas antiguas. Disponen de una amplia variedad, que va desde un tradicional plato granadino, hasta un cántaro de asa alta, pieza que recuperaron del olvido a finales de los años 90.
La vajilla es la estrella
Lo más vendido son las piezas de uso común, tipo vajilla, que «afortunadamente», dicen los Casares, a día de hoy está de moda. Sin olvidar las recreaciones de piezas antiguas, que aunque en número es menor, es cerámica con historia. Su mercado es principalmente el nacional, aunque también hacen trabajos fuera de «nuestras fronteras».
Los Casares han ido plasmando año tras año lo aprendido de sus antecesores. «Entender que se ha de mirar hacia el interior, para ver cómo se puede evolucionar, dentro de unos límites, para poder mantener un equilibrio tanto en lo laboral como en el personal», explican que es una de las grandes lecciones de su familia. En esta empresa que no es igual que la de otros sectores han aplicado también innovación. ¿Cómo?

«Realmente la innovación que hemos ido incluyendo en el negocio, ha sido mirar al pasado, con tecnología y maquinaría moderna, aunque parezca una incongruencia», comentan. Son una saga que ha llevado el oficio a un lugar de calidad y excelencia. «La experiencia y buen hacer que se ha ido transmitiendo a lo largo de estas generaciones es nuestra gran diferencia, en cuanto al resto, en el caso de la cerámica granadina, como es, aunque no lo parezca simple vista, muy creativa, cada uno tiene su firma y modo de hacer las cosas, es como, si me permites compararlo, con los pintores impresionistas, por ejemplo, todos son impresionistas, pero cada uno tiene su estilo y forma de trabajo», detalla Roberto Casares.
Los Casares seguirán poniendo su firma propia y defendiendo la general. «El reto que tenemos siempre en mente, es mejorar la producción, ya que desde hace muchos años la cerámica granadina se ha visto maltratada, por la falta de protección institucional y la marabunta de copias que se hacen por todas partes. Intentar con nuestro granito de arena poner a la cerámica granadina donde le corresponde», prometen. Entre sus tareas está también seguir rescatando piezas del pasado.
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