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Thomas Bropleh Aguilar
Liga Endesa

La moraleja que llevó a Thomas Bropleh a alcanzar la élite

Ladrillo a ladrillo ·

El alero rojinegro, seguidor del arte de Pablo Picasso, pasa por un gran momento de forma tras lograr derribar el techo de cristal que supone entrar en la ACB

Jose Manuel Puertas

Granada

Sábado, 5 de noviembre 2022, 01:01

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Corría el año 2012, durante su tercera campaña en la universidad de Boise State, cuando el joven estudiante Thomas Bropleh descubrió a Pablo Ruiz Picasso. Quedó entonces prendado por la obra del artista malagueño, al punto de cambiar el sobrenombre con el que se hace llamar en redes sociales por 'TBicasso', una suerte de juego de palabras que mezcla sus iniciales con el apellido del pintor. Y aunque el hecho «no es más que una broma», asegura, el alero del Covirán suele encontrar tiempo para seguir el legado de quién es, en cierto modo, un referente. «Estuve en sus museos en Barcelona y Málaga y también en una exposición en Sevilla», afirma.

Mientras admira a Picasso, el de Denver sigue dando pasos en una sólida carrera en las canchas. Un recorrido construido paso a paso, y en el que al fin ha encontrado el premio de una Liga Endesa a cuya puerta llevaba años llamando. Como los ladrillos que utiliza en sus redes para simbolizar cada triunfo del Covirán. «Brick by brick» (ladrillo a ladrillo), dice, hasta el resultado final. Una alegoría que aprendió de su hermano mayor. «Él, que también jugaba a baloncesto, me lo transmitió: hay que trabajar y trabajar. Poner un ladrillo y luego otro para construir la casa de la temporada. Entonces será cuando veas los resultados. Por eso nunca pienso en el éxito o el fracaso a mitad del curso, solo al final del mismo», sentencia. La moraleja es evidente. «Cualquier casa se construye desde los cimientos. Cada día, cada victoria, es un ladrillo y la temporada es la casa. Por eso hay que pensar que el trabajo no ha acabado y seguir construyendo, sin importar lo que pase», reflexiona.

El estado de forma de Bropleh –11,7 puntos de media y un 46,4% en triples en su debut en la elite española– es quizá el mejor de su carrera a sus 31 años. «Me siento muy bien. Tenemos una oportunidad muy bonita. La ciudad, el equipo, los jugadores, todos. Así que hay que disfrutarla, partido a partido, entrenamiento a entrenamiento, pase lo que pase en el futuro», pide. El premio, y el reto, de la ACB, le han llegado probablemente tarde para sus merecimientos. En su día ascendió con el Betis, pero fue 'cortado' pese a tener contrato. Sin embargo, cuando subió con el Covirán sintió que ya había llegado la hora. «Al quedar campeones la temporada pasada noté que ya sí estábamos en ACB. No es tanto la sensación de vivirlo ahora como el disfrutar de aquello», explica el alero, perfectamente integrado en la ciudad y el proyecto rojinegro. «Granada es especial. Desde el día uno fue una familia. Yo venía de un año muy difícil por el covid y ya ese fue bonito. Y qué le voy a decir del pasado. Así que ahora vivimos algo muy chulo y todos estamos comprometidos porque entendemos la oportunidad que tenemos», asegura, antes de soltar otra anécdota que le vincula con la tierra. «Soy muy amigo de Coby Karl –exjugador del CB Granada en la campaña 2010/2011–, fuimos a la misma universidad y hemos entrenado a veces juntos en Denver. Cuando hablamos, mola pensar que acabamos jugando en la misma cancha», apunta.

