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David Valero recorre una pasarela en el circuito que lleva su nombre en Baza. PEPE MARÍN

David Valero: de Baza al Olimpo

Medallista ·

IDEAL visita al ciclista bronce de mountain bike en los Juegos de Tokio, allí donde se crio y ahora es una referencia para todos sus vecinos. El niño bastetano al que robaron su primera bicicleta con apenas dos años y que no podía desplazarse a las competiciones es ya leyenda

Domingo, 14 de noviembre 2021, 00:33

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«¡Te vi en la carrera!», grita un descarado chiquillo bastetano al acercarse a David Valero (Baza, 1988). El ciclista profesional, que no puede ser más modesto, pregunta «¿en cuál?». El niño, que apenas le llega por la cadera, es uno de los cien integrantes de la escuela deportiva que lleva el nombre del medallista de bronce olímpico, quien desde su hazaña en los Juegos de Tokio el pasado mes de agosto apenas ha podido volver por casa. Este que presencia IDEAL es, de hecho, su primer reencuentro con los pequeños que ahora le tienen por referente absoluto. «Todavía me impacta que me den la enhorabuena por la calle», reconoce David Valero con una sonrisa tímida.

Aunque la bicicleta ya le gustaba cuando le robaron la primera que tuvo con apenas dos años –regalo de su abuelo–, a quien ahora ejerce de embajador de Baza por el mundo sobre dos ruedas le costó despuntar en competición. «Creo que fui tardío por una cuestión de ubicación. Este es un pueblo pequeño que está lejos de todo, de Granada y Murcia. No tuve la posibilidad de acudir a tantas carreras de categorías inferiores como habría querido, hasta que tuve el carnet de conducir con 18 años», justifica David Valero. Su ascenso en el mountain bike, desde sus títulos de campeón de España a sus participaciones en Europeos, Mundiales o los propios Juegos de Río 2016, le llevó a convertirse en el segundo medallista olímpico en la historia del deporte granadino tras la plata del marchador Paquillo Fernández en Atenas 2004.

David Valero se recrea en una curva dentro de su circuito. PEPE MARÍN

Lo suyo es puro amor por la montaña. «Vivía a las afueras de Baza, a un cuarto de hora en bicicleta de su sierra, y me gustaba rodar por ahí todas la tardes con mi grupo de amigos, que todavía son los mismos y seguimos saliendo aún más si cabe», sonríe David Valero. «Me costaba peleas con mi madre, que me obligaba a hacer los deberes antes. La naturaleza y la adrenalina son lo más bonito que tiene el mountain bike, lo que lo hace distinto. Pese a los riesgos de caídas y lesiones, mi familia siempre entendió que era mi afición», señala el ciclista, que se ha partido el radio y la clavícula en carreras. «Esos momentos son difíciles siempre, pero también te hacen más fuerte y maduro y te enseñan cuándo debes arriesgar en la competición», resalta.

Ninguna etapa deportiva fue tan complicada, eso sí, como la que precedió a los Juegos Olímpicos de Tokio por la pandemia, que los aplazó un año. «Fue duro enlazar dos temporadas sometiéndonos a esa presión, de ahí la rabia que sentí al cruzar la meta tercero. Pasé dos años llevando el cuerpo y la mente al extremo, trabajando muy duro psicológicamente. Lo afronté como un reto para hacer historia», admite Valero, que pasó el confinamiento en Baza junto a su mujer y su hijo. «Pude disfrutar de ellos como no suelo hacerlo, pero estoy tan acostumbrado a no parar de un sitio a otro por el calendario de carreras que se me hizo difícil. Luego tuve que alejarme de ellos mucho tiempo por la burbuja anti-covid de los Juegos y al ganar el bronce fueron los primeros en los que pensé, en las ganas que tenía de verles y en todo lo que también sacrifican ellos por mí», confiesa con emoción.

A David Valero le costó arrancar tras el confinamiento la temporada que le llevó hasta Tokio. «Me faltaba mucho rodaje y entrenamiento y no corrí como me habría gustado en el Campeonato de España o en la Copa del Mundo», admite. Sin embargo, consiguió la clasificación olímpica tras cambiar de club al BH Templo Cafés riojano, proyecto de su antiguo compañero Carlos Coloma, retirado como ciclista en marzo. «Buscaba un proyecto nuevo que me devolviese la ilusión, desde el propio cambio de material. Me sentía estancado y necesitaba nuevos retos y ambiciones», explica el bastetano. «Carlos me dio un voto de confianza y me metió en la cabeza que lo tenía todo para conseguir una medalla olímpica. No se equivocó», sonríe ahora.

