Deporte inclusivo
Nadar sin ver... y sin ayuda ni atención de la FederaciónOlga Pérez Gutiérrez compite en campeonatos nacionales pero sus padres tienen que pagarle inscripciones de hasta 600 euros y critican también la falta de mimo con ella
Cuando Olga Pérez Gutiérrez se encoge y salta a la piscina sabe que es agua lo que le espera aunque ni la vea ni la haya visto nunca. Sumergida, extiende los brazos y las piernas y empieza a progresar, fluyendo en un medio que ya le resulta natural, como si fuera un pez. Capaz de advertir por sí sola la pared para dar la vuelta cuando usa gafas normales, o advertida por otros cuando compite con unas totalmente opacas recubiertas de cinta americana negra, esta niña granadina de 12 años disfruta de su deporte favorito con una única inquietud: que no le cueste mucho dinero a sus padres y que le ofrezcan la atención que precisa. «Me gustaría recibir un poco más de ayuda, sobre todo de la Federación Andaluza de Deporte para Ciegos», se encoge en el bañador.
Olga nació con tres enfermedades oculares. Aniridia, por la ausencia parcial del iris; glaucoma congénito, por la presión tan alta en los ojos; y opacidad corneal, con la reducción de su visión periférica al perder su transparencia natural. Nadie ha podido medirle aún el porcentaje de lo que ve, pero todos advierten del mismo como «prácticamente nulo». «Distingue los objetos sus colores al acercarse, pero ve como a través de un cristal rayado», tratan de explicar sus padres, Lorena y Jorge, con la esperanza de que la ciencia pueda aportarle algún día a su hija un remedio más allá de las gafas graduadas contra la miopía que a día de hoy usa y que se aclaran y se oscurecen de forma automática en función de la cantidad de luz ambiental.
Corría el primer verano de la pandemia cuando la habilidad de Olga para nadar aun sin ver sorprendió a uno de sus vecinos de urbanización en concreto. Se trataba de Jordi Mercadé, director del Centro de Actividades Deportivas de la Universidad de Granada. «Lo hace muy bien», insistió a sus padres. Fue así como terminó en la Facultad de Ciencias del Deporte, y desde entonces compite con el club convencional de la UGR. «Empezó compitiendo en campeonatos provinciales y al principio le sacaban dos piscinas, pero ya llega antes incluso que algunos nadadores que sí ven», señala Jorge.
Nació con hasta tres enfermedades oculares pero integra el club de la UGR y toca el piano
La progresión de Olga desde entonces, muy auxiliada por su entrenador Pedro Bilbao, le ha llevado desde entonces a cumplir incluso con las marcas mínimas para citas como el reciente campeonato de España de natación inclusiva por federaciones autonómicas que acogió Valladolid. Lorena y Jorge, sin embargo, se quedaron sorprendidos al no ver a su hija convocada en ninguna parte. Y ni la Federación Andaluza de Natación (FAN) amparaba a los deportistas con discapacidad ni la Federación Andaluza de Deporte para Ciegos (FADEC) disponía de fondos como para abonar su inscripción de alrededor de 600 euros.
No era la primera vez que les pasaba, con el precedente de la edición anterior en Cádiz, para la que finalmente sí obtuvieron financiación. Lorena y Jorge sí tuvieron que pagar aun así para que Olga compitiera en Valladolid, y porque además insistió la madre de otro compañero de Almería, Germán. Una vez allí, además, su hija aportó 37 de los 262 puntos con los que Andalucía se impuso tras destacar en las pruebas de 50 y 100 metros brazas y libres. Sin los otros 30 de Germán, habría ganado la Comunidad Valenciana.
Más allá del dinero
Las reivindicaciones de Olga y sus padres, no obstante, van más allá del dinero. «La Federación Andaluza organiza tecnificaciones con entrenadores para todos los niños pero a mí no me hacen seguimiento en mi club convencional luego ni se ponen en contacto con mi entrenador, y necesito que estén encima de mí para perfeccionar los movimientos, cogiéndome las manos y demás», lamenta ella misma. «No hay una inclusión real», se resignan Lorena y Jorge.
Los padres de Olga fueron ya a Sevilla para reunirse con el presidente de FADEC, Cristóbal Martínez. «Le pedimos que lo ideal sería que todas las competiciones fueran inclusivas y que la Federación Andaluza de Natación adaptara los tiempos de las personas con discapacidad por puntos como se hace en otros países más avanzados en este asunto. Que hubiera una única federación o que, si no, como mínimo, hubiera una mayor conexión entre FADEC y FAN para que sus deportistas tengan los mismos derechos», cuentan. Por lo pronto, y de cara a la próxima temporada deportiva, ya celebrarían que a su hija la convocasen sin tener que reclamarlo ellos mismos, «aunque luego haya que buscar patrocinadores para costearlo».
«Pedimos a las administraciones competentes que hagan las aportaciones económicas necesarias para que la inclusión no se queden en el papel. No es tanto lo que necesitan, y es más la voluntad que otra cosa», esgrime Lorena. «El deporte le da mucho a Olga; se esfuerza mucho, con dos horas de entrenamiento cada día, y va a las competiciones para mejorar. El día que no nada, siente que le falta algo», sostiene su madre. A su hija también le encanta tocar el piano, pero ninguna nota le da la felicidad del agua.
Olga sale de la piscina, se calza las chanclas que le esperan cerca del borde y rehace solita el camino hacia el vestuario. «La natación me da autonomía y, además, me permite hacer más amigos; en eso último me ayuda mucho. No me imagino sin nadar y quiero competir tan lejos como pueda», sueña. Si no se lo impiden, claro.
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