Estigma

Durante su periplo en la LEB Oro, el alero siempre dio la sensación de estar un paso por encima de la categoría. Empero, no recibió la confianza para llegar a la siguiente. Aunque él, dice, siempre pensó «que podía, no tenía dudas sobre ello». Tiene sus motivos. «Desde que tenía 18 años llevo trabajando con jugadores de altísimo nivel que me han ayudado en mi carrera y siempre supe que podría ayudar a cualquier equipo». Aunque ha tenido que pelear contra esa especie de techo de cristal. «Cuando estás en una segunda división no siempre tienes la oportunidad de demostrar, es como que te estigmatizan por estar jugando ahí», critica reivindicativo. «Estoy contento por todos los que seguimos del equipo anterior, por haber tenido la oportunidad de ayudar y demostrar que realmente podemos competir en este nivel. Eso es lo más importante sobre este grupo», sentencia. Eso sí, cuestionado sobre si está callando bocas, se muestra humilde: «¡No!», arranca, para luego recular. «Bueno, quizá, no lo sé», sonríe, consciente de que la ACB «está en otro escalón a nivel mediático, y la mayoría no se fijan mucho en la LEB». Por todo ello, no quiere perdonar el que es el mayor escaparate de su carrera. «Tengo que seguir aumentando mi capacidad de estar concentrado en defensa, no relajarme lo más mínimo. Estoy compitiendo contra jugadores de mayor nivel, pero siento que tengo mis opciones contra ellos», valora, «feliz por cómo pudimos revertir el partido del pasado sábado». En todo caso, Bropleh no cree que haya alcanzado aún su pico de rendimiento. «Tengo margen de mejora y trabajo cada día para ello, para paliar mis debilidades y mejorar mis fortalezas», esgrime, después de un verano en el que al fin las lesiones le dejaron trabajar como anhelaba. Se le notó desde el primer día de la pretemporada, con ese puntito de forma más que el de casi todos sus compañeros. «¡La clave estuvo en dejar de comer pan!», bromea jovial. Y también, claro, en los ladrillos del día a día. «Es la primera postemporada en que he podido entrenar de verdad desde que salí de Sevilla. Ese año tuve que hacer rehabilitación, el siguiente con el covid apenas había lugares para hacerlo, y luego tras el primero en Granada tuve el problema en el menisco y tampoco pude. Este verano sí he podido. He estado en Portland, haciendo entrenamientos con Chauncey Billups durante cuatro días, luego estuve con Denver Nuggets antes de que se fueran a la 'Summer League' y, tras ello, no dejé de trabajar hasta agosto, cuando me vine. Sentía además que jugar en la ACB iba a ser especial y me exigí más en el día a día», desglosa.

Ritmo

Aunque es uno de los veteranos del Covirán, subraya el impactante ritmo con el que juegan los de Pin esta temporada. «¡Me está sorprendiendo mucho, tío! Pero es que tenemos jugadores que juegan rapidísimo, como Maye, Felicio o Renfroe. No importa lo que pase, ellos siempre están pensando ya en lo siguiente. Tienen ese cambio de mentalidad inmediata que no había visto en niveles más bajos. Son capaces de coger el balón y pensar solo en lo que viene, no en lo que ha pasado, y eso les hace ser más rápidos», destaca, consciente de que están consiguiendo «muchos puntos así y si somos capaces de seguir jugando rápido podemos atacar en transición a defensas que aún no están organizadas, lo que para un equipo como nosotros, que no es el más físico, es una ayuda tremenda».

Así que, más que satisfecho por el rendimiento colectivo en ataque, el de Denver pide un paso más en defensa que la propia competición no tardará en exigir. «Podemos meter muchos puntos en un partido, pero… hay que defender. Llegarán días en los que tengamos que ganar a 70 puntos, y tenemos que evitar las pequeñas lagunas de concentración, especialmente yo mismo y los que venimos de LEB Oro. Tenemos que defender 24 segundos en cada ataque. Si pierdes la concentración un momento en esta liga, te lo hacen pagar. Nos pasó contra el Obradoiro, con un triple de Scrubb desde ocho o nueve metros con la posesión acabándose. Esa es la gran diferencia. Hay que estar concentrados en defensa, y ganaremos partidos a 70, creo en ello, pero sin olvidar la identidad de correr», analiza.

Son las reflexiones de Thomas Bropleh, el fan de Pablo Picasso que quiere tomar mañana la tierra del artista y que ha empezado precisamente a pintar en sus ratos libres. «Lo hago para desconectar del baloncesto, como pasatiempo», desvela. Su pieza favorita, hasta la fecha, es «una pelota de baloncesto a modo de las raíces de un árbol que crece en la superficie». Pero su obra maestra está por llegar y seguramente será en una cancha. «¡Conseguir la permanencia!», suelta de pronto en castellano. «Seguir ayudando, jugando duro, haciéndoselo pasar bien a la gente, ese tipo de cosas, esa es la obra maestra para mí», zanja el humilde Bropleh, a quien al fin se le reconoce el nivel en la ACB. «Always brick by brick», cierra. Ladrillo a ladrillo, siempre, como el modus operandi que le llevó merecidamente a la elite.

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La moraleja que llevó a Thomas Bropleh a alcanzar la élite