David Valero gira la bicicleta en el aire en un salto espectacular. PEPE MARÍN

Aunque España caminaba ya hacia la vieja normalidad, Valero se topó en Tokio con restricciones «muy extremas». «No podíamos estar en contacto con nadie, ni con el público que nosotros sí teníamos al competir en un circuito al aire libre. Tampoco nos dejaban entrenar los días previos con normalidad; nos dieron un 'track' del hotel al circuito y vuelta, con vigilancia policial», cuenta. Más allá de su aislamiento, David Valero no varió demasiado su ritual habitual antes de una competición aquel día. «Me acosté un poco nervioso porque ya sentía el gusanillo de la competición, desayuné al despertarme y salí a rodar como suelo para destensarme y comprobar sensaciones. Sabía que llegaba bien, en plenas condiciones; tenía mucha confianza», recuerda.

Acostumbrado a remontar

Lo único que el bastetano tenía en mente era «hacer una buena salida», pero no fue posible. «Me quise morir cuando me vi en el enganchón. Creo que me repetí tanto que no podía verme en una de esas que fue lo primero que hice mal», reconoce. Enrabietado, se puso a remontar desde la 34ª posición. «No era la primera vez que me pasaba y lo asumí. Mi mentalidad es la de no tirar la toalla nunca», refleja. Aunque ya protagonizó alguna heroicidad aún mayor, aquella acabó con toda una medalla olímpica. «Me tranquilizó verme a solo 34 segundos de la cabeza al paso por meta y sentí que podía alcanzarla. Fui pasando rivales sin la presión de meter rueda entre los de adelante y me vine arriba», rememora Valero, apoyado por el seleccionador Mikel Zabala, profesor en la Universidad de Granada. El resto es historia.

Nada más aterrizar en España puso rumbo a Baza, su hogar, y allí fue recibido como la hazaña merecía por sus vecinos. «Fue increíble. Me daba vergüenza, pero ver cómo se volcó todo el mundo conmigo fue muy emocionante. Aquí vivimos 20.000 personas, y verlas asomadas a los balcones me hizo sentirme muy afortunado. Entendí que tenía que darlo todo por ellos, para traerles la medalla», expresa Valero, todavía con la piel de gallina. «Fue una lástima no haber podido dar un abrazo a cada uno por la pandemia», añade.

El bronce olímpico ha supuesto «un empujón muy grande» en la carrera de David Valero, pero el bastetano lo lleva más allá. «Debemos aprovechar el tirón para que sigan saliendo chavales en mountain bike. Me gusta ver a los niños de mi escuela y que se tomen esto más o menos en serio. Quiero que crean en sus sueños, hagan lo que hagan, y que vean que son posibles», señala desde su ejemplo. A él le robaron la bicicleta con dos años y ahora es leyenda.

David Valero muestra la medalla de bronce junto a integrantes de la escuela a su nombre. PEPE MARÍN

«Ha habido un antes y un después desde el recibimiento que tuvo»

David Valero tiene en Baza una escuela con casi cien ciclistas y un circuito a su nombre, ligados al club PAM (Por Aquí Mismo). Su amigo de la infancia Raúl Llorente es el secretario. «David era un niño más, alto pero muy habilidoso con la bicicleta; hacía cosas que el resto ni imaginábamos, como bajar de la Sierra con una sola rueda y la otra levantada. Me han sorprendido algunos de sus títulos, como la medalla olímpica, pero viendo sus cualidades técnicas desde pequeño y las físicas cuando empezó a entrenar más en serio era de esperar que llegase al profesionalismo y a la Copa del Mundo. Un día le dije que no se preocupase por los equipos, que llegarían cuando le sacase diez minutos al segundo; una vez se olvidó, inició su trayectoria», desvela.

«Ahora es un referente. Ha habido un antes y un después desde el recibimiento por la medalla. Desde que los niños vieron lo que estaba pasando, le toman de otra manera. También los no tan pequeños. Los comentarios cambiaron, antes no se escuchaba hablar sobre él tanto. Ya sí le tienen más en boca, se escucha más», añade Llorente.

Entre todos organizan el Gran Premio David Valero, que ya lleva cinco ediciones y pretende convertirse en prueba internacional con puntos UCI después de haber sido Open de Granada y Andalucía. «Queremos convertirlo en un referente nacional e internacional, para que los chavales de la escuela puedan competir en pruebas de este tipo junto a corredores de nivel. Es muy importante para que vean que pueden llegar a todo y que el pueblo se vuelque con el mountain bike», apunta el secretario.

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