El bronce olímpico vuelve a Rules
Bronce en los JJ.OO. ·
El regatista catalán Jordi Xammar regresa a Granada, su segundo hogar, con la medalla que conquistó en Tokio tras entrenar en el pantano: «Estuve obsesionado con los Juegos cinco años pero valió la pena»Nació en Barcelona (1993) pero el medallista olímpico Jordi Xammar se deja caer por el Embalse de Rules y le llueven los abrazos. Allí, en una orilla, tiene una escuela de windsurf su amigo Manu y en ese agua retomó el regatista el contacto con el deporte tras el confinamiento domiciliario que pasó en Las Gabias hace poco más de un año, en plena carrera hacia los Juegos Olímpicos de Tokio. Ahora regresa con un bronce en la clase 470 de vela al cuello junto a su ya prometida Carmen, la granadina con la que se casará en julio de 2022 para culminar la historia de amor que le llevará a fijar su residencia en la provincia.
–¿Ha digerido ya la medalla?
–En realidad no siento que haya cambiado nada en mi vida, ni quiero que lo haga, pero sí que estoy muy feliz. No solo por mí sino por toda la gente que ha estado detrás de mí todos estos años, sufriendo conmigo; también mi familia en Granada. Lo que sí que me ha sorprendido es el reconocimiento y la admiración que despiertan una medalla. Es bonito que te agradezcan lo que has hecho por España. El deporte es muy sacrificado y sobre todo para los de vela, con toda la infraestructura que movemos y sin becas al inicio de la campaña olímpica. Damos la vuelta al mundo cargando barcos y nos ocupamos de todo lo que conlleva. Es nuestra cuota, pero nos gusta y lo hacemos encantados.
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–Una medalla era su gran sueño.
–Sí, tras los de Río tuve claro que no quería volver a unos Juegos por participar sino para luchar por una medalla. Sabía que para tener opciones tenía que dar la vida durante estos cinco años y los he pasado obsesionado con ellos. Si algo tengo claro es que no pude entrenar más ni prepararme mejor. Volver con una medalla olímpica es la recompensa a todo ese trabajo.
–¿Cuándo se vio medallista?
–Sabía que teníamos claras opciones de medalla porque éramos los primeros del ránking mundial y no nos habíamos bajado de los podios internacionales en los últimos años, pero los Juegos siempre son un campeonato distinto, más difícil. Hasta los últimos 20 metros no canté victoria.
–La competición, como todas, pasaría por distintas fases...
–Los dos primeros días fueron muy difíciles. Sentía muchísima presión. No fluía, no navegaba libre. Lo pasé mal, no disfrutaba nada. Quería que los Juegos se acabasen. Fue cuando sucedió lo de Simone Biles y la entendí perfectamente, y eso que yo no era ninguna superestrella como ella. Pensé lo peor, que no estábamos preparados, pero acto seguido me dije que llevaba cinco años comiendo barro y tenía que darlo todo hasta el final. Los deportistas como nosotros nos jugamos la vida en los Juegos Olímpicos; toda nuestra carrera deportiva, en seis días. Trabajamos mucho con nuestra psicóloga, que viajó con nosotros, y ya en el segundo día empezamos a parecernos más a nosotros mismos aunque no se reflejó en los resultados porque la suerte no estuvo de nuestro lado. Al tercero, ya nos fue mejor.
–¿Cómo les supo la medalla?
–A una mezcla de felicidad y liberación. A diferencia de cuando fui a Río, esta vez me marqué la exigencia de conseguir una medalla y la cabeza no me dejaba en paz, me estrujaba, la presión era brutal. No me dejaba descansar, anticipaba todo el tiempo lo que iba a pasar, cómo podía regatear, qué viento iba a hacer... Tenía la mente en modo guerra, únicamente enfocada a la competición. La medalla hace que todo ese sufrimiento de los cinco años y de la semana valgan la pena.
«Me exigí subir al podio y lo pasé mal, porque la cabeza no me dejaba tranquilo. Todo era competir»
–Es una medalla compartida con su compañero Nico Rodríguez.
–De broma nos decíamos que los dos estaríamos dispuestos a perder un meñique por una medalla olímpica. Es una pena muy grande que no pueda seguir con él porque la clase de vela 470 será mixta en los Juegos de París. Ha sido el mejor compañero que podía soñar. Cuando sufría en los Juegos tenía presente que debía disfrutar porque iba a ser la última semana que navegase con él, y me ayudó.
–Fueron unos Juegos muy marcados por la pandemia.
–Nos dieron un año más de preparación y lo aprovechamos al 200%. Fue duro; una campaña olímpica es como una maratón, y ya al final nos dijeron que en lugar de 42 kilómetros eran 52. La fortaleza mental fue clave.
–¿De qué momento en concreto se acordó en el podio?
–De un mes de febrero en 2017, en el Campeonato de España en Cádiz. Nico y yo llevábamos año y medio sin pasar del puesto 15 en España, sin alcanzar ni los podios nacionales, y teníamos dudas. Yo tenía claro que quería una medalla olímpica pero estábamos muy lejos de aspirar a ello. Fue una etapa dura, pero seguía soñando con una medalla en Tokio. Nunca dejé de creer que podía estar ahí.
–Aludió a su familia en Granada en sus primeras palabras.
–Vine aquí por primera vez con 17 años y en estos once años que voy a cumplir con mi prometida Carmen he dormido más noches aquí que en Barcelona. Su familia ha vivido todo este proceso apoyándome muchísimo, creyendo en mí más incluso de lo que yo lo hago a veces. A ella en particular le van a dar el título de psicóloga deportiva (risas). Los deportistas necesitamos ese refuerzo en los momentos difíciles, que son muchísimos más que los felices. Una parte de lo que soy me viene de mi familia en Granada. Volver ahora con una medalla olímpica y compartirla con todos ellos es maravilloso.
–¿Qué le atrae de la provincia?
–Sobre todo lo bien que se vive, con buen clima, mar y montaña. La ciudad te invita a salir a la calle, a cenar fuera. Se respira un ambiente especial. Estoy encantado. Es una ciudad muy cómoda y tranquila. Le he cogido mucho cariño a Granada. Además, Sierra Nevada es un lugar brutal de entrenamiento y Rules es una maravilla, cada vez 'vuela' más gente por aquí.
–¿Ayudó a la medalla?
–Navegar aquí tras el confinamiento, mientras muchos de mis rivales seguían encerrados, fue una ventaja. En la vela importan mucho las sensaciones, el 'feeling', y cuesta separarse del barco. También me ayudó aprender a hacer windsurf, aunque las sensaciones sean diferentes de un barco a una tabla. Aprendí detalles que luego apliqué en la vela.
«Navegar aquí mientras mis rivales seguían encerrados me dio ventaja. Es un lugar idóneo»
–Quiere traer a sus compañeros.
–Van a venir, sí, todos tienen ganas. Les enseño fotos y flipan, pero los calendarios están muy apretados. Quiero traerles, sí.
–¿Cómo convencería a otros?
–Las innovaciones del 'windfoil', que consiste en tablas con cometas que te hacen volar sobre el agua, están revolucionando el mundo de la vela. Aún lo conoce poca gente pero quien lo prueba se engancha, es imposible no flipar. Y Rules es el lugar idóneo para aprender, porque las condiciones de viento son espectaculares y es un rincón muy accesible a solo veinte minutos de la capital. No sé cómo fui tan tonto como para tardar tanto en probarlo aunque lo viese por la autovía; viajamos por tantos lugares del mundo que nunca piensas que puedes encontrar algo así aquí. Menos mal que la madre de Carmen me insistió. Rules juega una parte importante en mi decisión de asentarme en Granada porque sé que podré seguir mi preparación aquí.
–¿Qué hará en adelante?
–Ahora voy a afrontar el proyecto de SailGP España, que es el barco más rápido del mundo porque alcanza los 100 kilómetros por hora. Es un catamarán de 50 pies que vuela, no con velas sino con un ala de avión, que es más eficiente. Haremos un evento único en Cádiz en octubre y me hace ilusión navegar allí, será la primera vez que estos barcos lleguen a España y será con un equipo español. Es como la MotoGP, impresiona. Ahora me voy a Dinamarca para prepararme para ser patrón del equipo, algo que requiere mucho entrenamiento porque no puedes subir al barco el primer día. Pesa tres toneladas y navegan cinco personas que van atadas aunque con cuchillos y bombonas de oxígeno por si vuelcan y se quedan enganchadas debajo, es algo serio. Siempre he soñado navegar en los barcos más rápidos del mundo y con los mejores regatistas. Es todo un desafío, me apetece mucho.
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